La humanidad atraviesa, quizá, unos de los momentos más complejos y difíciles de la historia reciente: pandemia, hambruna, necesidades básicas insatisfechas, contracción de mercados, anunciada escasez de alimentos e hidrocarburos, por mencionar algunos en una era digital que visibiliza y recrudece aún más conflictos y diferencias. El diálogo pareciera no funcionar, ¿hacia dónde vamos?
Cuando más se necesita diálogo, consenso y conciliación, hay quienes promueven la división y el odio. El sector minero colombiano es un ejemplo de ello, atacado constantemente por parte de sectores que utilizan como recurso el “todo vale” y así emprenden campañas de desinformación. Se requiere con urgencia sincerar la conversación y en el marco del debate informado y técnico establecer el diálogo.
Falsos profetas escudan intereses personales en un ambientalismo rico en supuestos y pobre en argumentos, movilizan incautos, financian y promueven campañas contra empresas señalando a sus profesionales como “vendidos”. Hijos, hermanos, padres de familia y seres humanos con sueños son calificados como el enemigo. Es una antilógica. La voracidad de la extracción ilegal de minerales no tiene límites y es impune, el activismo calla e ignora mientras el sector legal es fuertemente atacado.
El debate no puede centrarse en la negación y, peor aún, en la anulación del otro como si fuera el enemigo. “Esta contradicción está muy presente en nuestra sociedad, donde las recomendaciones ecologistas chocan una y otra vez con una extendida mentalidad consumista. Entonces viene cuando los eco-utilitaristas se ponen estupendos y advierten que ciertos placeres sí y que otros no, porque los unos son mejores que los otros” (Alfredo Marcos, Ética ambiental, 2001).
Hoy en día los avances tecnológicos y nuevas apuestas como el capitalismo consciente y la economía circular reformulan el viejo paradigma que radicaliza una batalla entre el hombre y la naturaleza, por uno en el que los minerales y las energías renovables, por ejemplo, pueden ser objeto de producción consciente.
El todo vale no construye país. No se puede decir en voz alta que el país que nos soñamos debe ser incluyente, respetuoso y educado, mientras se adelantan campañas basadas en la desinformación y que a todas luces faltan a la verdad. Falsos profetas enarbolan banderas que polarizan y generan odio en medio de una crisis que nos invita a la unión y solidaridad para impulsar la recuperación. Se piensa en excluir, no en coexistir y esa no puede ser la ruta.
Se sataniza el sector legal y utilizarlo como recurso para pavimentar campañas políticas no es lo correcto. Son los menos favorecidos quienes nuevamente sentirán con mayor dureza el impacto negativo de decisiones que les resten oportunidades. A veces pareciera que el orden de los valores está invertido.
En esta reflexión la pregunta no debería ser si el hombre debe desprenderse o no, la pregunta es el cómo. ¿Cómo hacerlo bien para vivir mejor? Allí la conversación, invitando a la reflexión y a la sensatez, se debe centrar en el cómo, juntos, podemos lograrlo.