Vivimos en una ciudad suigeneris, con un envidiable crecimiento económico privado en construcción, salud y educación, pero con una fama terrible de corrupción, caos institucional y desorden urbano. Estos días o casi todos los días, protagoniza los titulares por la efervescencia política que se cocina. Renunció, suspendido por la justicia, el último alcalde electo en octubre de 2011, que no se quería ir, tratando irresponsablemente de torcerle, sin desparpajo alguno, el cuello a la decisión del Consejo de Estado.
Ello implica automáticamente la convocatoria de nuevas elecciones el próximo 24 de noviembre. Las opciones no se han hecho esperar. Cinco alcaldes habrá tenido la ciudad este año. Qué vergüenza pública y desorden institucional. Un botón: al pasar por los predios de la antigua Licorera de Santander, un pasacalle sucio y casi derruido es símbolo de la desidia oficial: informa que Néstor Díaz entrega la universidad al municipio, que cinismo; sólo se aprecia la estructura de concreto medio terminada y abandonada; nadie conoció al contratista ni los detalles del proyecto. En cambio, se han pagado cumplidamente los anticipos con sus respectivas “mordidas”. No pasa nada ni nadie dice algo.
La disputa electoral será entre dos candidatos fuertes. Por un CARLOS ROBERTO AVILA, un joven abogado liberal con experiencia como funcionario público y concejal. Fue segundo en las elecciones pasadas con 21 mil votos sin maquinaria y sin sus amigos liberales, quienes ayer se reventaban de alegría tratando de congraciarse con él para quedar en la foto. Le acompañan líderes del polo, los verdes y conservadores inconformes con el candidato oficial, PEDRO JULIO SOLANO, el primer alcalde popular hace casi 25 años, quien a pesar de gobernar bien sin escándalos, para la mayoría de los votantes de hoy, tres generaciones después, es casi desconocido. No es el “alcalde para este tiempo”, de muy bajo perfil, demandado por supuestas inhabilidades, que inexplicablemente, aterrizó de vocero del continuismo y de la poderosa “tenaza corrupta” que tiene al municipio como “caja menor” y “finca de recreo”.
Representa solitario a la familia nepotista Díaz Mateus que le valió “un comino” pasar por encima de la democracia interna del conservatismo. Esto les genero una desbandada, como Ricaurte en San Mateo, “en átomos volando”, de todas las facciones hacia Carlos Ávila. La casa Aguilar a última hora desistió de candidato propio y decidió acompañarlo generándole cierta consistencia electoral. A pesar de no compartir la misma causa política, Néstor Díaz terminó embargado al gobernador Aguilar, quien ha venido usufructuando la multimillonaria contratación pública del municipio por intermedio de los “poderosos y enigmáticos”, hermanos Valderrama. Los demás aspirantes que se inscriban serán intrascendentes para la polarización que se avecina.
Finalmente tres apuntes sobre la ciudad para resaltar.
- Su dinamismo socioeconómico es producto de inversiones exclusivas del sector privado; la ciudad alberga los colegios privados mejor ranqueados por las pruebas ICFES del país, además de los multimillonarios megaproyectos en salud jalonados por Fundación Cardiovascular, UNAB, clínica Ardilla Lulle y Zona Franca.
- En la ciudad, quien ejerce el poder político real, dispone de los recursos, acelera o no los proyectos de inversión, no es el ejecutivo sino el concejo municipal. Es el “Rasputín” de la ciudad, se atraviesa, de la mano de redes de funcionarios, comunales y contratistas, como “vaca muerta”, a las iniciativas del alcalde y lo extorsiona para su aprobación a cambio de puestos y contratos públicos, a cuyos titulares les exige comisiones indignantes y parte de sus honorarios.
Es un poder vicioso perverso, que se disputa los votos de la gente en elecciones, “cabeza a cabeza”, que es legitimado por masas de ciudadanos, paradójicamente, concientes y funcionales a la corrupción, en las barriadas. A esta cáfila de actores, no les interesa quien es candidato, sino como amarrarlo y comprometerlo en función de sus intereses privados y poner los escasos bienes públicos a su favor; el futuro de la ciudad y la calidad de vida de la gente les resbala. Esta poderosa estructura de poder es la que tiene que cambiar, debe ser reemplazada radicalmente por el voto ciudadano y la movilización de las corrientes de opinión que, al parecer, se ven despertar, inesperadamente, como un “león dormido”. Ya lo hicieron, más allá de los resultados, eligiendo a Frank Giovanni González y Jairo Ulloa; esta vez se advierte algo similar en torno a Carlos Ávila.
Se percibe un fervor popular, un cansancio simbólico, un no “más de lo mismo”, una intención de romper la política. Esperemos, que no sea, como “el camino al infierno”, una carga de buenas intenciones. No hay que olvidar que la política tiene un componente pasional arrollador, y aquí hay mucho de ello. Los cambios son esperados como viaje de vacaciones, fiesta decembrina, aumento de salario o ganarse una rifa. Pero todo no es color de rosa como decía mi padre; hay atravesado un mortal peligro: un sector importante de este poder vicioso y perverso se ha movilizado, “songo sorongo”, a las carpas rojas de Ávila, y cómo en elecciones a nadie se le dice que no, allí están, silenciosos con sus garras afiladas, pelechando y acomodándose. El reto es que no terminen manejando la campaña, tomando decisiones estratégicas.
Hay que aislarlos y llegado el caso excluirlos. La principal decisión de gobierno de Carlos Roberto Ávila, si gana, llevar un mensaje claro y contundente contra la corrupción, de lo contrario se acaba la fiesta y de nuevo a soportar la resaca de la borrachera. Pobre Floridablanca, pero tampoco, tiene los gobernantes que se merece, porque la mayoría de los ciudadanos honestos que madrugan todos los días a trabajar, soñando lo mejor para sus hijos, se han marginado del mundo político, decepcionados, “mamados”, de tanta mentira y engaño; sin quererlo, le han dejado el espacio a las maquinarias que mueven, y con qué perfección, sus electorados en todas las elecciones.
Mientras tanto, la Virgen María, se vuelve a aparecer a pocas cuadras de la alcaldía y algunos interpretan que allí hay un mensaje contundente, amanecerá y vemos.
