Fajardo, un político más que quiere ganar a como dé lugar

Fajardo, un político más que quiere ganar a como dé lugar

Se muestra condescendiente con las políticas del gobierno, como si quisiera llevarse bien con él, y no ha defendido con firmeza ninguna de sus propuestas de campaña, ¿ah?

Por: Pablo Andrés Restrepo López.
febrero 04, 2019
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Fajardo, un político más que quiere ganar a como dé lugar

En el 2017, el "sector alternativo" de la política colombiana y la izquierda se empezaron a disputar, a través de los nombres que sonaban de candidatos presidenciales, los votos sin dueño del sector estudiantil/ intelectual y los indecisos sin partido. Era claro que el gran rival de dicha elección era el uribismo, que pusiera a quien pusiera tenía un sector considerable del electorado fidelizado de forma incondicional.

Aparecieron Sergio Fajardo y Gustavo Petro como fuerzas que, literalmente, en la elección del 2018 se partieron en mitades la esperanza de derrotar a un uribismo astuto, que supo mantenerse sólido y unido con la derecha política del país para ganar la elección sin mayores problemas, a pesar de que fue requerida la segunda vuelta.

La falta de unión entre estos candidatos provocó que todas las ideas comunes que tenían se vieran contrariadas por las políticas del ganador: el mejor ejemplo de esto es el aumento de impuestos y el cierre de las negociaciones de paz con el ELN. A pesar de estas frustraciones, e independiente de cuál de los dos excandidatos tuviera la culpa de la derrota de lo "alternativo", ambos salieron de la elección representando un cambio que poco a poco el país mediante las urnas reclama cada vez con más fuerza.

Sin embargo, sin ánimo de defender a Gustavo Petro como el candidato obligado para proteger los deseos e ideales del "cambio", pues es un personaje conflictivo en aspectos que no son el objeto de este artículo, cierto es que, a diferencia de Fajardo, ha sido coherente en su accionar desde terminada la campaña y no ha cambiado ni en discurso o acciones sus principios y preceptos ideológicos.

Él, en cambio, una vez derrotado se dedicó a contrariar (no defendiendo) todo aquello que dijo defender en campaña, tanto en discurso, como en accionar. Fue la opción de "cambio", a su lado estaban Claudia López y Jorge Robledo, líderes de partidos de izquierda e izquierda moderada, recordados por ser permanente oposición de los gobiernos Santos y Uribe. Sus banderas eran la lucha contra la corrupción y el uso de la educación para rehacer la sociedad desde sus cimientos. Iba de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, prometiendo una Colombia distinta, prometiendo un porvenir en el que las instituciones estarían renovadas, y las desigualdades todas se verían contrariadas por la educación del pueblo.

¿Y bien? El día siguiente de la derrota estos preceptos parecieron dejar de importarle. Se fue a ver ballenas al Chocó y no tomó partido en la segunda vuelta (a pesar de que se enfrentaban: un candidato que contrariaba sus propuestas de forma radical con otro que las seguía de forma parcial). Rara vez se le vio comentando los debates de control político contra el Ministro de Hacienda (un tuit solitario del 23 de septiembre pidiendo su renuncia), y brilló por su ausencia en el que se realizó contra el Fiscal General de la Nación (como sí comentaron y participaron su equipo de campaña y partidos: Polo y Verde) ¿Acaso no era de su interés derrotar la corrupción? ¿No era ese el tema precisamente de los debates?

Al mismo tiempo, un gran paro nacional fue realizado por las instituciones de educación superior pública en todo el país por falta de financiamiento. Hubo marchas, debates en espacios académicos y se presionó al gobierno argumentando que el déficit era fatal. Una vez más, Fajardo apareció escasamente como sí lo hizo con fuerza en los paros que hubo antes de la elección. ¿No era ese el segundo pilar básico de su campaña? ¿No era el presidente profesor?

Pero no, pocos comentarios hizo para apoyar a los estudiantes, consciente, quizá, de que tomar posición le haría perder un posible capital político en una posible futura elección presidencial, en la que necesitará ya no solo "intelectuales" (que son demasiado pocos) sino a su vieja amiga, la derecha.

Recientemente asistió a una marcha contra la violencia convocada por el partido de gobierno. Allí se presentó, diciendo que había que hacerle frente al terrorismo. De inmediato sus votantes y la izquierda (que siempre le tuvo desconfianza) saltó de la indignación y le preguntó, por qué, habiendo tantas otras causas por las que marchar, convocada por sus mismos votantes (estudiantes entre ellos) solo le pareció pertinente asistir a esta última.

Resulta que al señor Fajardo no le parece indignante que personajes muy cuestionados e investigados por corrupción ejerzan cargos públicos. No le parece indignante que la educación esté desfinanciada. Y le parece indignante la muerte de 22 cadetes de la Policía (hecho condenable, no hay ninguna duda) pero no la de los más de cien líderes sociales asesinados desde posesionado el nuevo gobierno (por quienes solo dio condolencias a uno el 20 de diciembre del año anterior en Twitter, más no asistió a las marchas que se hicieron en honor a ellos).

Más allá de contadas manifestaciones de apoyo que le son pedidos por sus votantes en espacios como Twitter, Fajardo no se ha hecho sentir como un actor político importante en el panorama nacional. Se muestra condescendiente con las cuestionables políticas del gobierno, como si quisiera llevarse bien con él, por si les llegara a necesitar.

Hoy resulta que, contra lo que anunció antes de pérdida la presidencia, sí quiere aspirar nuevamente al cargo. ¿A qué está jugando? Da a entender el exgobernador de Antioquia con sus acciones que lo único que le importa es ganar la elección. No ha defendido con firmeza ninguna de sus propuestas de campaña, ni los preceptos en los que estaban basadas. Y ha pasado de parecer una "opción de cambio" a un político más, cínico, cuyo objeto no es defender su discurso (algo que tiene al menos la decencia de hacer Uribe y Petro) sino ganar a como dé lugar, vendiéndose maquiavélico, tal y como lo son aquellos políticos contra quienes luchan aquellos que votaron por él. ¿Pretende cambiar de público objetivo? o ¿de verdad piensa que puede volver a cortejar a un electorado que hoy se muestra arrepentido de haberle dado su voto?

Como máximo exponente de la "tibieza" política, Sergio Fajardo nos vende lo que es la hipocresía, el conformismo y el oportunismo como "prudencia". No hacer nada contra la injusticia no es ser prudente, no hacer nada es ser cómplice de las cosas que son injustas, es hacer todo para que el cambio no se dé.

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