De los 52 años de guerrilla que ha tenido este país me han tocado 32, tiempo que llevo de ejercicio profesional. Esto para decirles que con todo lo que me tocó en mi época de reportera y como presentadora de noticias, no había visto un grado de mezquindad tan grande en el país frente a una causa tan dolorosa como la de la marcha del pasado domingo en contra del terrorismo del ELN.
Mis prácticas profesionales las inicié cubriendo principalmente Política y Orden Público en RCN Radio; me tocaron nada más ni nada menos que los asesinatos de los miembros de la Unión Patriótica, comenzando por Jaime Pardo Leal. Recuerdo que una vez tuve que ir a entrevistar a Bernardo Jaramillo Ossa después de un discurso en plaza pública. No se imaginan el susto de pensar que en cualquier momento le podían disparar. Lo recuerdo muy alto; yo preguntaba y mientras él respondía, miraba para todos los lados intentando protegerme. Efectivamente, al poco tiempo lo asesinaron.
También me tocó el secuestro de Andrés Pastrana, el asesinato de Carlos Mauro Hoyos (procurador general de la Nación), de Luis Carlos Galán (candidato a la Presidencia), de Enrique Low Murtra (ministro de Justicia), de los periodistas Jorge Enrique Pulido y Diana Turbay, de Carlos Pizarro Leongómez (comandante desmovilizado del M-19), Héctor Giraldo Gálvez (abogado de Guillermo Cano), y hasta tuve que cubrir los operativos para exterminar integrantes de las escuelas de sicarios, además de todas las masacres de las que se pueda tener memoria. Mi compañero de set en el noticiero Cinevisión, Antonio José Caballero (q. e. p. d.) estaba en la lista del desquiciado Pablo Escobar; en ese entonces se emitían los noticieros desde Inravisión, nos tocaba en el CAN, y debo confesar que sentí miedo muchas veces de viajar en el mismo carro con mi amigo del alma amenazado.
Este es el contexto del comienzo de mi carrera periodística. Me siento recordando el lapso de toda una vida y, reitero, solo era el comienzo… unos pocos años. Paralelamente, se producían los atentados a los soldados del Ejército Nacional. Era todo un revuelo el asesinato de tan solo tres, o cinco; con el tiempo, la muerte de ocho, quince y hasta más de veinte -como los jóvenes de la Policía la semana pasada- parecían haberse vuelto paisaje en el contexto noticioso del país.
Nunca en realidad tan dolorosa
vi a nuestro país tan dividido
y entregado a las pasiones extremistas como ahora
Toda esta historia, muy pequeña al lado de todo lo que fue, para decirles que nunca -en semejante realidad tan dolorosa- vi a nuestro país tan dividido y entregado a las pasiones extremistas como ahora. El oportunismo político y la mezquindad de quienes se sienten adalides del remedo de paz de Colombia, no tiene precedentes en el panorama de un país que como se puede ver, ha transitado por el virulento y doloroso camino de la violencia. A esa tristeza se suman las pasiones, la incapacidad de caminar uno al lado del otro sin importar a qué vertiente política se pertenece… porque somos un solo país. Pero no, aquí había que mezclarle fiscal, derecha, izquierda… lo que fuera, porque se está tan enfermo mentalmente, que ni siquiera la muerte de esos 20 jóvenes de la Policía Nacional, unos niños si se quiere, logra bajar del fanatismo a toda una nación que además de no alcanzar la paz, no quiere desprenderse de esta infamia.
Es terrible la incapacidad de pararse uno al lado del otro, sin importar la ideología, las diferencias. No podemos llevarnos a un país por delante por unos intereses ideológicos egoístas. No hay derecho a seguirse tirando el futuro de nuestros hijos, si es que se quieren seguir quedando en este país, por un fanatismo que hace rato dejó los púlpitos religiosos y se trasladó a los escenarios políticos que han encontrado en las redes sociales la heroína de sus bajezas.
¡Hasta el próximo miércoles!