First Reformed (2017): ¿Entre depresión, culpa y remordimiento cabe la esperanza?

First Reformed (2017): ¿Entre depresión, culpa y remordimiento cabe la esperanza?

Al Filo del Tiempo presenta un filme de Schrader, sobre el dilema de un hombre que de trabajar con la palabra quiere pasar a la acción, así sea de terrorista

Por: Luis Carlos Muñoz Sarmiento
marzo 01, 2022
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First Reformed (2017): ¿Entre depresión, culpa y remordimiento cabe la esperanza?

El sabio auténtico, si existe, seguramente no escribe, no sermonea a las multitudes: se contenta con vivir y eso le basta. LUC FERRY en Vencer los miedos – La filosofía como amor por la sabiduría.

Nada fácil ni sencillo abordar este filme del muy conocido como guionista de Sydney Pollack (1934-2008) (The Yakuza, 1975); Martin Scorsese (Taxi Driver, 1976; Toro salvaje, 1980; La última tentación de Cristo, 1988, Vidas al límite, 1999); Peter Weir (The Mosquito Coast, 1986), antes que como crítico de cine (1968/72) en L. A. Free Press, Cinema, Film Comment, Quarterly y cineasta, ya con más de 20 filmes a cuestas. Entre ellos el que hace parte del ciclo Cine y Alcohol del cine-club Al Filo del Tiempo, que se emite desde la columna La Fábrica de Sueños: First Reformed (2017) o La Primera Reformada (retitulado El reverendo), en tanto tiene que ver con la fe calvinista que profesa Schrader y que puede llamarse también protestantismo reformado o iglesia reformada, cual es el caso de aquella iglesia fundada en 1767 y hoy venida a menos: de la que no obstante se pretende celebrar, desde la diégesis del filme, sus 250 años de existencia. Todo, fincado en la esperanza (entre depresión, culpa y remordimiento) e incluso haciendo una puritana/equívoca condena a la Yihad musulmana.

En 1972, Schrader escribió su libro El estilo trascendental en el cine. Ozu, Bresson, Dreyer (1), que se remitía a los cineastas japonés, francés y danés, desde una doble óptica: el ánimo de expresar lo metafísico y la forma de ser del medio cinematográfico mismo. Allí dijo: “La crítica del arte trascendental es un proceso de autodestrucción. Lucha constantemente con una contradicción: la representación de lo inefable”. A ello habría que agregar a Erich Oswald von Stroheim, quien entraña como pocos ‘el cine de la crueldad’, tal como el padre putativo de François Truffaut, André Bazin (a quien aquél le dedicó su primer filme Los 400 golpes tras su muerte el 11.nov. 1958 y cuyo rodaje había empezado el día anterior: A la memoria de André Bazin), titula su libro, en el que incluye a otros maestros de la crueldad: Carl Dreyer (el autor de Ordet o La Palabra y La pasión de Juana de Arco, entre otros filmes), Preston Sturges (The Lady Eve, con Barbara Stanwyck y Henry Fonda), Luis Buñuel (Nazarín, con Paco Rabal), Alfred Hitchcock (La soga) y Akira Kurosawa (Ikiru o Vivir).

Para apreciar el cine de Stroheim, como el de Schrader, es preciso contemplar un proceso psicológico, incluso psicoanalítico, único en los anales del cine. Una especie de miedo, incluso de pánico, de ‘horror sagrado’, que lleva al espectador como por un tobogán a los infiernos del cine. Como escribe Bazin, para explicar la ‘mise en scène’ o puesta en escena de Stroheim sería conveniente apelar antes a una suerte de psicoanálisis del personaje: en ella se percibe fácil, a través de su obra, el dominio de la obsesión sexual y el sadismo y que transcurre bajo la doble égida de la violencia y la crueldad.

En el caso de Schrader y, en especial, de El reverendo, cabría agregar el masoquismo de Ernst Toller en el epílogo, cuando abandona su prurito terrorista para pasar a ofrecer un final menos tortuoso para un filme marcado por el caos terrenal, el drama personal debido a la transustanciación/transferencia de intenciones del guionista al ambientalista Michael Mensana y de ahí al protagonista Ernst Toller: en fin, por una impronta, que oscila entre apocalipsis y depresión, determinada por la incertidumbre existencial, la crisis ambiental y ante todo por el recalentamiento global, víctima de un sospechoso/cómplice silencio, aunque muy evidente, del sistema capitalista.
Si se analiza filmes como American Gigoló (1980), con Richard Gere en el rol principal; Cat People (1982) o El beso de la pantera o La marca…, con Nastassja Kinski y Malcolm McDowell y ahora en First Reformed, con Ethan Hawke (el Todd Anderson de Dead Poets Society, que vence su timidez con la poesía) y Amanda Seyfried, encarnando a Ernst Toller y a Mary Mensana: solo faltaría agregar ‘mens sana’ y a ello ‘in corpore sano’, pero no cabría aquí en tanto es un personaje presa de la enfermedad, del miedo y de la angustia. Y con Philip Ettinger como el citado Michael Mensana, el hombre que se vuela el cerebro con un fusil de alto calibre y lega su chaleco explosivo a Toller, una forma indirecta de recordar a Theodore Kaczynski (Chicago, 1942) el tristemente célebre Unabom por derivar de ‘University and Airline Bomber’, es decir, ‘Bombardero de Universidades y Aerolíneas’, por el caso que luego dio lugar a que los medios masivos de (des)información lo apodaran ‘Unabomber’. (2)

“Si existe hoy un cine de la crueldad, él [Stroheim] es su inventor”, advierte Schrader en El estilo trascendental en el cine. (3) Así, ya no solo Renoir, en La regla del juego (1939), v. gr., sería continuador de la obra de Stroheim; o el plano/secuencia de Welles en Citizen Kane (1941) resulta consecuencia externa de la narrativa del autor de Avaricia (1923/25): ahora Schrader deviene otro continuador del trabajo del austriaco nacionalizado gringo. ‘Sólo sé hacer películas corrientes’, señala en Una conversación con Paul Schrader, por Kevin Jackson. (4) Su abandono del oficio de crítico lo decidió al escribir la Introducción a El estilo…: “La crítica del arte trascendental es un proceso de autodestrucción. Lucha constantemente con una contradicción: la representación de lo inefable”; y a lo que cabría llamar un ‘proceso personal de secularización’: en su choque contra la rígida educación de infancia, su renuncia total al calvinismo solo sería posible con una última huida de la palabra.

El cine de Schrader se ha movido entre la desesperación, el desenfreno y la esquizofrenia y El reverendo se relaciona tanto desde la temática como desde su realización con por lo menos tres de sus autores predilectos: Robert Bresson y su filme El diario de un cura rural (1950), basado en la novela homónima de Georges Bernanos, la historia del joven cura de Ambricourt, encarnado por Claude Laydu en la que se considera una memorable actuación de la historia del cine, que apenas salido del seminario va a su nueva parroquia, pero es persona no grata (su paralelismo con El reverendo es evidente): al iniciarse su ministerio se desinteresa de lo terrenal/material, muestra ser proclive al misticismo y descuida su salud: sufre de males estomacales, herencia filio/alcohólica que lo lleva a comer solo azúcar y pan y a tomar mal vino (que es lo que dice Toller que toma, aunque sea whisky, mientras escribe y sermonea pues no le basta con vivir) y lleva un diario en el que plasma los líos con que se topa para ser aceptado por la feligresía de Artois; Carl Dreyer y La palabra (1955), sobre la que se volverá; I. Bergman y Los comulgantes (1963).

Esta, la historia de Tomas Ericsson, pastor de la iglesia de Mitsunda que al celebrar misa cuenta con pocos para comulgar: Märta Lundberg, examante de Tomas y maestra de escuela, el pescador Jonas Persson y su esposa Karin. Lo que de por sí lleva ya a ese otro filme trascendental de un representante del cine de la crueldad: el citado Carl Theodor Dreyer, justo con Ordet (1955), filme inefable si los hay.

La palabra es la historia de un Cristo vivo, mientras la que figura en el Evangelio es la de un Cristo muerto, como se dice al final. Filme en b/n que se inicia en las dunas de un pueblo danés. Surge Johannes, 27 años y ‘demente sin remedio’ que en su delirio se cree Jesús, como lo ratifica su hermano Mikkel. Uno resucitado, pero no crucificado, salvo por los demás y en tanto metáfora. Una panorámica muestra la casa Borgensgaard, guiño a Kierkegaard, cuya impronta ha marcado a Johannes. Y empieza su discurso, entre mesiánico y lúcido:

“¡Ay de ustedes, hipócritas, y de sus dudas! ¡Ay del que no crea! ¡Pero, solo los que tienen fe serán admitidos! Luego dice: ‘Yo soy la luz del mundo, pero eso no lo entienden las tinieblas’. Morten, el padre de Johannes piensa que lo que necesitan en la granja es un hombre que sacuda a la gente. Y al surgir la pugna entre el escéptico Mikkel, casado con Inger ocho años atrás, y Morten, brota a su vez el conflicto central: Anders se enamora de Anne, hija del sastre Peter Petersen, los pobres de la comarca. El núcleo argumental salpica al protestantismo danés, el cual no admite más milagros que los atribuidos a Jesús. Al confrontar esta tesis oficial de la Iglesia danesa, Dreyer expone un caso de resurrección milagrosa en una aldea al oeste de Jutlandia, con el rigor con el que expuso en Días de ira (1943) cómo los curas en su bondad queman a una ‘bruja’ por el ‘bien de su propia alma’. (5) También, señala una pugna entre familias por su origen y posición de clase. A su modo, una neoversión de Romeo y Julieta, pero a la danesa, aunque aquí el nudo está en la religión, no en la lucha de clases.

Por esto, se considera que Dreyer es el único director en la historia del cine que ha abordado los temas nodales de la religión, desde la óptica cristiana con singular atrevimiento, sentido crítico y labor de búsqueda. Y lo hace a partir de un kammerspielfilm o cine/teatro/de cámara, voz creada por Max Reinhardt y que bañó al expresionismo alemán de 1920 y 30. La palabra muestra el antagonismo entre dos grupos de la Iglesia danesa, dos estilos de cristianismo: los de Peter Petersen, el sastre, y Morten Borgen, el padre de Johannes, Mikkel y Anders, suegro de Inger y abuelo de Maren y Lilleinger. La tendencia de la Misión Interior, de Petersen, está inspirada en la piedad y la renuncia y se centra en la conversión y subjetivismo de la salvación: ver testimonio de Mette Marie, durante una reunión del grupo.

Para sus miembros, todos aquellos que no han sido encontrados por Cristo, así estén bautizados, son réprobos y condenados al infierno. A estos cristianos fanáticos e intolerantes, el luterano Kaj Munk opone los que representa el viejo Mikkel Borgen (Morten Borgen en el filme), seguidores del obispo Grundtvig, segundo reformador de la Iglesia danesa detrás de Hans Tausen, cuyo retrato cuelga en el salón de la casa de campo Borgensgaard del filme de Carl Th. Dreyer.

Al respecto, en la entrevista con Schrader, Kevin Jackson cita lo que Roy Anker señala a propósito de su abandono como crítico de cine: “Su tradición buscaba la abstracción en las palabras (the Word) pero él [Schrader] decidió optar por la luz (the Light) que animaba e iluminaba la narración visual y que, además, le permitió introducirse en los rincones más oscuros de la vida cotidiana”. (6) Tres grandes filmes de Schrader, en su paso de crítico a ‘hacedor’ de cine son: Light Sleeper (1991) o De sueño ligero, mal traducido como Posibilidad de escape; Affliction (1997) o Aflicción; y The Walker (2007) o El caminante.

En efecto, como lo permite ver El reverendo y que a la vez permite percibir la transustanciación autobiográfica, la historia del párroco Toller, por vía del que tal vez es el primer género literario, el diario, así como por vía de la redención (como en La última tentación de Cristo) o de la culpa o del remordimiento (como en Scorsese en general), le permite al espectador, incluso lo impele, a introducirse en los rincones más oscuros de la, de ‘su’, vida cotidiana.

Aunque pueda haber mucho de personaje víctima de la dureza, la crueldad, el sadismo, también es posible advertir al ser humano contradictorio por naturaleza, con un corazón habitado al tiempo por el desprecio, al tratar a su ex mujer, Esther, como un ‘vómito’, y la ternura, al acercarse de a poco a Mary, esa especie de Pietá cristiana embarazada, capaz de acoger a Michael y a Toller y tras la muerte de aquél solo a éste de una manera radical, hasta terminar por buscarlo por todos los medios que sean necesarios.

Hasta que cae en sus redes, mitad místicas, mitad realistas, como cuando levita con él y debajo de sus cuerpos etéreos, en tanto intangibles/sublimes, se asiste al apocalipsis por el deterioro del planeta atestado de basuras, con América Latina inundada de ‘residuos plásticos’ por Estados Unidos (7); millones de Has calcinadas a propósito, para cambiar la razón y el uso del suelo, como en Portugal, Estados Unidos (con California y Texas a la cabeza), Argentina (con tierras usurpadas a los Mapuches, por Luciano Benetton, Joseph Lewis y otros billonarios) (8); cientos de fábricas (como ya se había visto en El eclipse, de Antonioni) expeliendo CO2 por sus chimeneas; en fin, el mundo dominado por ese nuevo opio del pueblo, esa nueva/rara religión que es la cocaína (incluso con la que hoy la gente no se droga sino que por ella muere [9], así como pasa con gran parte de la comida, que no alimenta sino enferma) y los miles de millones de adictos a las drogas ‘legales’ y a otras no tanto y a unas más ‘legalizadas’ para diezmar a la Humanidad hasta un 15 o 20 %, como dijo el ‘filántropo’ de cuyo nombre no quiero acordarme, aunque ya se sepa.

A aquellos directores del ‘estilo trascendental’, Schrader opone un combate con los miembros del ‘cine de autor’. Con dicho estilo, para Schrader, ‘la idea principal que se violaba era la noción de ‘realismo psicológico’ (forma básica de narración) que juega con la posible identificación con los personajes o con su rechazo. Cuando se intenta ir en contra del realismo psicológico en el cine ‘todo se vuelve muy complicado y, por eso, el estilo trascendental es tan poco común’.

El reverendo es un filme sobre el dilema moral y, más allá, ético, de un hombre que de trabajar con la palabra quiere pasar al terreno de la acción, así sea terrorista. Pero que al ver que Mary incumple el acuerdo de no ir al evento que conmemora 250 años de ‘La Primera Reformada’ o cristiana/calvinista, no le queda otro remedio que recular en su intento… y, flagelarse con un alambre de púas para después comprender, de modo razonable, que la mejor senda revolucionaria, el camino más indicado para torcerle el pescuezo al ‘gallo’ de la degradación, de la podredumbre, de la corrupción, es el amor. El arma más eficaz para si no se les puede cambiar el corazón a los seres humanos, al menos queda la opción de dañarles la cabeza: y aquí ‘dañarles’, cobra por primera vez un único/real sentido positivo.

Ernst Toller se halla sumido en una grave crisis existencial, toma mucho whisky mientras escribe su diario y luego cuando el pastor negro Joel Jeffers le muestra la preocupación de todos, no solo de él, por su salud, miente y le dice que apenas toma vino: a propósito, Jeffers lleva en su lomo el raro fardo de representar la connivencia de la Iglesia calvinista/protestante con los ‘poderosos’ (como Ed Balk y su arrogancia/prepotencia) que llevan al planeta y con ello a la Humanidad hacia el abismo. Así, el propio Schrader diga que ‘Cedric ha estado en el escenario; [que] estaba en El búfalo americano. Nuestra propensión a estereotipar a los hombres de fe es extraordinaria, especialmente a los hombres blancos de fe. Luchando contra ese estereotipo, ¿cómo no termino con Pat Robertson? Así que estaba buscando a alguien para romper el estereotipo…’ Aquí, se refiere al arzobispo de la Misión Carismática Internacional, tan cercano a fraudes electorales y a Uribe, y quien ‘decretó’ en 2005 el crimen (por un cáncer inducido vía nanotecnología) de Hugo Chávez (2002/13), como se deriva de la entrevista realizada por Greg Palast: “Si cree que queremos asesinarlo —dijo Robertson— pues creo que tendríamos que poner manos a la obra y hacerlo. Es mucho más barato que desencadenar una guerra… y no creo que el suministro de petróleo se interrumpiera”. (10)

Dicha crisis, para volver a Toller, lo pone al inicio en los límites de su salud mental y corporal y al final en la ruta de la auto marginación, cuando decida emular a Mensana y ubicarse en los extramuros de un planeta en ruinas, de una sociedad en decadencia, de un pueblo acosado por la hipocresía y el arribismo de su gente, con su estrato infumable y una Iglesia que pese a la apariencia se cae a pedazos, así el órgano haya vuelto a sonar y de ahí el chiste ‘gringo’, sin tino, narrado en el filme. Para el cual Schrader dijo que se inspiró en Ida (2013), del polaco Pawel Pawlikowski, a fin de filmar en una relación de aspecto 1.37:1 (35 mm) pues ‘impulsa las líneas verticales, por lo que se obtiene más del cuerpo humano en el cuadro’. (11) Lo que más que una consideración técnica, constituye otra en beneficio de los personajes.

Así este filme, El reverendo, sugiera que va en búsqueda de la redención por ese cura que por momentos se pone en el lugar del Otro, pero que de todas formas es una oveja descarriada; así se pretenda reflejar la experiencia de alguien que en teoría se mueve entre la compasión y la empatía, termina por ser más fuerte la imagen del hombre/cura que maltrata/humilla a su ex mujer, en una escena cuya violencia es de modo malévolo proverbial. Con lo que dicha vorágine termina por ofrecer una escalada de la teoría torcida al hecho desquiciado tan propio del ideario schraderiano.

Solo en el epílogo, todo hay que decirlo, se permite tener una idea más positiva, menos tortuosa/estresante que la de la mayoría de los filmes del cineasta que antes fue guionista y más atrás crítico de cine. Para lograrlo, Schrader se apoya en la figura de Thomas Merton (1915-1968) monje francés trapense (por la Orden de la Trapa, orden monástica católica reformada), teólogo, escritor (con más de 70 libros de su autoría sobre budismo zen, taoísmo y su nexo con la fe católica), místico, activista y especialista en religión comparada gringa. Pionero del diálogo con prominentes figuras espirituales de Asia, entre ellas el Dalai Lama, el escritor japonés Daisetsu Suzuki, el monje budista tailandés Buddhadasa Bhikku (1906-1993) y el monje budista zen vietnamita Thích Nhất Hạnh (1926-2022), escritor, poeta y activista nominado en 1967 por Martin Luther King para el Nobel de Paz. En 1972 devino refugiado político en Francia por oponerse a la guerra de Vietnam. (12)

Para concluir, El reverendo describe la culpa y el remordimiento calvinista/protestante de un capellán exmilitar convertido en sacerdote, con marcado tono de depresión para dejar a su paso una impronta bastante pesimista/realista, la del optimista bien informado, sobre la incertidumbre humana en tiempos de la epidemia vuelta pandemia, del virus hecho negocio, de la vacuna vuelta sello de apartheidismo, en fin, de la Tierra al garete en la que el desespero entraña ese lujo de los que anteponen el interés propio al ajeno, del que hablaba el místico Merton, citado no sin razones en el filme de Schrader, filme que acaba por darle una estocada a quien habla en términos peyorativos de la Yihad musulmana sin tener nada claro acerca del asunto. Como cuando habla de la pregunta clave del filme, al referirse a Michael Mensana.

“¿Es ante todo un ambientalista o tiene otra aflicción, que sería [lo que Kierkegaard llamó] ‘la enfermedad de la muerte’? Y eso parece ser lo que tiene cuando le habla al joven y le dice: ‘Todos nos despertamos en medio de la noche con la enfermedad de la muerte’. [Avanza] por un camino muy egoísta hacia la oscuridad. Escribe en un diario durante un año, ignora su salud, bebe, y luego aparece […] este hijo sustituto, esta segunda oportunidad de hablar con su hijo, y se va al sur. Pero lo que obtiene de ese chico es el virus de una vida significativa. ‘Mi muerte ya no será un acto egoísta ni solitario.

Será al servicio de una causa mayor. Seré ennoblecido por mi muerte’. Le dice eso a Mary cuando habla de su abuelo, que dijo: ‘Quítame los zapatos, estoy parado en tierra santa’. Él dice: ‘Pienso en esa historia cuando pienso en Michael porque creo que estaba parado en tierra santa’. ¿Tienes idea de lo blasfemo que es esto? [Dice] que este chico que se suicidó está en tierra santa y lo hace por el Señor. Bueno, eso es yihadismo”. (13) Pues bien, esto no es yihadismo si se revisa ciertas fuentes primarias/autorizadas que no especulan con la fe o con las creencias ajenas y lejanas.

En la forma más sencilla, ‘Yihad’ deriva del verbo árabe ‘yahada’, esforzarse, realizar una labor muy difícil y, ante todo, luchar por la causa del Islam. También, llevar una vida ética/virtuosa defendiéndolo a la vez que luchando contra la injusticia y la opresión, lo que no obligada ni necesariamente implica una ‘guerra santa’, como dice la Yihad occidental, esa que hace la guerra y produce revoluciones de colores por doquier. Para Tariq Ramadan, intelectual suizo, yihad nunca significa ‘guerra santa’, a fin de imponer/propagar el Islam por todas partes. De hecho, yihad y qitâl, ‘lucha armada’, significan lo opuesto de lo que se suele pensar: en lugar de ser armas para justificar la guerra, son más bien los medios aplicados para lograr la paz mediante la resistencia a la agresión injusta. Quizás Schrader desconoce las agresiones injustas de EEUU a pueblos musulmanes del mundo: Afganistán, Irak, Libia, etcétera. Además, en Occidente ‘yihad’ se traduce por ‘guerra santa’, pero especialistas en estudios islámicos señalan que estos términos no son sinónimos. Distintos autores musulmanes rechazan esta aproximación al acentuar la connotación no castrense/milica de la voz yihad.

Steven Prokopy le pregunta a Paul Schrader si hay lugar para la esperanza en El reverendo. Éste sostiene algo que quizás sea lo único que pudiera reconfortar: “Bueno, tienes que elegir tener esperanza. Camus dijo una vez: ‘No creo; elijo creer’. Creo que es posible elegir tener esperanza, pero no sé si es posible tener esperanza. Algunas personas pensaron que el final de esta película fue la intervención de la gracia de Dios en la vida de una persona. Hablé con Nick Cage al respecto y me dijo: ‘Creo que vive. Creo que ella lo salvó. Eso es lo que quiero creer’”.

Habrá que ver lo que se puede creer. Si se puede tener esperanza de cara a un filme que se mueve entre depresión, culpa y remordimiento. Si es dable confiar en intromisiones divinas en la vida de la gente en un mundo cada vez más laico, menos ideologizado y poblado de Fake News generadas por quienes en todo ven conspiraciones, pero no que son los que las producen: ver el programa La Base #1 – El poder mediático, liderado por Pablo Iglesias. (14) Para cerrar, ¿puede creerse que Mary Mensana salvó a Ernst Toller, un capellán exmilico que, como Michael, piensa que su muerte no será un acto egoísta/solitario, que estará al servicio de una causa mayor, que está convencido de que lo ennoblecerá, sin que a la postre la asuma, debido en todo caso más a los imponderables de la vida que a una postura radical?

A Santiago, hijo adorado, escéptico como su padre, sin que ello entrañe conflicto/sufrimiento alguno.

 

Notas, enlaces y bibliografía

(1) SCHRADER, Paul. El estilo trascendental en el cine: Ozu, Bresson, Dreyer. Edición original: University of California Press, 1972. En español: Ediciones JC, Madrid, 1999, 208 pp.
(2) Manhunt: Unabomber o I temporada de la serie televisiva dramática gringa creada por Andrew Sodroski, que se estrenó el 1.ago.2017 por Discovery Channel y el 12.dic.2017 por Netflix.
(3) SCHRADER, 1972: 29.
(4) Una conversación con Paul Schrader, por Kevin Jackson, PDF: 12 pp.: 2.
(5) http://www.sigueme.es/docs/libros/ordet-la-palabra.pdf
(6) ANKER, Roy. Deliver Us from Evil, Books & Culture, jul/ago, 1999.
(7) https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-59874573
(8)https://socompa.info/noticias/el-escondido/?fbclid=IwAR3vucpoGC2zye_kbFtODq6LTzIbtzk1xH661RQoUMJ20D7_RSXPoS5h3fY
(9)https://www.elespectador.com/mundo/argentina-cocaina-adulterada-deja-24-muertos-y-23-personas-internadas/?fbclid=IwAR1iWOiyV0bLINGCQlMWYEPwIxzn_KAKYbGvj67MM2YBU9HUKyB19bcXLTg
(10) https://www.voltairenet.org/article143578.html
(11) https://www.slashfilm.com/558491/paul-schrader-interview/
(12) https://www.dw.com/es/muere-thich-nhat-hanh-el-monje-budista-que-llev%C3%B3-el-mindfulness-a-occidente/a-60523650
(13) Íbidem nota 11, entrevista de Steven Prokopy con Paul Schrader.
(14) https://www.youtube.com/watch?v=5M6Z881Wo_w

FICHA TÉCNICA: Título original: First Reformed. En español: Primero reformado / La primera reformada / El reverendo. País: EEUU. Año: 2017. Formato: 35 mm; color; 113 min. Género: Drama / Suspenso. Dir. y Guion: Paul Schrader. Mús.: Brian ‘Lustmord’ Williams. Fot.: Alexander Dynan. Mon.: Benjamín Rodríguez Jr. Prod.: Jack Binder / Greg Clark / Victoria Hill / Gary Hamilton / Deepak Sikka / Christine Vachon / David Hinojosa / Frank Murray. Int.: Ernst Toller (Ethan Hawke); Mary Mensana (Amanda Seyfried); Joel Jeffers (Cedric Kyles o Cedric The Entertainer); Esther (Victoria Hill); Michael Mensana (Philip Ettinger); Edward Balk (Michael Gaston); John Elder (Bill Hoag). Productora: Killer Films / Omeira Studio Partners / Fibonacci Films / Arclight Films / Big Indie Productions. Estreno: 18.may.2018. Se proyectó en festivales internacionales de cine: los de Nueva Zelanda y Melbourne.

* (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín de EE, 2012, y columnista, 23/mar/2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, en coautoría con Luís E. Soares, fue publicado por UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra)colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución fue lanzado por UFES, el 20/feb/2021. Autor, traductor y coautor, con Luis E. Soares, en portal Rebelión, EE y Las2Orillas. E-mail: [email protected]

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