ArtBo fue una feria que recibió 35.000 espectadores quienes pagaron $30.000 por entrar a Corferias a observar las diferentes propuestas de galerías nacionales e internacionales, de las cuales se rumora que vendieron poco. Eso sí, tuvieron la oportunidad de hacer contactos porque según el comunicado de la Cámara de Comercio se invitaron 450 personas entre coleccionistas, directores de museos, curadores y 45 periodistas que tuvieron una vida social agitada y, quedaron fascinados con la rumba en Bogotá y de pronto, con algunos artistas colombianos consagrados. Nadie invitado con hotel y comidas va a opinar que fue un mal de un festejo completo. Para no acabar tan mal también se realizaron conferencias interesantes.
Artecámara, fue la peor sección de la feria. Ahí es donde se trata de exponer jóvenes artistas sin representación comercial pero casi ninguna propuesta era seria, el jugueteo del arte con los objetos poco tenía de arte conceptual. Proyectos inacabados e incipientes que, mal distribuyeron dentro de un recorrido que se convirtió en un espacio muy irregular y confuso. No creo que ninguno haya conseguido una representación comercial. Ojalá nos cuenten resultados.
La feria alternativa Odeón ha mejorado mucho, el cascarón del antiguo Teatro se ha ido convirtiendo en un verdadero recinto para el arte contemporáneo. Cada espacio organizado tiene un lugar para galeristas y artistas y, donde la representación de los jóvenes estuvo lejos de ser la miscelánea inútil de Artecámara.
Otra alternativa fue Barcú en el centro histórico de La Candelaria, que se quiere llamar Feria Internacional de Arte y Cultura pero, de internacional dos o tres galerías. Aunque divertido, al recorrido le falta mucha calidad para ser feria. Eso sí, eran cuidadosos de que cada persona hubiera pagado sus $20.000. Muchas casas, unas sin gracia como la que reunió el arte urbano o el proyecto que era un patio sucio. La Casa de los tesoros del siglo XX, tenía orden y las obras de los maestros eran auténticas.
La otra, fue la Feria ArtChico que se llevó a cabo en una casa afuera del Museo del Chico que estuvo ignorada en la divulgación de ArtBo. No quedó en ningún recorrido, vaya uno a saber si en los cuatro días los invitados internacionales supieron de su existencia. De todas maneras la gente amable presentó con trabajos de distintos niveles pero en espacios muy respetuosos.
Luis Fernando Zapata, Sarcófagos
Las galerías sí estuvieron a la altura del evento. La galería Alonso Garcés presentó la obra inmortal de Luis Fernando Zapata (1951-1996) artista que encontró la muerte en el camino de la vida. Y desde su miedo, construyó escudos que se convirtieron en mitos de una defensa del guerrero que estaba dispuesto a encontrase con los fantasmas del silencio. Los materiales con que trabajó sus obras desde 1990 tienen una experimentación con materiales como la tierra, el cuero, metales y conchas donde iba simbolizando el poder de lo sagrado mientras manejaba símbolos numéricos. Después llegaron los Sarcófagos en instalaciones mudas donde el proceso de la muerte tiene sus ritos funerarios.
