Uno de los temas que más me llama la atención sobre el feminismo moderno es el que tiene que ver con la necesidad de incluir a los hombres en la batalla por lograr la equidad de género.
Las mujeres hemos ganado varias peleas y ahora para continuar, se hace necesario incluir a los hombres.
Para no ir tan lejos. El tema de la violencia contra las mujeres es uno donde claramente hoy necesitamos el involucramiento y el apoyo de hombres que den la pelea para contarle a sus compañeros de género que ellos también son víctimas (no solo victimarios) en este problema.
Que levante la mano el hombre, que no tenga mamá, esposa, o hermanas, o hijas, o amigas, o jefas, o primas, o empleadas, o colegas de trabajo. ¿Alguno?
Pues bien, cuando una mujer es violada, acosada, o irrespetada no solo sufre ella. Sufren y se ven afectados también sus familiares y sus seres queridos. Cuando ocurren este tipo de situaciones se generan cadenas de comportamientos que afectan el desarrollo de las víctimas y quienes comparten su vida en todos los ámbitos.
Esa es la teoría de uno de mis autores favoritos. Se trata de Jackson Katz, quien en su libro la Paradoja del macho: por qué algunos hombres hieren mujeres y cómo todos los hombres pueden ayudar argumenta que son los hombres el eje central del problema.
Katz, quien ha realizado talleres para sensibilizar a los hombres frente a este tema, dice que lo primero es concientizarlos acerca de los efectos colaterales de la violencia, y el acoso. Lo segundo es mostrarles lo que podrían lograr aquellos hombres que rechazan actitudes machistas y discriminatorias.
En una cultura dominada por hombres, es muy común encontrar grandes presiones de grupo que los obligan a mantener silencio en situaciones de este tipo por que los tildan de homosexuales, o débiles.
Varios amigos me han contado historias de cómo en algunas ocasiones han sido testigos de comentarios denigrantes sobre las mujeres o comportamientos irrespetuosos de sus colegas hacia las compañeras de trabajo, y por temor a ser calificados de afeminados, se retiran del lugar donde ocurren los hechos, o simplemente guardan silencio.
Y es que para nadie es un secreto que el ser “macho“ se mide en muchas ocasiones a través del control violento que se tenga de las mujeres. Según Katz, la definición de masculinidad está mal diseñada. En vez de girar en torno a la relación hombre-mujer, está definida alrededor de la relación hombre-hombre.
Cambiar estas percepciones y estereotipos no es una tarea sencilla. Pero según cuenta Katz en su libro, es posible. Él ha logrado cambiar comportamientos entre los marines en Estados Unidos, a través de su programa Mentores en la Prevención de la Violencia (MVP) para el Centro de Estudios del Deporte en la Sociedad de la Universidad Norteasen, con talleres, conferencias y ejercicios prácticos que resaltan la importancia del hombre en esta problemática.
Cualquier esfuerzo en esta dirección es clave. Buscando en Internet hoy en día se pueden ver videos que ponen en entredicho la educación tradicional que enseña a los pequeños a ser “varones“ y no llorar, a guardar y no hablar de sentimientos, a demostrar su hombría a través de los golpes y la violencia.
Pero hay que hacer más. Es vital tener la participación de los hombres en la lucha por la igualdad de género. Buscar la manera de involucrarlos para impedir que se sientan ajenos a esta situación es tarea de todas.
Que levante la mano quien no tenga papá, esposo, amigos, primos, hermanos, hijos, jefe, empleados, o colegas de trabajo. ¿Alguna?