Cuando se produce la Segunda Guerra Mundial hubo, por fortuna para la humanidad, un líder con la cabeza y las ideas bien puestas gracias a quien la cosa turbulenta terminó de la mejor forma posible.
Cada cuál tendrá en su memoria el personaje, Churchill, De Gaulle o el que se escoja pero, el caso es que cada vez que hay un conflicto debe haber una cabeza sensata que logre llevar todo a buen puerto.
Si en una discoteca a las tres de la mañana se arma la trifulca del siglo, siempre aparecerá el gerente del negocio o un mastodonte de tres metros que logren la paz. Y tras el discurso o puñetazo, todos podrán seguir bailando.
Sin embargo, hay muchos casos en donde no hay quien le ponga orden a las cosas y lo único que se consigue en una eterna guerra boba en donde el único perdedor es el ciudadano.
Como este caso con Venezuela. Tal cual.
No sabría decir cuál, de todos los actores del conflicto, resulte el más triste y desesperanzador. Veamos:
Nicolás Maduro, un dictadorzuelo de cuarta categoría que no merece comentario adicional.
Álvaro Uribe, quien pareciera feliz de la expulsión de los colombianos ya que no hace sino repetir y repetir lo que se sabe, que Maduro es un indeseable y el presidente Santos un simple inepto, cuando su muy largo gobierno de ocho años tiene bastante que ver con el asunto.
Blablablá Santos quien en un emotivo tuit suelta la gran frase: “Vengo a decirle a nuestros compatriotas deportados: ¡Aquí está su país, su gobierno y su presidente! ¡Están en casa! Y eso lo dice porque le queda fácil, los deportados no llegan a mil y la demagogia le resulta atractiva al gobernante quien, como todos los gobernantes, hacen oídos sordos cuando les comentan que en la Guajira no hay agua y los niños se mueren de hambre, o que en el Chocó la pobreza abunda, y prefieren mil veces pegarse un drink con el gobernador o el alcalde de esos sitios, antes que atender el caso grave de la tremenda inequidad de este país.
“Como presidente de los colombianos tengo la obligación de protegerlos y la voy a cumplir. ¡Su indignación también es mía!”, para a las pocas horas del tuit salir con la joya de la corona: “Todos los niños que lleguen repatriados de Venezuela tendrán cupo en nuestros colegios y allí recibirán alimentación”. Y te creemos Juanpa. Mejor que se quede callado diciendo babosadas como la canciller.
En vez de ponerle orden a las cosas y permitir con su pasividad que todo se complique y enrede más, hace lo que sabe hacer muy bien, la demagogia simple, las promesas con banderas tricolores y orgullo patrio, logrando el aplauso general cuando el país sigue siendo uno de los más desiguales del planeta y cuando ostentamos el segundo lugar después de Siria en desplazamiento.
A veces es mejor quedarse con el chiste que circula en las redes sociales en donde se dice que el procurador pide que únicamente sean recibidos los expulsados que acrediten el bautizo conforme a la fe católica. ¿Y ese…, sigue siendo procurador?
¿O la vergüenza de Samper Pizano?, honroso presidente de esa vaina que llaman Unasur. Pero mil veces mejor no hablar del señor de la cola de elefante ya que no merece más de dos palabras.
¿Y Petro? Otro demagogo más. Invita a los expulsados a la Plaza de Bolívar a entonar todos juntos La Internacional. “Arriba parias de la tierra, en pie, famélica legión. Atruena la razón en marcha, es el fin de la opresión”. Y él, en su balconcito, con el brazo en alto y el puño cerrado.
No estamos muy bien representados, ¿o sí?
Y hablando de…
Y hablando de payasadas, llama la atención la respuesta de las Farc a ese ente propuesto por el presidente, “el congresito” que avalaría el proceso de paz. Llama la atención ya que uno se imagina que la idea de crear “el congresito” era conjunta, que provenía de una mesa en La Habana, cuando parece que proviene de un sueño nocturno del recordado blablablá.