En 2009 la estadounidense Carol Bryan se encontró con un supuesto cirujano que prometió quitarle algunos años de encima utilizando rellenos faciales. Ella, que llevaba varios años utilizando botox para eliminar arrugas, no imaginó que el drama que estaba por vivir le cambiaría la vida para siempre.
El falso cirujano combinó dos tipos de compuestos en una misma jeringa. Uno de ellos fue la silicona. Además, las inyectó en zonas equivocadas. La deformación en el rostro de Carol Bryan fue inmediata. Su frente se hinchó al punto de que para poder ver tenía que sujetarla con cinta. La mujer perdió la visión de su ojo izquierdo porque el nervio se vio afectado.
Durante varios años evitó dejarse ver no solo de los demás, sino de sí misma. Por eso quitó los espejos. Inclusive, llegó a pensar en el suicidio. Cada cirugía reconstructiva era peor que la anterior pues su rostro se veía aun más deformado. El dolor era insoportable. Fue su hija quien envió su foto a varios hospitales. Solo un centro médico, en la Universidad de California, aceptó intervenirla dejando claros los riesgos que esto podía tener.
Sin embargo, tras una cirugía de 17 horas, la mujer pudo recuperar su calidad de vida. Aunque no tiene el mismo rostro de antes, se siente con la confianza suficiente para compartir su historia y alertar a los demás del riesgo de los procedimientos estéticos, más aún si no son realizados por profesionales, lo cual sucede en el 80% de los casos en Estados Unidos. Hoy Carol Bryan tiene una fundación y se dedica a dar conferencias.