En Colombia los medios son felices con cualquier noticia “que deje en alto el nombre de nuestro país”, se volvió una fijación tratar de quitarnos de la frente la fama (bien ganada) de Narcotraficantes, pero es como tratar de borrarse un tatuaje con jabón Rey, es inútil.
Por eso cada vez que Shakira hace cualquier cosa creemos automáticamente que se nos borra un poco ese tatuaje así sea solo por una semana, y entonces nos creemos que tenemos la mejor cantante del mundo, el himno más bello del mundo, el mejor ciclista, y como no, el mejor artista del mundo: Fernando Botero.
Tenemos esa mezcla de exagerar los logros con cierto complejo latino, y aunque también hay mucho de publicidad pura y dura, en el caso de Botero hay también un público internacional que busca artistas tercermundistas por puro exotismo, es decir, oferta y demanda, en buena parte, y aunque no nos guste mucho reconocerlo es también el éxito de Frida Kahlo.
En la década de los sesentas, Botero tuvo su mejor época como dibujante, un colorista magnífico con una técnica difícil, pinturas al óleo, sus pinceladas fuertes y rápidas antes de comenzar a repetirse con pinceladas “académicas” relamidas que la gente piensa que es un estilo; ya la escultura pues… bastante regular y me explico: una característica de las pinturas es que es bidimensional, pero en la maestría del pintor (perspectiva y color) dan la ilusión de volumen.
Las esculturas en cambio son volúmenes reales que ocupan un espacio tridimensional y las de Botero hacen más que parezcan muñecos inflados que expresiones de sensualidad.
Una crítica de arte estadounidense, Rosalind Krauss, no las bajaba de “patéticas” y también han dicho que parecen chocolatinas gigantes, además en ámbitos íntimos artísticos colombianos tildaban a Botero de “paisa rebuscador”.
Un dato no menor para ilustrar mejor el anterior concepto: ¿Se imaginan la millonada que se ahorraba Botero donándonos cuadros en vez de pagar bodegaje y seguros en un banco suizo? Qué paisa más astuto, (y rebuscador del ahorro en este caso) y todos nosotros, en especial los noticieros, agradeciéndole hasta el infinito y más allá por su generosidad, pero veamos el lado positivo: podemos ver gratis cuadros de Picasso, Bacon o Toulouse-Lautrec en la casa Botero tan asiduamente visitada por estos días de duelo.
Botero descubrió una fórmula y la repitió hasta el cansancio durante 40 años. Ya en un punto (hace como 20 años) esa fórmula se volvió empalagosa, pero Botero nos seguía dando ese merengue endulzado con arequipe y panela varias décadas más.
Se transformó en una máquina de hacer cuadros de gordos siempre con los mismos rostros inexpresivos, con composiciones frontales donde se presentan las figuras siempre de frente mirando al espectador. Las comparaciones son odiosas, pero solo vean este cuadro de Jenny Saville:
También mira de frente, pero hay más detalle, es menos caricaturesco, es una persona de carne y hueso; pero el bombardeo mediático tan bravo sobre Botero hace que un espectador (colombiano por supuesto) vea durante días enteros lo mismo: escultura tras escultura, cuadro tras cuadro y no se canse porque tiene grabado con cincel en el cerebro que es el artista colombiano más famoso del mundo, de pronto cualquier extranjero sin tanta propaganda en la cabeza a las dos horas debe pensar, “y bueno, todo esto ya me sabe a lo mismo, es como oír una canción de piano tres horas donde suena la misma tecla todo el tiempo”.
¿Entonces porque la fama mundial del antioqueño? En una gran parte, como lo dije anteriormente, por puro marketing (ese mismo que tuvo Guayasamín o Frida Kahlo) y otra gran parte y acá radica su importancia, por lo mismo de todos los grandes artistas de Latinoamérica: parten de contar lo muy local y lo sintetizan con lo universal, igual que con Macondo, un pueblito caribeño que es común a todo el mundo.
Eso no lo hace genial, ni el mejor artista, pero digamos que esa es su importancia: sus pinturas son el mundo desde el cuento paisa, en ellas muchas veces hay un culebrero contando historias, pero también por eso sus esculturas son tontas, no cuentan nada.
Pero sigan con la invasión mediática sobre Botero que durará por lo menos un mes más, servirá un poco para que los medios extranjeros no pongan en primera plana que decomisaron toneladas de cocaína entre barras de hierro, bananos, imágenes de la Virgen María y un sinfín de objetos que se puedan rellenar con el alcaloide, y podamos quitarnos por un rato la letra escarlata que nos cuelga cada vez que un colombiano en el exterior dice su nacionalidad y más bien hablen del “colombiano más universal de su historia”, nuestra historia.
*Adenda. Hablando de artistas colombianos, una noticia no menos importante que pasó casi desapercibida en Colombia: El Museo de Arte Moderno en Nueva York (MoMA) adquirió siete obras de Antonio Caro (Bogotá 1950-29 de marzo de 2021) para su colección. La frase “Todo está muy Caro” es tremendamente universal y nada más universal que el arte conceptual. (ver imagen)