Forjar una nueva ética en el amar: una condición para la Paz

Forjar una nueva ética en el amar: una condición para la Paz

'Ahora estamos a las puertas de edificar una nueva sociedad. Somos la generación que tiene la oportunidad de abrir los caminos de la paz'

Por: Colectivo Agrario Abya Yala
junio 24, 2016
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Forjar una nueva ética en el amar: una condición para la Paz
Foto: Carmela María
Hoy, luego de escuchar el acuerdo sobre el punto tres de la agenda de negociaciones en La Habana, referido al fin del conflicto armado en Colombia, sentí que los vientos de transformación nos llevarán a un nuevo destino como pueblo. Dicho de otra forma, que este anhelo de construir una paz estable y duradera, para bien o para mal, conllevará cambios. Rodeado por quienes hace algunos años fueron mis compañeras y compañeros en las aulas de la universidad pública más grande del país, de algún modo u otro privilegiados y hoy dedicados a la defensa de la vida desde múltiples orillas laborales e ideológicas, me he preguntado: ¿Cómo salir del eterno retorno al horror de la guerra que ha marcado nuestra historia? En este escrito he querido ofrecer una respuesta al interrogante formulado, aunque parezca reduccionista, en dos palabras: amor eficaz.
Con la convicción que no es suficiente terminar la guerra, sino que además es imperativo generar transformaciones de las estructuras de dominación sobre el otro y, para ello, debemos aprender una nueva ética en el amor capaz de respetar la diversidad, me permito plantear que el cese del fuego y hostilidades, bilateral y definitivo, acompañado de un cronograma para la dejación de las armas, es un avance esperanzador aunque peligroso.
Esperanzador porque hoy, como nunca antes, estamos convencidos del crecimiento de la hierba en tierra fértil, por lo que no podrán detener la primavera llena de flores en cada uno de los rincones que la muerte abandona; pero peligroso porque si no estamos dispuestos a sacrificar privilegios, quedamos expuestos a engañarnos con promesas de cambio inconclusas y no lograremos asegurar este paso definitivo hacia la paz.
De ahí que las reflexiones de Camilo Torres -en este contexto transicional (ojalá hacia la paz)- me resulten tan oportunas cincuenta años después de su muerte, pues recordemos que, según él, el cambio social toca con los grados de conformismo y estos, a su vez, dependen del compromiso con las estructuras vigentes y la conciencia que se tenga de las deficiencias en dichas estructuras.
La construcción de una paz sostenible implica una serie de reflexiones a propósito del nivel de compromiso que cada uno, cada una, tiene por agenciar cambios en su vida (pública y privada) renunciando a esos privilegios que nos han sido otorgados –aunque de forma asimétrica- por las estructuras. Uno de ellos, tal vez frecuentemente inadvertido, es la forma en que se nos ha inculcado a los hombres, desde un sesgo viril y masculino, que amar es poseer.
Aunque pasar del instinto al deseo nos ha puesto de presente el vacío de la otredad que siempre insiste en la diferencia, a pesar de nosotros mismos, todavía como sociedad hacemos una subvaloración del amor como fuente de transformación revolucionaria. En este aspecto, la importancia del feminismo para construir una nueva ética del amor es fundamental.
Es momento de resaltar que el amor como práctica política debe dar lugar al debate permanente en la intimidad y fomentar la democracia desde el respeto por la autonomía y la diferencia con el ser amado. Debemos buscar nuevas pedagogías para aprender formas de amar que no impliquen la dominación sobre la mujer y pasen por combatir una lógica patriarcal que nos ha hecho creer a los hombres dueños del cuerpo y la vida de las mujeres. Solo de esta forma el amor que damos puede ser sincero y verdadero, siendo eficaz.
Ahora estamos a las puertas de edificar una nueva sociedad. Somos la generación que tiene la oportunidad –también el compromiso- de abrir los caminos de la paz y para cumplir este objetivo, parafraseando ideas de Florence Thomas, necesitamos en el amor menos consumo y más contemplación, menos promesas de eternidad y más dudas, menos verdad absoluta y más escucha. La única certeza que tenemos es el cambio como posibilidad, si somos capaces de seguir vislumbrando utopías en el horizonte… esas que se construyen a diario desde nuestras cotidianidades.
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