Federer y Djokovic: reyes y peones

Federer y Djokovic: reyes y peones

'Triunfos que nos motivan a poner el alma en cada lucha'

Por: Farouk Caballero
julio 13, 2015
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Federer y Djokovic: reyes y peones
Foto: tomada de lopezdoriga.com

Próximo a cumplir 34 años –8 de agosto–, Roger Federer jugó con un espíritu amateur intratable. Perdió, no se guardó nada, dejó en cada pelota todo lo que tenía. Su rival, otro monstruo del circuito pero seis años más joven, se alzó con su tercera corona en Wimbledon: Novak Djokovic. El mejor del momento venció al mejor de todos los tiempos. No obstante, los ganadores de esta batalla tenística fuimos los que vivimos la final.

El serbio, cuyo apellido aún intenta pronunciar el presidente Santos, logró su noveno título de Grand Slam. Por su parte, Federer tuvo que conformarse y estancarse en la medio pendejadita de 17 títulos de Grand Slam. Esos históricos y asombrosos números sólo son una estadística, en la cancha ambos derrocharon esfuerzo y sacrificio como dignas majestades del deporte que, en Londres, es más blanco que nunca.

En ocasiones nos sentimos ganadores de algo en la vida y, por una absurda supremacía, optamos por no esforzarnos día a día en nuestros trabajos con todo lo que tenemos. Djokovic y Federer –primero y segundo del mundo, respectivamente– nos dieron una bofetada tremenda: cuando se hace lo que se ama no importan los títulos, ni las cuentas bancarias atiborradas, la pasión por hacer lo que nos gusta nos obliga a dar el 100 % en cada pelota que disputemos en nuestras vidas. No importa si peloteamos en una oficina, en un taxi, en un bus, en un restaurante, en un juzgado, en un colegio, en una universidad, etc., la lección de profesionalismo que nos dieron estos dos titanes del deporte nos obliga a darlo todo.

Hoy por hoy el máximo monarca del tenis es Djokovic, sucesor en el trono que le perteneció un poco a Nadal y mucho a Federer. La brillantez de estos tres reyes radica en su humildad hacia el juego. Corren, se estiran, saltan y su voluntariedad les permite responder, con frecuencia, a pelotas imposibles. También hacen reiteradas jugadas de antología. Su entrega es admirable y nos deleita al verlos jugar, para decirlo con un lugar común que describe a los deportistas de élite: hacen ver fácil lo difícil.

Un saque certero, una devolución demoledora, un ace quirúrgico, un drop shot exquisito o un smash arrollador; parecen sencillos, pero detrás de esos instantes decisivos del juego hay un trabajo impresionante de preparación física y mental, de horas eternas de entrenamientos, de estudio del rival, de táctica y de sacrificios por lograr lo que soñaron de niños. Eso es lo que les permite brindar tan magno espectáculo.

Juegan para la historia y lo hacen desde sus tronos, aunque se revuelquen como peones. Son reyes, pero sus títulos de nobleza no los pierden al comer césped, tal y como lo hizo literalmente Djokovic al festejar su triunfo. Y esa es la enseñanza que nos debe quedar a los colombianos, porque muchas veces tenemos ínfulas de grandeza que últimamente se han precisado con los escándalos tipo: “¿usted no sabe quién soy yo?”

Por eso, nuestros aspirantes a deportistas de élite deben aprender de estos fenómenos del tenis. Talento sobra en el país, del mismo modo que escasea la voluntad y el compromiso. No sé por qué carajos creemos que la gloria y el éxito se consiguen a la vuelta de la esquina. Algunos sociólogos dicen que es una plaga de la mentalidad narco que se expandió y que divulga que sí se puede tener dinero, éxito, poder y fama, sin esfuerzo.

Federer y Djokovic hicieron historia, nos maravillaron la retina y nos entregaron un mensaje claro: los triunfos y el éxito se construyen con muchísimo trabajo, entrega y sacrificio. Nosotros tenemos nuestros reyes-peones criollos: Nairo Quintana, Rigoberto Urán, Caterine Ibargüen, Moisés Fuentes, María Isabel Urrutia, entre otros. Son excepciones que nos motivan a poner el alma en cada lucha, así la vida nos obligue, como a ellos, a jugar de revés.

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