No puede ocurrir que lo dicho por Claudia Morales sea banalizado y convertido, por algunos sectores, en parte de una estrategia para entorpecer a algún movimiento político y que todo siga igual, en una jugada que rebaja el significado de su denuncia. Paradójicamente, el tema puede ser parte clave del actual debate electoral si se trata con altura y firmeza, mas allá del repudiable caso expuesto por Claudia.
Sé por quién votaré para presidente en primera vuelta. Se llama Sergio Fajardo. Para Senado lo haré por Angélica Lozano y no sé aún por quién para Cámara. Veremos quiénes clasifican a segunda vuelta para las presidenciales. Me da temor que Fajardo pierda empuje y que no clasifique. Podría ocurrir si otros rivales arrasan en las elecciones para Congreso y si Fajardo no construye una narrativa más precisa y atractiva, mirando al futuro. Mujeres y jóvenes podrían darle un respaldo que lo convierta en fenómeno. Tiene una oportunidad de oro si apoya a las mujeres en estos días en que pareciera que todo seguirá igual y que la columna de Claudia Morales sea banalizada como estrategia de un puñado de mala gente que busca afectar el camino, siempre ascendente, del gran líder.
Me preocupa que lo que pase con los votos a Congreso podría desinflar a mi candidato en el lapso de marzo a mayo. No hay algo así como “fajardismo” que se refleje en fuerza electoral propia en el Congreso y Fajardo dependerá del desempeño de la lista Verde y la de Robledo. Vargas Lleras, con aparente baja favorabilidad en las encuestas hoy, que cuenta con la maquinaria regional aceitada, podría dispararse y clasificar a segunda vuelta si Cambio Radical resulta con un buen número de congresistas elegidos. De paso, es posible que CR supere a los del Centro Democrático que, difícilmente, igualará su resultado de hace cuatro años. Quizás, la decisión de pasar de la lista cerrada a la abierta genere más pugna que voto programático y que la suma final no genere buenos dividendos.
A pesar de no abstenerme ni de votar en blanco, el panorama no es, propiamente, de optimismo. No hay pasión por el lado positivo, por lo que el candidato o candidata representen. Al contrario, como suele ocurrir, se vota en contra de alguien o de algo y, como algunos lo pregonan, contra el proceso de paz. En ninguna de las toldas hay líderes que, por sí mismos y sus propuestas, no por negación de las maldades de sus competidores, resulten atractivos. Los tiempos de políticos que despertaron esperanza o algún fervor han quedado, al parecer, atrás. Hay que recordar que Antanas Mockus fue un gran innovador, especialmente en su primera alcaldía. Nohemí, aunque no ganó en 1998, fue una candidata que despertó ilusiones. Uribe, por quien no voté, fue un verdadero fenómeno que, a estas alturas hace dieciséis años, apenas despegaba.
Para elecciones al Congreso, en ninguna de las toldas hay líderes
que por sí mismos y sus propuestas,
no por negación de las maldades de sus competidores, resulten atractivos
Reconozco que hay pugnas interesantes. Marta Lucía Ramírez, de lejos la más capaz del trío a la derecha, podría ganar la consulta. Cuenta con experiencia, iniciativa y, en estos meses de reivindicación de los derechos de las mujeres en el mundo y Colombia, podría arrastrar voto femenino. Sin embargo, no sabemos si, en el evento de un triunfo de Marta Lucía en la consulta, dicho resultado sea del gusto del líder supremo. Y como la política es dinámica, uno no sabe…
No quisiera que Fajardo se desinfle. Ha sido profesor y la educación ha sido un fuerte suyo. Sin caer en el oportunismo, Fajardo puede meterse en el tren de apoyo irrestricto a las mujeres, empatando con el “#yotambién”. El tema, por razones obvias, le concierne a los hombres. Después de la columna de Claudia Morales, aunque no sepamos (ni podamos probar aún) quién es “Él”, Fajardo, por diversas razones, es un apropiado líder para promover la defensa sin condiciones de las mujeres. No tiene que señalarlo a “Él”, ni caer en una nueva trampa que alimenta la polarización. El riesgo de que las cosas sigan igual para las mujeres es alto precisamente por la habilidad que han tenido algunos, por acción y reacción, de señalar el asunto Morales como parte del debate electoral. Ya, con razón, líderes de opinión dicen que todo seguirá igual.
El tema alcanza dimensiones globales y trasciende cualquier proceso electoral, aunque los puede afectar. Lo que está ocurriendo en los EE. UU. resulta impresionante, aún con el manifiesto de las líderes francesas encabezadas por Catherine Deneuve. Íconos de Hollywood, congresistas, el médico del equipo olímpico femenino de gimnasia, están derribándose por las denuncias de acoso flagrante y violación, así parezcan tardías.
Que Fajardo contribuya a liderar la campaña de respeto a las mujeres, con las mujeres, de repudio radical a las prácticas de acoso y violación, de aliento a la denuncia, que construya una narrativa que pueda llevar a los debates entre los candidatos, contribuyendo a crear una cultura de protección a ellas. Sin temor.