Colombianos en el estadio con los pies encima de las sillas, burlando las normas de otros países, ingresando alcohol al recinto deportivo y además festejando estas acciones; hacer repetir a una ciudadana nipona palabras típicas de los nuevos cómicos colombianos en Netflix —que son más “gamines” que en la plaza pública— contrasta con el comportamiento de la cultura japonesa: al terminar el partido, fieles a su estilo de vida porque en su país casi no hay canecas para la basura, recogen los restos de papel, envases y todo tipo de materiales en bolsas para seguramente reciclarlos, lo cual es una escena típica en Japón.
Observando el partido en directo, escuché cómo algunos narradores llamaron a Falcao “un genio” por tirarse al piso, engañar al árbitro y así poder cobrar un tiro libre para anotar un gol, ¿en serio merece ser llamado genio? En Japón ese comportamiento de Falcao sería despreciado por la sociedad, porque siendo una figura pública fue tramposo al mentir para obtener un beneficio, pero en Colombia es algo muy típico.
Aun no superamos el “era gol de Yepes” porque nos conviene, pero le celebramos a Falcao ser un “genio” por actuar de manera tramposa. Debemos cambiar el chip e intentar ser una sociedad honesta: esa es la principal diferencia entre una sociedad civilizada y Colombia, cuya hinchada expone orgullosa nuestra cultura maleducada en tierras rusas.