Noticias falsas. El término lo utilizó por primera vez Donald Trump para referirse a la avalancha de noticias que mostraban que él había conspirado con los rusos para torpedear la candidatura presidencial de Hillary Clinton con el fin de permitir el triunfo de la suya. Pero fue en vano. Los omnipotentes medios controlados por sus adversarios le dieron la vuelta a su acusación y consiguieron que la opinión pública no solo no le creyera sino que sonora a falso todo lo que él dijo en su descarga a lo largo de la obstinada campaña mediática y política que reiteraba la tesis de su conspiración con los rusos. Lograron que muchísima gente terminara creyendo que era un agente de Putin o por lo menos su aliado incondicional. El informe que el fiscal especial Robert Müller rindió la semana pasada, al cabo de nada menos que 22 meses de investigación de lo que los medios llamaron el Russiagate, concluye que Trump tenía razón, que él no tuvo nada que ver con la dichosa conspiración. Pero, a cambio, insiste en la teoría de que la conspiración existió y que en ella participaron 23 ciudadanos y dos empresas rusas.
Estas conclusiones resultan a todas luces muy convenientes porque satisfacen tanto a Trump - que se libra del dichoso sambenito - como a los más poderosos entre todos sus adversarios: la cúpula del partido demócrata. Porque fue ella y el propio presidente Obama quienes acusaron a los rusos de estar detrás de la filtración por Wikileaks de las centenas de e-mails que el equipo de campaña de Hillary Clinton intercambió tanto con la dirección nacional como con las distintas direcciones del partido demócrata destinados a sabotear la campaña con la que el senador Bernie Sanders pretendía ser elegido como candidato oficial del partido en las pasadas elecciones presidenciales. Es difícil decidir si la Convención Nacional Demócrata eligió a Hillary en vez de a Bernie como candidata del partido a la presidencia debido al sabotaje a la precandidatura Bernie o porque a ella a última hora incorporó a su programa puntos importantes del programa de corte socialdemócrata con el que el veterano senador había logrado movilizar a una buena parte de la juventud norteamericana.
Si el convenio de Gazprom y Exxon se llevaba a cabo
supondría el fin de las hostilidades a Rusia y una nueva época
de entendimiento entre ambas potencias
Pero en cambio sí es claro el motivo por el que Obama decidió señalar a los rusos como los responsables de la filtración de los correos del equipo de la campaña de Hillary: bloquear cualquier intento de Trump de desmontar la campaña de confrontación con Rusia que Obama alentó durante sus dos mandatos. En el curso de este último, Gazprom - la petrolera estatal rusa - y Exxon negociaron un convenio de explotación y comercialización conjunta de los ingentes depósitos de gas situados en el norte de Siberia recién descubiertos. Un estimativo inicial cifró en 50.000 millones de dólares el monto inicial de dicho convenio. El problema es que si el mismo se llevaba a cabo supondría el fin de las hostilidades a Rusia y la apertura de una nueva época de entendimiento y cooperación entre ambas potencias. Algo que encaja bien en la estrategia que Henry Kissinger- que participó en algunas de las reuniones en Moscú en las que se cocinó el gran acuerdo petrolero- defendía y defiende: la estrategia de aliarse con Rusia para asilar y cercar a China. País al que él considera - al igual que el resto del establisment americano - como el mayor desafío a su hegemonía planetaria planteado hasta la fecha. Obama apoyó por el contrario la estrategia alternativa, defendida obstinadamente por el estratega Zbignew Brzezinski, que consiste en enfrentar simultáneamente a Rusia y a China, con la creencia de que los Estados Unidos tienen los suficientes recursos ideológicos, políticos, económicos y militares como para salir victorioso en dicho enfrentamiento. Entre esos recursos sobresalen sus alianzas estratégicas con la Unión Europea y con Japón.
La formidable campaña política y mediática de denuncia del Russiagate obligó a Trump a desistir de cualquier tentativa de distensión con Rusia. E hizo más. Le movió a exigir a los estados europeos miembros de la Otán un aumento sustancial de su gasto militar para incrementar aún más la presión militar sobre Rusia. El salomónico informe del fiscal Müller exonera a Trump al tiempo que deja en pie la acusación que ha cumplido un papel tan destacado en la legitimación de la política de enfrentamiento con Rusia.