En Colombia es difícil ver festivales de música, además de los que organizan las alcaldías y son gratis —Rock al parque, Altavoz, Grita rock— o los dedicados a la élite, a los millennials, a los que en otros tiempos llamábamos gomelos —Stereo Picnic—. Así que el festival del diablo, dedicado a la música extrema (metal, hardcore punk) y además representado por la imagen del bajísimo, es una rareza en el país del sagrado corazón, mucho más después de la visita del papa.
Si bien hay muchos contrastes —mientras que unos visten de blanco los otros lo hacen de negro y mientras las misas son en silencio, los conciertos de metal son bulliciosos—, la visita del papa y el festival no distan tanto, porque si para los católicos él es el enviado de Dios en la tierra, para los metaleros Accept, Exodus, Terrorizer, Witchery y Samael son lo más cercano a tener el bajísimo en un solo lugar.
Antes de que se me acuse de blasfemo o de que Ordóñez pida mi excomunión, debo decir que el heavy metal desde sus inicios ha sido la música del diferente, del marginado. Desde que Tony Iommi tocó el primer riff de la canción Black sabbath, el metal ha querido transmitir una imagen siniestra, orientada al horror y lo oculto. Sin embargo, muchos confunden esto con satanismo, cuando no es más que una alegoría. Aunque no niego que hay canciones y grupos satánicos, en general lo que esta música quiere expresar es otra cosa: el sentimiento de una juventud que quería algo diferente, pues ellos eran diferentes.
El metalero no es como muchos se lo imaginan, no todos llevamos el pelo largo o vestimos de negro, no todos somos drogadictos o violentos, simplemente somos unos frikis, unos seres extraños que coleccionan discos de vinilo, casetes, que aman a sus bandas con el corazón, que tratan de desfogar sus frustraciones en los pogos; aunque muchos digan que los metaleros no poguean, por ejemplo, en mi ciudad, Medellín, sí, pero eso es otro cuento.
Si usted desea saber qué es el metal, lo invito a que vaya al festival. Se va a dar cuenta de que es más seguro que ir al estadio. El 25 de noviembre el diablo va estar en Colombia, lo único que sé es que cuando Accept toque Balls to the wall y Fast as a sharh me voy a sentir en el edén, y cuando suene And then there were none de Exodus descenderé a los infiernos.