El intelectual de nuestra América Eduardo Galeano denunciaba que nos quitaron la justicia y nos dejaron la ley, quiso decir, la ley del más fuerte, el darwinismo social, la triste supervivencia del más apto.
Los dos hombres más justos que ha tenido la humanidad fueron condenados por la justicia: Jesús y Sócrates, dijo el escritor uruguayo.
Otra vez el departamento de Córdoba es noticia por actos presuntamente delictuosos. Ahora se trata del exgobernador del departamento Alejandro Lyons Muskus y de Luis Gustavo Moreno Rivera, quien fuera el Director Nacional Anticorrupción de la Fiscalía General de la Nación.
El Fiscal Anticorrupción es investigado por presunta corrupción. Supuestamente recibió soborno de parte del exgobernador cordobés. Estos actos de aparente corrupción hablan muy mal de la Justicia de Colombia y de nuestro Ente Acusador.
He estado observando y leyendo las noticias sobre este particular. Y ya nada es sorprendente. Algunos medios han realizado reportajes especiales sobre cómo sucedieron los hechos que tienen al Fiscal Anticorrupción a las puertas de la extradición. Según ha trascendido, la DEA asimismo participó en las investigaciones.
“Capturan a Fiscal Anticorrupción por presunta corrupción”, “Así fue como el jefe anticorrupción mordió el anzuelo de la DEA” son apenas unos de los tantos titulares de los periódicos y revistas de circulación nacional.
Cabe mostrar cómo muchos funcionarios públicos se creen súper ciudadanos, cuando es al contrario, pues son ellos los subordinados, los que no se pueden equivocar, pese a que el ciudadano cometa errores. Tal vez son inferiores al resto de la ciudadanía. Están por debajo de la orden de la voluntad de la mayoría popular.
Pero —oh, sorpresa— en Colombia hay una creencia burocrático de pensar que el funcionario es un sujeto con un halo de superioridad, intangible, intocable.
Lo oficinesco ha engendrado la falsa tradición de que al funcionario público hay que estimularlo con regalos, con la gaseosita o con el pago de la propina. Eso es corrupción aquí y en la Conchinchina.
El funcionario público se debe a los ciudadanos. Es su obligación ser transparente, honrado, agradable, respetuoso y diligente. No hay que regalarle gallinas ni dinero, ni nada de eso. No está bien hacerlo, aunque parezca que es anormal.
De pronto, por eso Max Weber recomendaba la impersonalidad del cargo en su Teoría de la Burocracia. Los funcionarios públicos no deben ser muy amigos de los políticos, porque eso socava la operatividad de los procesos.
La entrega de dádivas a los funcionarios del Estado en Bogotá no se hace de manera tan ramplona, ya que todos los Entes de Control del Estado están allá, gracias al centralismo. Pero vayamos a los pueblitos más olvidados de Colombia a ver cómo suceden las cosas.
La propia Fiscalía General de la Nación está llevando a cabo una depuración interna. Hay cerca de 800 investigaciones contra funcionarios y 47 funcionarios capturados, informó Caracol Radio.
Los campesinos de Boyacá saben que a veces una papa podrida puede dañar todo el bulto.
Cuando la sal ya no sala, es decir, cuando la sal se corrompe la situación se torna preocupante. Solo queda confiar en que Colombia todavía continúa siendo un Estado Social de Derecho, por lo menos es lo que dice la Constitución Política.