No podemos creerlo, Radamel. Te has convertido en el ave fénix de tu Selección y te has levantado de tus propias cenizas. Nos has dado la ilusión de volver a creer en ese fútbol bonito que tanto anhelan las grandes figuras. Dentro del país del Sagrado Corazón eres verdaderamente un hijo de Dios, un ejemplo de perseverancia, pasión, caída y recompensa. Te agradecemos por ser el ejemplo de nuestros hijos y hacerles entender que la vida es una lucha constante con una gratificante recompensa.
Por eso te escribimos, porque no has decepcionado a ningún Dios, menos en este país laico y tolerante, donde personas de todos los colores de piel, todas las creencias y todas las tendencias sexuales son bienvenidas.
No entregaste el país al castrochavismo, le quitaste la venda para ver que la única salida es la paz. No entregaste el país a la homosexualidad, apoyaste la idea que Colombia es un país laico y tolerante para todos. No arreglaste un empate por dinero y avaricia, pudimos como Selección eliminar a Perú, pero sabiamente quisiste lo mejor para nosotros y nuestros amigos.
Decepcionas a tus amigos cristianos con una dudosa moral, una moral que desinforma y profesa el amor por el prójimo, pero rechaza a quien piensa distinto a ellos. Profesan la paz, pero tienen hambre de muerte y sed. Profesan ayudar al prójimo, pero los dineros colectados en varias de sus iglesias se los niegan a las personas en condición de indigencia y discapacidad.
Falcao, eres sin duda un ejemplo a seguir para nuestros niños y te consideramos un hijo de Dios. Oramos por ti para que los malos deseos no te afecten y de corazón te deseamos que el buen Dios te bendiga.