Es que hay que decirlo, no puede ser que los opinadores más influyentes del país vivan en el exterior. Félix y Daniel Coronell rezan su credo políticamente correcto desde Miami, tierra de la derecha latinoamericana. Es muy cómodo criticar al gobierno como lo hace Julio Sánchez Cristo desde Madrid, o sacarle cada vez que puede un sablazo a Petro desde Washington como hace Luis Carlos Vélez. Incluso el director de la W Radio hace poco trinó sobre las bondades de Transmilenio, ¿alguna vez se habrá montado en sus vagones atestados de gente?
Vivir fuera del país puede dar perspectiva pero cuando se tienen décadas fuera se pierde el foco. El mundo no cabe en una pantalla de celular y para estar dateado hace falta mucho más que un listado de números en un celular. El periodismo exige Color Local, el periodismo es vivencia y el mundo no es esa estrecha burbuja de Twitter. Hay que romper el cerco, ir al lugar de la noticia y el lugar es Colombia.
En algunos casos, como el de Félix y Coronell, el caso es aún más patético. No existen jueces de la moral más severos que ellos. Además, esa manera compulsiva de trinar de Félix, por Dios, ¿de verdad le pagan por eso? ¿de verdad todo se quedó reducido a un trino? No puede ser posible que ya no tengan el rigor de hacer columnas de opinión bien investigadas y que el trino sea el único recurso para informar. Y lo peor es que ellos creen que el país cabe en ese pajarito. Por eso están convencidos que el uribismo está muriendo, ese movimiento político estará pasado de moda en Twitter, que viene a ser el 4% del electorado a lo sumo, pero señores, súbanse a un taxi en Barranquilla, en Bogotá, en Medellín, y 7 de cada 10 taxistas le dirán que Petro es un bandido-guerrillero-chavista y que Uribe sigue siendo el papá de los pollitos.
Lo mismo se aplica a Mabel Lara, desde la comodidad de su casa en Washington quiere ser la voz de las negritudes y del Pacífico, para ser la voz de algo hay que estar ahí, es lo mínimo.
Y lo peor es escuchar la cantinela de algunos, como de Luis Carlos Vélez, hablando de las bellezas de Colombia, con ese precepto uribista de que el riesgo en Colombia es de que te quieras quedar, y está super cómodo en Washington. Acá toca decir como le reprochaban a Picasso su militancia por la revolución cubana: ¡Qué fácil que es ser comunista en París! Necesitamos opinadores que al menos vivan en Bogotá, que sientan la opresión de sus huecos, de sus malditos trancones, de su inseguridad, la fealdad perenne del centro, la sensación absoluta de inseguridad y entonces puedan afirmar a ciencia cierta que a este infierno no le apagarán las llamas ni Claudia, ni Peñalosa, ni ninguno de los apóstoles de Petro. Colombia, lo dijo el maestro Fernando Vallejo, es un dolor incesante que no tiene redención.
