Ambos bandos parten de nada para llegar a la nada. Ambos promueven desde la razón asistida su verdad verdadera. ¿Por qué necesariamente debemos caer en sus falsos dilemas para alcanzar la paz? ¿Existe la posibilidad de despojarnos de esas visiones sesgadas y manipuladoras?
Como en cualquier cartel de boxeo en un mundo imaginario que le apuesta a la paz. El país asiste impávido al festín preparado desde el circo de la democracia y el Estado fallido en que nos hemos convertido, a pesar de los intentos de parecer del primer mundo con alpargatas del tercero. La paz como espectáculo de gladiadores romanos, donde el imperio de la insensatez termina doblegando a los contrincantes para gozo maniqueo del público convidado y no se sella la victoria para ninguna de las soberbias enfrentadas.
Es tanto el humo y la humareda visible a largas distancias, que poco se hace distinguible el camino que se propone tanto desde el No como desde el Sí. Ambos bandos son fabricantes de humo y en serie como cualquier maquila inmisericorde.
¿Por qué cuesta tanto convencer desde los argumentos de la Paz liberal prometida? ¿Por qué, si sabemos las razones de sus enemigos y tampoco nos convencen sus contradicciones y ligaduras con un pasado reciente que les calla la boca, les hacemos el juego de una falsa victoria romana?
No hay peor guerra –después de la guerra verdadera- que la que inventamos para convencer con mentiras y verdades, con razones y disparates; para no reconocer que el No al conflicto y la superación de la violencia pasa por el Sí a la paz negociada y con sus defectos.
¿Qué razones puras y sensatas le asisten a los promotores del No para reparar en formas y fondos a la paz negociada, si no es otro que el de la mezquindad política y los egos sectarios de unos partidos y movimientos miopes y torpes?
Cuando uno revisa los antecedentes de sus defensores, encuentra un tropel de rabos de paja alejándose del fuego fatuo de la paz, chillando y sonriendo como hienas en un Serengueti colombiano. El cinismo es la mejor arma de los bandos enfrentados. Como en los viejos tiempos de los oligarcas liberales y conservadores de mediados del siglo pasado; hay una paz en forma de Gaitán que debe ser sacrificada para detener al comunismo zombi que nos amenaza. Parece que la historia poco tiene que enseñarle al país.
¿Por qué los detractores del Sí se empeñan en desconocer que en esta negociación, imperfecta como todas, no se le está entregando el país a nadie en particular, y que se conservan los privilegios y poderes (innegociables) del sistema en su esencia?
¿Qué se ganan con oponerse a casi todo de manera rotunda, si no es lo de arrebatar un triunfo ajeno y de aplazar la necesidad de debatir las contradicciones desde lo político y no desde las armas?
Aquí no se trata un juego de derechas e izquierdas. Ahora resulta que es la misma derecha de siempre con sus contradicciones internas y sus acuerdos soterrados para gobernar desde más de dos siglos a lo que se ha construido de nación; es la derecha la que hace agua con sí misma y deja expectante a una izquierda histórica con esperanza de formar parte del juego de la democracia liberal y renunciar a la revolución prometida. Por otro lado, deja frustrada a otra izquierda democrática alejada de la ortodoxa y que se sentiría cómoda en un proyecto de nación más incluyente y deliberante. Y deja a medio camino a un proyecto de sociedad pluralista, de correlación de fuerzas y favoritismos, de opiniones y actitudes; mucho más pragmática y cercana a una “mass media política” medio pensante, propia de estos tiempos de digitalización y tendencias sustentadas en el firme soporte de los rumores (redes) sociales.
El caudillismo con el que se defiende al No debe ser enfrentado
con un liderazgo colectivo desde el Sí.
No desde la cúspide de los políticos ni desde el curubito del gobierno en desprestigio
El caudillismo con el que se defiende al No debe ser enfrentado con un liderazgo colectivo desde el Sí. No desde la cúspide de los políticos ni desde el curubito del gobierno en desprestigio; se trata de una toma de la paz desde la opinión pública sensata: la que delibera, discute y confirma verdades antes que esparcir rumores. La del análisis desnudo de los aciertos y fallas de la negociación. La que se enfrente con pedagogía al ciudadano y lo convenza que la paz es la única salida, aunque no es el acuerdo definitivo que nos lleve al paraíso.
Coda: En un verso que tengo arrinconado en el miedo, escribí: Si la paz se les ocurre a los señores de la guerra/ Voy a extrañar esta calma violenta que me hace estar vivo/ Cambiar el sigilo y las sombras/ Retornar a las luces de las multitudes mezquinas.