Con la nueva tendencia política en el país de ir por firmas muchos “analistas” han vaticinado ese nuevo fenómeno como el fin de los partidos políticos, muchos lo ven como algo positivo, puesto que la gente deja de creer en partidos políticos, lo ven como el nacimiento de una “nueva conciencia política”. Nada más alejado de la realidad, al contrario yo llamaría este fenómeno el resurgimiento de los mismos políticos.
El fin de los partidos políticos o una nueva conciencia política significa fundamentalmente que sus figuras o lideres dejan de ser vigentes, atractivos para la población, o sea se vuelven obsoletos, o como se dice popularmente “se queman políticamente”. Sin embargo, el actual fenómeno que estamos viendo no es así, puesto que vemos los mismos políticos tradicionales solo que recogiendo firmas. Cierto es que el partido al que pertenecen ha logrado mucho nivel de desprestigio al punto que nadie cree en lo que representan, pero la estructura burocrática partidista no es el problema en sí misma.
Me explico mejor, un partido puede ser el partido más corrupto del país, su nivel de desprestigio puede ser gigantesco, pero en sí el partido no es el corrupto, puesto que es una figura simplemente jurídica, no puede actuar por sí misma, son sus militantes quienes le dan vida y son estos quienes realizan actos de corrupción. En el actual panorama, muchos o todos de estos políticos corruptos tradicionales aún siguen vigentes, tanto que decidieron lanzarse por firmas, entonces estamos ante los mismos, solo que bajo otro nombre. La corrupción de un partido o institución no está en el nombre, un partido o movimiento puede llamarse “Ladrones de Colombia” y aunque seguramente nadie vote por ellos, todos sus militantes pueden ser honrados, como también otro puede llamarse “Frente Amplio Contra la Corrupción” y todos sus militantes pueden ser los más ladrones del continente.
Miente quien diga ya sea porque le conviene inculcar esta mentira o por despistado que estamos ante el fin de los partidos políticos y mucho menos ante una nueva conciencia política. Al contrario, estamos ante una antigua estrategia política de quienes han tenido el poder siempre de cambiar nombres y fundar nuevas estructuras a nombre del cambio o la renovación política. Solo hay que revisar la historia para ver que los líderes de Cambio Radical, Centro Democrático y el Partido de la U son nietos directos de la hegemonía Liberal-Conservadora y que dichos partidos surgieron de rupturas dentro de esas 2 colectividades ante el alto nivel de desprestigio que alcanzaron. No hay diferencia entre una colectividad que se llame Cambio Radical o Mejor Vargas Lleras si los militantes y líderes siguen siendo los mismos de siempre.