No se necesitan estadísticas complejas ni prosas especializadas para presentar propuestas serias y posibles sobre el futuro de Colombia. Somos un país sobrediagnosticado por la tecnocracia, lo cual ha llevado a la gente corriente a desconfiar de soluciones sencillas dictadas por el sentido común. Todos los problemas están inventariados y todas las soluciones viables están sobre la mesa, solo falta un factor esencial para ejecutarlas: la voluntad política.
El programa de gobierno que ha presentado Sergio Fajardo a la opinión pública, resultado de 19 mesas temáticas en las que participaron 150 expertos, es un documento serio, sustentado, bien escrito, fácil de leer, construido a la manera académica, primero con un resumen de sus 32 propuestas y luego, para quienes les interese, con explicaciones más a fondo, pero alejadas por completo de la retórica fácil de las promesas electorales imposibles de cumplir.
Ideológicamente podría ubicarse en la socialdemocracia, porque es claro su compromiso con la iniciativa empresarial y la propiedad privada como fuente de generación de empleo y bienestar, pero también con la necesidad de que las instituciones estatales estén al servicio del ciudadano, y que el Estado sea el garante de la construcción de una sociedad más equitativa, a todos los niveles. Ello va desde programas de subsidio de educación, vivienda, salud, trabajo, seguridad pensional, para las minorías más desamparadas, mujeres, niños, ancianos, grupos étnicos, hasta la supresión de exenciones tributarias a grandes empresas que hoy existen como contraprestación a una generación de empleo formal que no se ha producido.
Los ejes de las propuestas de Fajardo coinciden en su diagnóstico con los de otras fuerzas políticas que han identificado las urgencias nacionales: la concentración del ingreso, la falta de generación de empleo formal, la inequidad tributaria, la inoperancia de la justicia, los enormes abismos de oportunidades entre los educados y los no educados, la corrupción rampante, la malversación de fondos públicos, la inseguridad ciudadana, la revivida violencia rural, el manejo incompetente del narcotráfico.
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La diferencia con los otros es que propone soluciones de un gran sentido práctico, nacido presumiblemente de su alma antioqueña y su formación matemática
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La diferencia con los otros es que propone soluciones de un gran sentido práctico, nacido presumiblemente de su alma antioqueña y su formación matemática: el destino de la Nación depende del estado de la política, y la única manera de que la política no esté al servicio de unos pocos es llegando al poder con el apoyo de la ciudadanía, sin compromisos de dame y toma con los grandes grupos de interés, sean empresariales o políticos, legales o ilegales. O sea, la voluntad política de hacer las cosas depende de la independencia del gobernante.
Es para Fajardo el único camino para acabar con la corrupción que lleva al desvío y al robo de los dineros que manejan los funcionarios públicos en complicidad con agentes privados. Y sin esa corrupción, que es como una enorme piedra en el camino del bienestar social, puede el gobernante dedicarse a lo que debe ser: devolver la confianza de los ciudadanos en el Estado y fortalecer las instituciones que permitan educar a la gente en profesiones y oficios para incorporarlos al entorno productivo formal, crear un marco sano y competitivo para la generación de empleo, apoyar a los sectores más desvalidos, llevar seguridad a campos y ciudades, proteger el medio ambiente.
Los ejes de esa rueda de generación de bienestar son: política económica, donde están las reglas de juego del sector privado; educación, especialmente desde la primera infancia; anticorrupción; el Ministerio de las Mujeres, para garantizar su igualdad; las comunidades negras, raizales y palenqueras; las personas con discapacidades; la comunidad LGTB+; el transporte; el turismo; la recuperación de la educación de los estragos generados por la pandemia; las comunidades indígenas; el desarrollo rural; los TICS; el medio ambiente; el turismo; la ciencia, tecnología e innovación; el deporte; el sistema de cuidado para el trabajo en el hogar; los entornos protectores para los más vulnerables; el STEAM que es el fortalecimiento de las competencias en ciencias, tecnología, ingenierías, artes y matemáticas de los jóvenes; la salud; la seguridad alimentaria; vivienda; cultura; el plan de matemáticas; los centros de oportunidades para los jóvenes; la transición energética; la justicia; la defensa y seguridad; y las relaciones internacionales, que incluye el multilateralismo y la normalización de las relaciones con Venezuela.
Cada uno de esos ejes con propuestas concretas y metas alcanzables. Y el compromiso de ejecutarlas, que es la expresión de una voluntad política que refresca el actual agobio de la realidad cotidiana y cumple la función primordial de todo dirigente político de generar confianza y esperanza. En conjunto es la propuesta de desarrollo de una nueva sociedad sin atropellos ni estridencias. Una lectura que vale la pena hacer y una propuesta que vale la pena apoyar.