¿Favorecerá a Petro la división de la derecha?

¿Favorecerá a Petro la división de la derecha?

¿Pasará el candidato de la Colombia Humana por el medio de esa fragmentación para acceder a la presidencia?

Por: Horacio Duque Giraldo
mayo 10, 2018
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¿Favorecerá a Petro la división de la derecha?
Foto: Colprensa

Estamos a pocos días de la primera vuelta para escoger el próximo presidente de Colombia, quien gobernará entre el 2018-2022.

La agitada campaña política, como casi todas en el pasado, ha mostrado sus tonos y tendencias específicas en consonancia con el contexto auspiciado por el proceso de paz neoliberal que hizo el gobierno de Santos con las Farc y su Secretariado.

En la medida en que la ampliación del debate ha visibilizado los actores, las discursividades y los escenarios de la disputa han aflorado ciertos fenómenos con algún grado de novedad para nuestro campo político nacional. Cosas que ya se han observado en otras naciones como efecto del papel de las redes sociales, la emergencia del pueblo en calidad de multitud y de nuevos códigos de interpelación en la emisión discursiva de los líderes con mayor ascendiente entre la opinión y las encuestas.

Para nuestro caso concreto (2018) se observan varios procesos.

El auge de una candidatura de izquierda, la de Gustavo Petro, que deja sin soporte la eterna conjetura sobre el desapego de los colombianos por las ideas socialistas. Recientes estudios de opinión sobre cultura política han mostrado que más del 35% de los colombianos se inclinan por el repertorio de los derechos de igualdad y justicia social proclamados por los grupos progresistas.

El liderazgo de Petro llenando los espacios públicos de los principales centros urbanos de la Colombia del siglo XXI está indicando varias cosas:

Primero, una convergencia entre la acción electoral explícita y los movimientos sociales y populares en sus diversas expresiones (luchas por la tierra, defensa de los derechos humanos, luchas indígenas, luchas de los afros, huelgas de los educadores, denuncias del paramilitarismo, indignación con la corrupción).

Segundo, la presencia del fenómeno populista (“momento populista”) en su versión de izquierda, entendido como una disputa por la hegemonía política situada en la cabal definición del “significante vacío”, aglutinador de las demandas centrales de la multitud diversa. No tengo el interés de encajar lo que estamos presenciando en el momento con las grandes manifestaciones de Petro y sus preferencias en las encuestas, que ya dejó de ser una diabólica manipulación de la derecha, en el sofisticado modelo teórico de Laclau porque desafortunadamente la reflexión de este omite, por mero prejuicio y oportunismo de salón, categorías imprescindibles asociadas con el marxismo y el leninismo relativas a la estrategia política para descabezar el dominio oligárquico que han probado ser esenciales en otros momentos de ruptura histórica como lo fueron la Revolución inglesa de 1668, la Revolución francesa de 1789, la Revolución soviética de 1917, la Revolución China de 1949, la Revolución cubana de 1959, el acceso de Hugo Chávez al poder y la continuidad socialista del presidente Maduro que será ratificada por casi 12 millones de votos el 20 de mayo.

Tercero, la explosión de la memoria histórica social en tanto que la ruta programática de Petro destapa y potencia los acumulados y sueños de la acción popular que en su momento movilizó Gaitán, la guerrilla liberal de los años 50, la rebelión comunista agraria contra las dictaduras de Laureano Gómez y Rojas Pinilla, la larga resistencia rural de las Farc, el ELN y otros movimientos guerrilleros como el EPL y el M-19. Petro es memoria y utopía de las masas colombianas. Es lo que se observa en las plazas llenas a rebotar.

Por otro lado, el mimetismo del uribismo mediante la candidatura de Duque, quien simula la moderación, es otra arista rutilante de la campaña en curso. Uribe ha logrado proyectar con relativo éxito ese nombre con una ruptura aparente respecto de herencias históricas imborrables. Me refiero al viejo discurso violento (paramilitarizado y plagado de masacres) de las elites regionales y de las estructuras de dominación realmente existentes (militares, empresarios, banqueros, multinacionales y EE.UU.). Por supuesto, en la palabra de Duque es evidente y contagioso un neo corporativismo populista, ese del aumento de los salarios y la fraternidad en la empresa, que retoma la vieja retórica conservadora del nazifascismo de los Leopardos (Villegas, Arango, Ramírez, Camacho Carreño, Londoño y Alzate) y de las cúpulas católicas de Monseñor Perdomo González Arbeláez.

La soledad de Vargas Lleras, atrincherado en las estancadas maquinarias electorales y viviendo de la ilusión de voto amarrado y fraudulento, es un epifenómeno accesorio que agrega una novedad a la actual campaña.

La fragmentación de la derecha colombiana es una realidad irrefutable. No es mero juego táctico. Se gestó en la desavenencia de Santos con Uribe a propósito de la paz con la cúpula de las Farc para terminar la confrontación armada y nada más, como lo enfatiza el propio Petro.

Pero no por accesorio el epifenómeno deja de tener trascendencia, pues configura la fractura en la derecha que adquiere la condición de una estructura de oportunidad en los términos que la define la teoría de los movimientos sociales.

¿Pasará Petro por el medio de esa división para acceder a la presidencia?, es la pregunta que resulta pertinente formularse.

¿Mantendrá, en el resto de semanas hasta el 27 de mayo, su rivalidad la derecha que encarnan tanto Duque como Vargas Lleras?

Es muy probable que así sea, desatando un nuevo contexto político asociado con el ciclo político que se inició con la implementación irregular de los acuerdos de paz del Teatro Colón.

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