La entrega por parte del Dane de las cifras de pobreza de Colombia para el 2016 ha causado toda clase de especulaciones. El Gobierno las presentó mostrando en primer lugar la tendencia decreciente de las dos mediciones desde que se inició el gobierno Santos, 2010, y los opositores a su vez, resaltan que la pobreza monetaria aumentó precisamente en 2016. Se ha generado una confusión y por ello es importante poner el análisis en su verdadera dimensión.
Claro que Colombia es un país pobre, por cualquier forma como se mida esta carencia, o bien con ingresos suficientes o con oferta de bienes públicos como educación y salud, entre otros. El único lugar del país que tiene la pobreza por ingresos en los niveles que debía mostrar el promedio de Colombia, no es ni Bogotá, ni Medellín y menos Barranquilla o Cali. Se trata de Bucaramanga, que tiene un índice de pobreza del 10 % y prácticamente no tiene indigentes, dado que la extrema pobreza es de 1,2 %. En contraste, los promedios nacionales son 28% y 8,5 %. También es cierto que este indicador —que mide la capacidad adquisitiva de la población para atender sus necesidades básicas— no es el de mostrar, porque este porcentaje se elevó con respecto a 2015 cuando fue de 27,8 %.
Sin embargo, no puede negarse que, tal como lo afirma el gobierno, desde el 2010 se evidencia una tendencia decreciente en la proporción de la población colombiana que está afectada por este flagelo, que ha venido descendiendo significativamente, especialmente en pobreza multidimensional —que mide el acceso de la población a bienes públicos—. No obstante, en cuanto a la pobreza por ingresos en 2016, es una realidad que se ha descendido significativamente, pero que hubo un leve aumento en el 2016 que obedece a dos razones: primero, inflación alta durante ese año, que ahora se reduce lentamente; y segundo, el paro camionero que redujo la oferta de alimentos, lo que golpea mucho más a la población de bajos ingresos porque gran parte de su gasto es en ese rubro.
Dos cosas deben aclararse: Colombia aprendió a bajar pobreza y seguramente seguirá descendiendo, pero ese resultado no es suficiente. Esto es necesario reconocerlo por parte del gobierno y de todo el país. Mientras la pobreza decrece, la concentración del ingreso —que es vergonzosa en nuestro país—, mejora muy poco. En síntesis, la tarea de reducir al mínimo posible los indicadores de pobreza no ha terminado y aún falta mucho. Por otra parte, la tarea de mejorar la distribución del ingreso de manera que Colombia no siga siendo uno de los más injustos del planeta, está por hacerse. Y en eso el gobierno no debe mostrarse satisfecho. Es fundamental recordar que se puede bajar pobreza e inclusive aumentar la concentración del ingreso y la riqueza, ¿cómo? Fácil, se les da a los pobres, pero se les da más a los ricos.
Seguimos siendo un país con demasiada pobreza, y es fundamental
que las tendencias decrecientes que han predominado, con excepción del 2016,
no solo continúe, sino que se acelere
En conclusión, seguimos siendo un país con demasiada pobreza, y es fundamental que las tendencias decrecientes que han predominado en los últimos años, con la excepción mencionada en el 2016, no solo continúe, sino que se acelere. Estamos aún lejos de tener una sociedad mayoritariamente de clase media, que es lo deseable. No obstante, así los organismos internacionales nos feliciten por lo bien que lo estamos haciendo, la verdad es que apenas estamos empezando muy lentamente, el descenso absolutamente imprescindible de acabar con esta aberrante concentración de los beneficios del crecimiento en los pocos de siempre.
Dos notas adicionales: al gobierno se le ha olvidado reconocer que las mujeres en este país son en promedio más pobres que los hombres y algo igualmente importante: la proporción más alta de la población colombiana —cerca del 36 %—, es vulnerable, más que los pobres y que la aún pequeña clase media. Y este amplio sector que acaba de superar la línea de pobreza puede fácilmente volver a caer ante cualquier cambio negativo en la economía o en su situación familiar. De llegar a hacerlo, tendríamos dos tercios de la población otra vez pobre; es decir, perderíamos 50 años de desarrollo. Nadie está planteando seriamente lo que debe hacerse para evitar esta hecatombe, porque no será con subsidios directos como se resolverá esta situación. Y sobre esto el gobierno no dijo ni mu.
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