Alguien una vez me dijo que una famosa mujer dijo: "Ser mujer y no ser feminista es ilógico”, nunca ni en los tiempos que empecé a leer sobre el feminismo busqué si esta frase se le podía atribuir a alguna mujer. Todas las mujeres somos feministas, eso en un contexto general sería alarmante, debido a que la defensa e inclusión de la mujer en la sociedad siempre ha sido vista con malos ojos, irónicamente hasta por las mismas mujeres. De hecho, todas las defensas que se han dado en pro de la protección de derechos de un grupo en particular son vistas con horror por aquellos que se ven beneficiados por la exclusión de los otros.
Yo soy una mujer normal, no tengo estudios sobre género y mi perfil académico no se enfoca en estudios sociales, no puedo hablar del feminismo apropiándome del tema. No voy a criticar el feminismo porque gracias a la lucha de muchas mujeres a lo largo de la historia, actividades tan normales como educarme y votar no hubiesen sido posibles, pero sí puedo hablar sin llegar a la misoginia de algunas mujeres que se han encargado de que la lucha feminista se vea ridiculizada y opacada por su actuar.
Una vez una mujer me dijo “tú te acuestas con el enemigo”, ese día mi fe en el feminismo se partió en dos y dejé de frecuentar un lugar donde mi mente se enriquecía con los textos de Simone de Beauvoir y lograba entender mi lugar en el mundo. Mucho tiempo esa frase dio vueltas en mi cabeza. Es bien sabido por todos que muchas mujeres feministas son lesbianas, también que la discriminación hacia ellas es constante, pero lo que no lograba entender es cómo una persona que abogaba por sus derechos y los de sus iguales utilizara frases tan despectivas en su discurso. Soy consciente del machismo, sé de ese mundo patriarcal que siempre ha existido, he visto como todos los demás esas noticias con letra roja que relatan mujeres que han sido maltratadas, golpeadas y asesinadas por sus cónyuges y en casos ocultos y no menos graves estos mismos han degradado su moral hasta el punto de hacerlas sentir insignificantes.
Puedo decir que afortunadamente ese no ha sido mi caso, tengo la fortuna de convivir con hombres que han hecho de mi camino a su lado un constante aprendizaje. Igualmente, cuento con un padre que nunca me vio como menos por ser mujer y el cual nunca se lamentó por no tener hijos hombres, un padre que me inspiró a estudiar y a ser cada día mejor y lo más importante, siempre me inculcó ser una mujer económicamente independiente. Mis compañeros de universidad siempre fueron hombres cariñosos y dispuestos a trabajar en equipo conmigo, nunca me vi excluida y en muchas ocasiones fui yo quien lideraba los grupos de trabajo, nunca tuve trato preferencial y los desacuerdos siempre fueron por temas académicos. Mi vida laboral nunca se vio opacada por ellos, siempre me exigieron más por ser mujer, no como burla sino para que pudiese ser la mejor.
Y qué decir de mi pareja, las disputas son por pagar las cuentas de las salidas y no porque él no quiera hacerlo, más bien porque yo no permito que cada vez que estamos juntos él deba asumir los costos económicos de la relación. Yo no veo al hombre como mi enemigo, es el mi compañero de vida en todos los aspectos en los que una mujer se pueda relacionar, y ellos sin ningún estudio de género me han demostrado que las construcciones sociales se pueden dar de igual manera.
Lastimosamente, la vida de muchas mujeres no se desarrolla de una manera tan armoniosa con los hombres. Sin embargo, creo firmemente que la solución a estos maltratos no es lo que ha permitido que las feministas se vean ridiculizadas por la sociedad. Yo no me imagino que el hecho de escribir una tesis sin utilizar pronombres masculinos o dejarse las axilas, las piernas y la vagina con vello sea el acto que va a cambiar la vida de una mujer que su esposo golpea a diario, o la vida de una mujer que trabaja en una casa como interna sin las prestaciones mínimas de salud, o aquella mujer que tiene las mismas capacidades que sus compañeros pero solo por el hecho de ser mujer no puede ocupar un lugar de mando en una organización empresarial. Es algo muy básico, pero vivimos en una sociedad básica en la cual esta es la idea que se vende del feminismo y con la cual se opaca las luchas reales de un movimiento que nos ha permitido tener un lugar en el mundo, un lugar que no tendríamos que pelear porque por derecho es nuestro, pero que lastimosamente nos vemos obligadas a buscar.
Las pequeñas muestras de rebeldía son los cimientos de los grandes cambios en el mundo, pero dentro de mi entendimiento, el de una mujer que no se relaciona todos los días con personas eruditas en estos campos de las relaciones iguales que muchas veces cierran sus círculos intelectuales al mundo por no pensar como ellos (muy parecido a lo que hacen los artistas contemporáneos) y que no se han propuesto por educar sin odios, el respeto por el otro, no proceso que este tipo de “manifestaciones” puedan en algún momento generar cambios que den a lugar la inclusión de la mujer en la sociedad.
La respuesta posiblemente no la encuentre a lo largo del camino que tengo en la vida, pero sí creo que la primera parte de la solución de esta desigualdad es el respeto y la compresión del otro y la otra (para ser incluyentes) y de una manera más romántica que el mundo se llene de amor, porque otro ser humano nunca debería ser visto como un enemigo.
