Terminada la Feria del Libro al margen de la celebración por el reencuentro después de casi tres años sin vernos en el mismo espacio fue alentadora la multitudinaria asistencia.
Quién sabe si las ventas fueron igualmente altas porque los libros siguen siendo demasiados costosos. No son de fácil acceso al promedio de los colombianos. Y las promociones son de libros de repetida lectura en el tiempo.
Quizás por eso el stand más visitado fue el de las artes publicitarias, y gráficas. La juventud es más de imágenes que de lectura, y los costos módicos. Sobresalen los libros de autores ya reconocidos nacional e internacionalmente que tienen no sólo el talento de sus autores sino todo un mundo empresarial detrás que los respalda en su producción.
Los que somos autores independientes la tenemos más difícil, trabajamos con las uñas, no hay un solo apoyo de ningún tipo, y menos si se trata de temas tan áridos como los sindicatos y la función pública y aún más cuando son de denuncia, como es mi caso particular.
Hay algunos autores, un poco prepotentes, que consideran que si el libro no tiene el agotamiento de una metodología, de la revisión, y edición de autoridades en la materia, no deberían ser considerados.
Me aparto de esa opinión y considero que cualquier libro, desde el más complejo y elaborado, hasta el más sencillo, son una semilla que transmiten una opinión, una idea, un sentimiento o una emoción que merece ser leída.
En ese sentido como autor independiente considero que si bien no tenemos las ventajas de los grandes autores si llena de satisfacción cada libro que llega a las manos de un lector.
El interés no es comercial, es la transmisión de una historia, una idea, una propuesta o una denuncia. Es una semilla que queda sembrada.
