En la llamada Coalición de la Esperanza no ha habido mayor claridad política. Es un grupo variopinto de dirigentes de diferentes orígenes políticos, diferentes trayectorias públicas y antecedentes electorales muy desiguales. Los une su reacción común contra los extremos, unas políticas públicas reformadoras y progresistas, y una vagarosa capa ideológico-geométrica, que se denomina Centro-izquierda.
Están allí los precandidatos presidenciales del Partido Verde, cuyo común denominador es su relativo anonimato y su exiguo capital electoral; antiguos dirigentes del liberalismo, como Juan Fernando Cristo y Humberto de la Calle; el hijo de Luis Carlos Galán, Juan Manuel, que representa a un poderoso y renovado movimiento de opinión capitalino, también de origen liberal; el senador Jorge Robledo, una voz independiente y solitaria, con sus 220.000 votos; y Sergio Fajardo, quien es por donde se le mire la figura dominante del grupo por su reconocimiento nacional, su imagen favorable y sus logros electorales.
De las numerosas e interminables reuniones de ese grupo es poco lo que ha quedado en limpio. Además, las decisiones políticas que pueden garantizar su éxito no dependen hoy de esas conversaciones.
El Partido Verde decidió autónomamente, como era su derecho, que sus precandidatos fueran todos a la consulta de marzo de 2022, para escoger allí un candidato que se enfrente en primera vuelta a los demás, lo cual es una torpeza política porque no tiene ni de lejos un candidato viable y pone en entredicho su futuro parlamentario. Y deja en el aire la razón de ser de la Coalición de la Esperanza que consistía precisamente en llevar un solo candidato a la primera vuelta.
El Partido Liberal, que tiene un agudo sentido de la supervivencia y es una poderosa fuerza electoral, está buscando como tener un candidato presidencial viable, y los más opcionados, ambos hijos pródigos que pueden volver a la casa del padre, Humberto de la Calle y Juan Manuel Galán, están en la Coalición de la Esperanza. Si el Partido Liberal se une alrededor de esos nombres, generaría una dinámica política que puede hacerlo caer en la tentación de ir con su candidato a la primera vuelta, otra pata que se le quiebra a la famosa coalición.
Lo cual deja a Sergio Fajardo solo contra el mundo, que es entre otras cosas como ha hecho su brillante carrera política. Solo pero no desprotegido. Si su campaña adquiere la fuerza que han tenido las anteriores, concreta sus propuestas, hace valer su figura de político íntegro que llega a dignificar la política y recoge al menos los votos del pasado, sigue teniendo un futuro promisorio.
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El ideal sería una consulta interpartidista entre los diversos sectores de la Coalición de la Esperanza que escogiera candidato para la primera vuelta en mayo 2022
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El ideal era que una consulta interpartidista entre los diversos sectores de la Coalición de la Esperanza escogiera un candidato para ir a la primera vuelta en mayo de 2022. Eso se ve difícil ahora. Como se ve igualmente difícil que algo parecido suceda en la derecha política partida en muchos pedazos: el uribismo, sin candidato viable, con el prestigio del expresidente Uribe y del Gobierno en sus más bajos niveles históricos; el Partido Conservador, a la búsqueda de un candidato propio, los exgobernadores y alcaldes afines a Uribe, en franca rebeldía. Como resultado va a haber muchas consultas en marzo y más candidatos de los esperados en la primera vuelta, lo cual fragmentaria las opciones de la derecha y del centro. Y dejaría un puesto asegurado en la segunda vuelta para Gustavo Petro, cuyo movimiento no solo no se divide si no que recibe adhesiones.
Así las cosas, la mayoría de votantes de centro y de derecha apoyarían en segunda vuelta al otro candidato que pase. Para especular quién podría ser, útil mirar los tres más opcionados según la última encuesta de intención de voto del Centro Nacional de Consultoría, auditada por Yanhass. Si se supone que la votación presidencial rondará los 20 millones de votos, Petro tiene hoy en primera vuelta el 23 % de intención de voto, 4,6 millones, 3.4 menos que en la elección presidencial pasada, pero curiosamente casi los mismos votos que sacó en la primera vuelta; Fajardo 12 %, 2,4 millones, 1 millón menos que en la primera vuelta pasada; Marta Lucía Ramírez, 9 %, 1.8 millones, medio millón más que en la pasada consulta de la derecha. Los votos uribistas por Duque en esa consulta, que eran de Uribe y hoy no se sabe de quién son, fueron 3,4 millones.
O sea, todos, menos Petro, necesitan aliarse antes de la primera vuelta alrededor de los candidatos más viables, reduciendo su número. Fragmentados en mil pedazos, pasaría cualquiera. ¿Es ese el juego? Sin embargo, solo o acompañado, quien más posibilidades tiene en ambos escenarios hoy en día es Sergio Fajardo, quien según la misma encuesta le ganaría a Petro en segunda vuelta por 10 puntos, 2 millones de votos. ¿Será que se convertirá en el presunto heredero de los votos que antes eran de Uribe? ¿Será que la vagarosa Coalición de la Esperanza entiende la realidad política y no deja a Sergio Fajardo solo contra el mundo?
