El fenómeno bogotano de la izquierda democrática en el gobierno distrital en los tres últimos períodos, más allá de la voluntad política en los grandes logros y avances en justicia social, justicia climática, en garantía de derechos, empoderamiento ciudadano y en la lucha contra la pobreza, que llevó a la movilidad social de cerca de tres millones de personas, tuvo muchas dificultades y errores -hasta conformaría dentro de su espectro una especie de nueva élite de izquierda-; pero, en medio de sus aciertos y desaciertos, consolidó la posibilidad de conformar un proyecto nacional de búsqueda de la Paz con justicia social. Ese mandato por la Paz, lo debe recordar Santos en su segunda vuelta.
Muchos sabemos que en política hay que ser eficaces y que, como también decía Jaime Bateman, "a la gente no le importa que tú te equivoques en política, lo que le importa es si eres consecuente o inconsecuente". Las izquierdas en el poder en Bogotá fueron consecuentes con los más débiles. Ese es un mensaje de Paz.
Que hubo equivocaciones e ingenuidades políticas; que se empoderó a algunos contrarios disfrazados de ovejas; que algunos pescaron en río revuelto; que aún juega el “canibalismo”, sectarismo y otros istmos; que no se comunicó bien el mensaje de las acciones en la lucha contra la pobreza, de las obras y de las realizaciones al revertir la pirámide del presupuesto hacia la inversión social; que la ampliación de coberturas de servicios sociales no se endosa en votos; que quienes estaban en su franja de confort no agenciaron la construcción colectiva de un movimiento amplio con vocación de permanencia; que la política saca a relucir las más bajas pasiones del ser humano, en fin, sería llorar sobre la leche derramada para tratar de explicar de muchas maneras la derrota. Pero como dice Borges: hay derrotas que tienen más dignidad que la victoria.
Cuando uno se sube al tinglado contra un gladiador armado hasta los dientes con el gran capital, los mass media, la política tradicional, los negocios, las élites indolentes y los sabuesos del control, con no más herramientas que la voluntad política, la coherencia en el discurso y el compromiso ciudadano con las causas nobles, sabe que toca luchar con todas sus fuerzas posibles.
La correlación de fuerzas no es acorde en esta coyuntura, ni nunca lo ha sido. No es el primer fracaso electoral ni será el último. Tampoco la única ocasión en que tocará empezar de cero. Muchas veces hubo que reinventarse. Ha sido una larga lucha frente a los ataques, estigmatización, persecución, exclusión y hasta eliminación sistemática de otras opciones políticas en nuestro país. Se entiende que a partir de la expedición de la Constitución Política de 1991 y a algunas de sus reformas, esto se ha aminorado, pero, también, es claro que las mafias le han encontrado la comba al palo.
La perversión del sistema electoral, permitiría que como pez en el agua se muevan estas mafias politiqueras que, más allá de intentar comprar las elecciones, sirven para perpetuar los privilegios de unos pocos y este sistema económico, político y social demasiado corrupto e inequitativo. Los medios de comunicación se han constituido en un instrumento de dominación que favorece a esta sociedad excluyente y ahora cuentan además con una herramienta propagandística, tipo Naranja Mecánica: las encuestas. Y como siempre, el poder del dinero a chorros, logra que no pueda haber una igualdad de oportunidades para la participación en política. Sin embargo, no hay mal que dure cien años ni país que lo resista.
Se perdió en Bogotá pero no en todo el país. Todavía hay mucho que construir desde el poder local en las regiones. Desde luego que nos vencieron y castigaron en las urnas, pero aún no en las calles. Todavía hay esperanza. Se puede ganar una elección pero es distinto gobernar, de otra manera a una ciudad, que asumió un modelo social pertinente en los sectores populares. La realidad social y voluntad de cambio siempre se imponen.
Desde esta perspectiva, sin mezquindades, con madurez política y autocrítica, trabajando con la gente en los barrios, escuchando a las bases y tomando decisiones colectivas, se puede aún, como el ave fénix, construir un nuevo proyecto nacional, más allá de experiencias anteriores, que obvie el culto a la personalidad, recupere los principios que nos unen, encuentre a la generación de relevo entre las nuevas ciudadanías, defienda las conquistas sociales, ponga en el centro del debate a la vida, a la transparencia, a la sostenibilidad frente a los riesgos del cambio climático, a la equidad, a la justicia social, a la profundización de la democracia y le dé por fin una oportunidad a la Paz.
Es necesario que se recompongan las izquierdas en esta nueva etapa y ad portas de los cambios en el escenario político que traerán consigo los acuerdos de Paz de La Habana. Es fundamental volver con dignidad al ejercicio de la oposición y de la resistencia civil pacífica, pero no a la contradicción en sí y per se, de manera sistemática y panfletaria de decirle no a todo, sino en el espacio público, construir consensos, así como labrar procesos democráticos y sociales de nuevos liderazgos, de formación política, basada en la cultura democrática y la participación ciudadana desde las bases, con la gente, en el territorio pero llevando un discurso esperanzador que una a la multitud en torno a sus nuevas reivindicaciones, resalte los avances democráticos que hubo en la capital sin indiferencia, positiva y más humana, hacia la derrota de la pobreza absoluta y hacia la garantía de los derechos y ejercicio pleno de la ciudadanía, de cara a enviar el mensaje contundente al país nacional de que la posibilidad de la Paz parte de la justicia social.
En ese contexto, se demanda articular los discursos de los diversos sectores en clave de Paz y de Postconflicto armado. La sociedad civil organizada, con sus propuestas, sus experiencias, sus luchas y sus reivindicaciones, debe ser la que encarne la iniciativa de deliberar y construir un discurso, dirigido a unir un gran movimiento de concertación nacional de cara al país del Postconflicto.
Es ahí cuando adquiere gran mportancia, mirar siempre, con reflexividad y con la frente en alto, el camino recorrido: ¿de dónde venimos? y ¿hacia dónde vamos? De ahí partir para organizarse hacia los desafíos de la democracia del Siglo XXI. Para participar en y de los espacios de decisión. Prepararse para gobernar. Retomar la iniciativa política con hechos políticos contundentes y debates pertinentes, con vocación de poder, que lleguen a las mayorías. Y ante todo que posibiliten recuperar el sentido de la solidaridad, de la amistad y de la fraternidad que en el camino, parece se han perdido.
Nadie tiene la verdad revelada. Hay logros y un mensaje que difundir con el fenómeno Bogotano y para irradiar a todo el país. Hay propósitos comunes esperanzadores. Hay deudas sociales aún por resolver. Hay gente que todavía cree en que juntos podemos avanzar hacia construir una sociedad más democrática, acorde a los retos y circunstancias que se vienen en la implementación de los acuerdos de Paz y demás conflictos y contradicciones que se presentarán en el futuro, para seguir consecuentes con el sueño y la lucha por la realización colectiva de un nuevo país más justo, equitativo, sostenible y más humano para todas y todos.