Todos lo sabíamos y le gritamos que no se fuera, que el Atlético estaría jugando Champions, que el Mónaco era muy poco para él, que no abandonara la gloria, que a los 27 años podía romper records pero, por no escucharnos, lo único que se rompió fue la rodilla.
Ilusos, los hinchas creíamos que todavía los futbolistas se manejaban solos. Las decisiones de Falcao las tomaba Jorge Mendes, su dueño en la tierra y Dario Silva-Silva, su padre en el cielo. En Colombia, el único que estaba feliz por su ida al Mónaco era el máximo jerarca de Casa Sobre la Roca: el diezmo que recibió el pastor de almas engruesó aún más su ya tumultoso redil.
Pobre Falcao, cómo lo queríamos, cómo lo adorábamos, cómo lo lloramos. Soren Ertek, el humilde maestro que, sin mala intención, rompió sus ligamentos, fue un instrumento divino para probar a Radamel, tal y como se lo dijo Silva-Silva cuando, llorando, su pupilo le pedía consejo. Ahora, el Tigre tenía que probar que solo la gloria era del señor. Lo que se estaba probando no era su rodilla sino su fe. Y, lamentablemente para nosotros, su creencia en Dios fue más fuerte que su estado físico.
Se arrastró en Manchester y en el Chelsea. La premura con la que volvió a las canchas le salió muy cara; hipotecó su futuro y ahora solo lo quieren en la China, en Arabia, en Estados Unidos. Apunto de cumplir 30 años, Falcao sabe que es un ex futbolista, que nunca jugará un mundial, que nunca levantará una Champions, que toda esa gloria que le estaba reservada ahora solo es de su Dios, de su inútil Dios, ese mismo que manda tsunamis al Japón, ese que mata de hambre y de sed a los niños de la Guajira, ese que le impidió al América ser campeón de la Copa Libertadores y que lo mandó a la B.
Su destino inminente será el Jiangsu de China, el único dispuesto a pagarle 6 millones de euros al año, los que necesita Falcao para mantener su iglesia de por vida, para brindarle a Dios todas las cosas buenas que hizo por él, todas las copas que no ganó, todos los mundiales que no jugó. Se retirará en un año, sin gloria pero millonario. Entonces Dario Silva-Silva tendrá un escenario aún más grande para albergar a más de un incauto.