En la campaña del centro esperan un déjà vu y confían en que Fajardo repetirá la remontada que vivió en 2018, cuando tenía todos los pronósticos de las encuestas en contra, pero a pocos días de la primera vuelta, con su sencilla estrategia de caminar las calles y sin llenar plaza pública, se convirtió en un fenómeno de opinión y estuvo a pocos puntos de disputarse el ballotage.
Sin duda, nadie lo vio venir. Al punto que se volvió vox populi una afirmación algo extraña, la que sustentaba que el “presidente profesor” estuvo a pocos días de entrar a la segunda vuelta, como si las fechas del calendario electoral fueran piezas móviles; lo cierto es que Fajardo sorprendió con un resultado inesperado y el mismo Petro afirmó que ingresó a la segunda vuelta con las “alas rotas”.
Ahora bien, tras ese resultado, empezó su estrepitosa caída y progresiva quemada (para estar más sintonizados con la coyuntura).
Y no fue precisamente resultado de las ballenas, a las que convirtió en caricatura de la desidia y la tibieza política, sino a su falta de perspectiva ante las tensiones sociales que sacudieron los cimientos del país y derivaron en un estallido social sin precedentes; a su precaria estrategia de comunicación —patéticamente simbolizada en tres platos vacíos—, sumada a su incapacidad de adaptarse a una sociedad cambiante.
A Fajardo no lo quemó Isabel Zuleta, Petro o si quiera el petrismo, Fajardo se quemó solito en una sucesión desafortunada de salidas en falso, actos de indiferencia y poca perspectiva.
La primera salida el falso de Fajardo se dio a los pocos días de la primera vuelta. Tras concentrar su votación en grandes plazas de opinión y emocionar a millones de jóvenes, el excandidato afirmó, entre airado y frustrado, que se retiraba de la política electoral.
Así lo manifestó ante varios medios, sin dar mayores explicaciones sobre su jubilación. Sin embargo, rápidamente se retractó y expresó que volvería a disputarse la contienda por la Casa de Nariño.
Esa primera salida en falso evidenció la fragilidad de su talante, a lo que se sumó el infortunado episodio de las ballenas, por el cual será recordado, algo que no dudo, por las próximas generaciones. La verdad, el lio no fue tanto el voto en blanco, sino su indiferencia ante un momento histórico.
Tras la victoria de Duque, se reforzó una matriz antifajardista bastante superficial, la misma que afirma que Fajardo fue el responsable de facilitar la llegada del uribismo al poder, como resultado de su decisión de votar en blanco. Eso no es cierto.
El voto en blanco se ubicó en sus proporciones históricas en una elección presidencial, Petro duplicó su votación y perdió la elección sobre todo por una serie de factores cruzados, entre ellos: la incapacidad de movilizar una porción de la clase media bogotana (así lo platea en su libro); la fortaleza del uribismo en Antioquia y los Santanderes; y la compra masiva de votos en los departamentos de la costa.
No creo que Fajardo sea el directo responsable de algunos de esos factores, a lo sumo, de no sentarse con Petro y aceptarle su propuesta de co-gobernar.
Sin embargo, se creó una atmósfera antifajardista fuerte, condenando su tibieza e indecisión. Hasta el punto de ser tildado de uribista o aliado de Duque, bueno, con Duque si se reunió y luego dijo que lo consideraba como una persona que “quería acertar”.
Luego del episodio de las ballenas Fajardo no paró de hundirse; por ejemplo, en las elecciones de 2019 fracasó con todas sus apuestas (a excepción de Claudia López quien tenía su propio capital de opinión), sus procesos en la Fiscalía y la Contraloría se reactivaron con fuerza —con cierto grado de politización—, y no se posicionó activamente en la opinión pública.
Pero el principal error de Fajardo, la falla geológica que lo hundió definitivamente ocurrió en 2021 y es consecuencia de su posición inicial frente al Paro Nacional. Al desestimar el valor de la movilización en un momento de indignación social, en el momento que movilizó la frustración de toda una generación, Fajardo se percibió desconcertado de su antigua base y terminó de decepcionar a los jóvenes que confiaron en su programa en 2018.
Fue un error abismal que profundizó cuando visitó a Duque en la Casa de Nariño. Desde el Pacto Histórico y hasta sectores del centro cuestionaron su posición. El epitome de la incoherencia.
Así que ni Isabel Zuleta o Petro son responsables de querer borrarlo de la política, para nada, si Fajardo está quemado es por el peso de sus salidas en falso e indecisiones. Zuleta solo ha reforzado hasta el cansancio una matriz de opinión antifajardista, a veces injusta con Fajardo, pero ciertamente efectiva para desestimar su perfil ante un electorado de opinión (y Fajardo es un candidato de opinión).
Además, a Fajardo también lo ha afectado el cada vez más impopular gobierno de Claudia López en Bogotá, la reventada del centro y su tardía oposición a Duque. Todo eso ha confluido para volverlo inviable de cara a una primera o segunda vuelta.
Esa quemada la ven desde su propio grupS