De abundante cabellera negra, Fausto jamás pensó que llegaría al mercado discográfico, aunque desde niño tuvo noticias de su capacidad cuando en las notas del kindergarten, apenas él con cuatro años, sus profesores dejaban constancia de que tenía talento para las artes escénicas.
“Fue muy lindo ir descubriendo en el camino que lo que más alegría y satisfacción me podía dar para vivir, en el caso mío, era justamente trabajar en el arte y la composición musical y la poesía”, expresa el cantautor nacido en La Ceja, Antioquia. “Creo que de otra manera no podría ser tan feliz como soy en este momento cuando ya tengo 50 años de vida artística”.
Su nombre es Luis Javier Piedrahita Gaviria, nombres y apellidos de larga tradición en la estirpe antioqueña; pero es difícil que los colombianos lo reconozcan bajo esas señas, ya que su talento impuso el nombre artístico de Fausto con el cual se situó en una posición envidiable dentro de la música romántica de los años ochenta.
“Cada ser humano afronta lo suyo de una manera particular y, con la certeza de que formamos parte de una nación que necesita un estímulo cultural correcto, por eso compongo con mensajes optimistas y lleno de fe”, manifiesta con relación a su trabajo. “Los artistas han sido creados para mostrar lo mejor del ser humano, los valores, lo que es amar, lo que es unir, lo que es construir. Son principios que rigen mi vida en el tema de la composición y lo que interpreto”.
No critica las nuevas formas de hacer música, ya que es lo que la gente a veces pide u obedece a las tendencias, pero considera que su obligación artística es muy distinta. Una forma de pensar que a Fausto le permite cantar: Porque volvieras tú como la ola a la playa/ yo te daría, amor, los secretos del alba/ la altura de los montes/ y un horizonte de primavera/ el canto de los gallos/ y el sol de mayo porque volvieras.
En cualquier momento es fácil establecer la diferencia entre la música de ayer y la de hoy, ya que basta con escucharla. Sin embargo, ¿existe hoy esa cadencia, ese lirismo, esa riqueza de imágenes y de poesía, ese alejarse del maltrato y la desesperanza que se encuentra en mucha música del ayer, incluida la de Fausto?
El antioqueño considera que su carrera musical valió y sigue valiendo la pena, pues su música conquistó al público colombiano y la gente de otros países y recibió, como grata recompensa, el afecto y el cariño de millares de personas que se identificaron con sus letras y su voz.
Hoy Fausto de América vive con su familia, felizmente casado, como él manifiesta, sin retirarse del espectáculo, pues sigue encontrando en los escenarios el mejor espacio para expresarse y sentirse verdaderamente feliz.
Es un caballero, un triunfador en el amplio sentido de la palabra, un artista que se convierte en la imagen de toda una época de romanticismo en nuestro país con quien se identifican los latinoamericanos amantes del bolero y la balada, expresiones musicales que marcaron gran parte del siglo pasado.