No lo podía creer Radamel. Te sigo desde que estabas en River Plate, cuando empezaste haciéndole esos goles a Independiente. Lloré cuando en enero del 2014 te rompiste los ligamentos de tu pierna. Oramos por ti. Oramos una y otra vez para verte de nuevo en pie haciendo goles y que pudieras recuperarte para jugar el Mundial de Brasil. Dios nos escuchó, un poco tarde pero nos escuchó.
Dos años después volviste a ser el súper goleador que deslumbró en el Porto, en Atlético y ahora en el Mónaco. Pero has traicionado a tu Dios, Radamel, y de paso a tu iglesia. ¿Cómo le explico a mi hijo que su ídolo es tan deshonesto que puede proponer pactar un empate? Eso, en plata blanca, es amañar partidos. Entendemos la ansiedad que tienes de jugar un mundial. Además, de ser un hombre bueno, eres un amante de lo que haces. Eres mucho más que un profesional. El país laico te tiene como ídolo, pero nosotros, los cristianos, te queremos como un referente, como un ejemplo.
No lo debiste hacer Radamel. Vamos a orar por tu pecado porque has decepcionado a tu Dios y sobre todo a tu iglesia. Tu alma está en peligro. Es más importante tu Dios que el fútbol. Nada es más importante que tu Dios. La actitud de Radamel anoche no es la de un cristiano a carta cabal. Fue la de un futbolista enfermo por mantener un resultado. Es la segunda vez que nos decepcionas, la primera fue apoyar el pacto que hizo Santos con las Farc entregándole el país al castrochavismo, al homosexualismo, al comunismo de las Farc.
Seguiremos orando por ti Radamel. No sé si leerás esto, pero quiero dejarte esta reflexión de la Biblia, ese libro que deberías consultar más a menudo: Salmo 41.9: “Mi íntimo amigo en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, contra mí ha levantado su calcañar”.