El 21 de octubre de este 2016, algunos con el privilegio de contemplarlo a tan solo unos metros de distancia, otros conformándonos con los múltiples reportes de los aficionados que momento a momento registraban con sus cámaras, pudimos ver que POR FIN llegó el tren a La Dorada. Pasaron varios años, tal vez desde que la última locomotora se despidiera con su clásico zumbido, pero muchos no dejaron de esperar y de trabajar para que llegara este momento. La llegada del tren, así sea en un viaje de prueba, parece empezar a materializar este sueño.
Aún resuenan en mis oídos las palabras del Presidente de la República, Juan Manuel Santos, cuando en uno de los acuerdos para la prosperidad que se realizó sobre infraestructura, desde La Dorada dijo que reconociendo la ubicación geoestratégica no solo de Colombia sino de América, el país le tenía que devolver a La Dorada la multimodalidad que en otros tiempos ésta le había ofrecido a Colombia. Con la llegada del tren y el regreso de las expectativas por un desarrollo multimodal para La Dorada y la región Central de Colombia, también llegan los enormes retos, no solo técnicos como los de los de ingeniería, planeación, economías del transporte, carga, entre otros, de los cuales Gonzalo Duque, un ilustre investigador de la Universidad Nacional ya ha hablado suficiente, aunque no se le haya escuchado y leído con detenimiento.
Quizá esos no sean los mayores retos pues se pueden solucionar justamente desde las previsiones técnicas como las que plantea el profesor Duque. Tal vez el mayor reto y al que poco se le presta atención es el reto social que este desarrollo implica. La urgencia no es que llegue el tren, o que lleguen los barcos. El desafío está en que esto traiga reales y tangibles beneficios para la gente, para el territorio.
No se puede solo pensar en centros logísticos y portuarios ni menos en un mero crecimiento económico. Se debe ir más allá, pasando del crecimiento al desarrollo económico y de éste al desarrollo humano. Ese desarrollo que elimina las brechas de la pobreza, que trae equidad, que no arrasa con el medio ambiente.
Si la llegada del tren no es más que una escaramuza previa al inicio de las campañas electorales del 2018, deberíamos estarnos preguntando cuánta gente más va a llegar a La Dorada (algunos dicen que en 10 años se duplicará la población, es decir un crecimiento demográfico del 100%). ¿Dónde vivirán estas personas si el déficit de vivienda del municipio, sin la llegada de los nuevos habitantes, podría superar las 3000 viviendas hoy? En dónde estudiarán los hijos de los doradences de hoy y los de quienes llegan si llevamos más quince años entre disputas políticas y acusaciones de corrupción y negligencias intentando terminar la escuela Juan Pablo II y hoy es más que un elefante blanco?, Por donde podrán circular los vehículos que llegarán si hoy ya el tráfico por el centro de la ciudad por momentos es caótico y ya no caben los carros y menos las más de 32.000 motocicletas que hay?; qué planes se tienen para prevenir otros fenómenos sociales que suelen aparecer alrededor de las dinámicas portuarias y asociadas al transporte como la informalidad laboral que se conoce como el rebusque, la prostitución, el narcotráfico y el micro tráfico?
El problema no es solo de La Dorada. Los retos son complejos y ameritan soluciones complejas. Al municipio no se le puede dejar sólo, primero porque tiene solo a unos metros (unidos por el majestuoso río Magdalena) al municipio de Puerto Salgar, y segundo porque los beneficios y también sus impactos (buenos y malos) llegan de forma muy directa a todos los municipios y poblaciones del Magdalena Centro. Pero ni siquiera es un tema para dejar en las manos de los alcaldes, las organizaciones del territorio y de las comunidades. Es un tema en donde desde el gobierno nacional se debe acompañar con estrategias fuertes que permitan hacer una muy buena planeación no sólo técnica sino social del desarrollo que se avizora para esta región.
Urge una mesa de trabajo en la que estén los técnicos que conocen de vías, puertos, logística… y en donde, y sobre todo, estén los expertos sociales, los que saben de la gente y de las dinámicas de las comunidades. Me imagino allí a gente como Gonzalo Duque de la Universidad Nacional, a Andrés Felipe Betancourth de la Universidad de Caldas, Javier Moncayo del Programa Desarrollo para la Paz del Magdalena Centro, el P. José Alberto Aristizábal de la Pastoral Social Caritas La Dorada, y sobre todo en donde haya representantes de las comunidades.
Solo si se hacen las cosas con una perspectiva integral todos estos anuncios se convertirán en una gran oportunidad. De lo contrario y en unos años no muy lejanos tendremos que decir que nos atropelló y nos aplastó el desarrollo.