El arte contemporáneo ha existido en todos los tiempos. Ha sido una manera de expresar los cambios que producen las artes en los tiempos que se refieren a lo nuevo. En la Cámara de Comercio sede Chapinero hay una antesala de Artbo que nos muestra de decadencia en que vivimos. El título: Mutatis Mutandis -que ya resulta pretencioso- quiere decir cambiando lo que hay que cambiar.
Toda la exposición en un desastre. El derroche de tres curadores buscando basura literal. Una confusión sin conclusión, como sucede en muchas de las secciones de Artecámara de Artbo. Todo nuevo, pero nada evidentemente ingenioso para ser artístico. Son posturas para descrestar. Son propuestas para desconectar el hilo conductor con supuestas imágenes que no logran un vínculo con la realidad. Pero sí con el inconsciente individual y sus desviaciones.
Muchos artistas contemporáneos llegan lejos y realizan obras extraordinarias, pero esta exposición, con su propósito de procesos de evolución orgánica, se convierte en una caverna de atrocidades de una arqueología sin futuro.
Cadáveres o restos de basura en la única composición de lugar: un televisor viejo y siniestro atravesado por palos es el sinónimo de la triste realidad. La comunicación se encuentra manipulada. Nada nuevo. Una caja llena de basura actual que por detrás muestra la tumba de una antigua momia. Nada nuevo. Unos zapatos con tacones que tienen pies de caballo es una anomalía antifeminista. Un esqueleto realizado entre un mico y un hombre es la teoría de Darwin pero el resultado del cadáver no es nada estético. Trofeos de cacería en varios estantes es una recolección ridícula de animales disecados. Un tótem inaudito que recolecta imágenes de todos los tiempos es una bazofia conceptual que no une ideas sino que dispersa el pensamiento. Unas “cabezas reducidas” que venden en el 20 de Julio son las momias modernas que las intervienen con costura actual. Una vitrina que reúne piezas de pedazos sueltos como perros silla, manos inertes, esferas inútiles, arañas desgastadas por su símbolo, piedras talladas –y me faltan más objetos insólitos- son el descreste de un intelectual sin rumbo.
Ahora sí, me gustó la silla pupitre en la que todos estudiamos mientras estábamos en nuestro mundo interno y un profesor hablaba blablabla. Ese es uno de los conceptos de esta muestra. Cada cual expone los miedos internos, las falencias, los imaginarios individuales donde el miedo se queda quieto y lo muestra muy bien los dibujos de Juan Cárdenas en su evolución inédita.
Eso intenta el arte pero acá no logran nada más que confundir y no acertar. Lástima. Nada aporta y todo confunde. ¿Es ese el propósito de la Cámara de Comercio?