El trastorno narcisista de la personalidad

El trastorno narcisista de la personalidad

Encuentre aquí una comparación entre Fabio Andrés Olarte y El Mago de Oz

Por: Eduardo del Río Amador
octubre 30, 2014
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
El trastorno narcisista de la personalidad

Dorothy es una chica de provincia, que vive bajo el amparo de sus tíos en una región muy conservadora. Lleva una vida austera pero sin pasar penurias. Nunca se ha sentido, ni a gusto, ni identificada con la vida monótona del pueblo, a quienes considera gente grosera, ignorante y violenta.

Hastiada de ese entorno decide escapar hacia tierras lejanas, “en algún lugar encima del arco iris”. Toma sus maletas y se dirige al sur, a la tierra de la mariposa tecnicolor. Se identifica profundamente con sus gentes, sus costumbres europeas y aristocráticas, contrarias a la vulgaridad que siempre la ha rodeado.

Estando lejos de su tierra, a Dorothy le da un arranque de nostalgia. Piensa sobre sus infortunados compatriotas; la conmueve la situación de abandono y atraso a la que se encuentran sometidos, y siente la imperiosa necesidad de hacer algo para remediarlo. Siente deseos irresistibles de volver, pero no puede abandonar su nuevo refugio bajo el arco iris. La mente de Dorothy entra en conflicto, paulatinamente se va enajenando, y queda atrapada en un delirio permanente.

En su epifanía, Dorothy sueña que su país está a punto de ser arrasado por una gran catástrofe. Le ve agitado en el seno de un inmenso tornado. Observa cómo sus vecinos, representantes de la podredumbre moral que tanto desprecia, se convierten ante sus ojos en una horrible bruja, que de ahora en adelante representará todo lo que Dorothy desprecia de su entorno social, y cuyas fuerzas oscuras harán todo lo posible por hacerla desistir de su propósito emancipador.

Dorothy permanece impasible en el ojo de la tormenta, y observa cómo el tornado se disuelve temporalmente. En su fuero interno se sabe destinada a derrotar a las fuerzas oscuras del atraso. Entonces, su casa, lugar de su crianza privilegiada, esa cantera inagotable de rectitud moral, cae de las alturas, y aplasta a la bruja horrenda.

A Dorothy se acerca una mujer de otra índole, se identifica como la bruja buena, y le informa que ha matado a la bruja mala del este, la bruja más débil, la de los prejuicios sociales fáciles, la de los lugares comunes, pero que todavía vive una bruja mucho más fuerte, la bruja mala del oeste. La bruja buena es la señora dueña de una tierra de seres insignificantes, sin mayores dotes intelectuales, y sin capacidad para la virtud, verdaderos enanos morales, llamados Munchkins. Los enanos idolatran a Dorothy, le cantan alabanzas y le agradecen el haber liberado a sus conciencias de la bruja mala del este.

La bruja buena calza unas zapatillas de rubí. Son llamativas, y para muchos, comparables al oro o al diamante. Pero el rubí solo es bello en apariencia, no pasa de ser un óxido mixto de aluminio y magnesio, sin la fortaleza estructural del diamante, y sin la química incorruptible del oro.

La bruja mala del oeste, aparece en la escena, y no reconoce en Dorothy ninguna autoridad, rechazando el que merezca siquiera llevar puestas las zapatillas de fantasía. La bruja buena, alentada por el coro de enanos, le entrega las zapatillas a Dorothy, y le advierte a la bruja mala que en Munchkinland, tierra de los idiotas felices, las mentes son inmunes a su influjo escéptico y racional.

La bruja buena prepara a Dorothy para la titánica tarea de liberar las conciencias de su tierra natal. Le informa que solo la sabiduría infinita del Mago de Oz, que habita en la fulgurante Ciudad Esmeralda, podrá darle las respuestas. Le aconseja que para superar todos los obstáculos que se le presenten, jamás se quite las zapatillas, y que siga firme por el camino de losas amarillas.

Dorothy toma su camino con mucha resolución. Tras sus primeros pasos de inmediato la acosa una lluvia de simios voladores que le gritan toda clase de improperios y rechazan sus intenciones. Pero Dorothy se aferra a la autoridad de las zapatillas y los simios desaparecen.

Ese primer encuentro intenso, y la posterior soledad del camino, la obligan a reflexionar. Con esto, Dorothy empieza realmente a adentrarse en el camino de la sabiduría, aunque con mucha timidez. Hace una breve introspección, y sus instintos autocríticos, todavía escasamente desarrollados, alcanzan a sugerirle errores que ha cometido. Dorothy entra en disonancia cognitiva: “No dudes de ti misma, eres la reina de los enanos, aférrate a la autoridad de las zapatillas. Mantente firme a lo largo del camino”. Pero la duda permanece como una partícula minúscula en su mente.

Entonces, Dorothy observa a un lado del camino, a un espantapájaros colgado de un mástil. El espantapájaros es un símbolo en el arte de la dialéctica. Siempre ha representado no admitir la propia ignorancia. Representa un falso interlocutor, un muñeco de trapo, que puede ser una persona real, o puede ser una entelequia indeterminada, como “el ciudadano promedio”. En filosofía, se conoce como “falacia del espantapájaros”, la estrategia tramposa de poner en boca de otros, lo que estos no han dicho, para luego pretender que les hemos refutado.

Dorothy habla con el espantapájaros, el cual se queja de su situación. Él tiene la honradez de saberse ignorante, reconoce que es un cabeza hueca, sin cultura ni sofisticación mental, porque para comenzar, ni siquiera tiene un cerebro. Le pide a Dorothy que lo ayude a bajar del mástil, y lo deje acompañarla en busca del Mago de Oz, fuente de sabiduría, aspirando que éste le regale un cerebro. Dorothy no logra darse cuenta que el espantapájaros es realmente ella, porque Oz no existe sino en su propia mente, pero la autoridad de las zapatillas, que representan el elogio de las mentes mediocres, y la confianza que debe tener en sí misma, no le permiten dudar de sí.

Posteriormente, Dorothy y el espantapájaros encuentran a un hombre de hojalata. Es un cachivache de latón, un armatoste obsoleto, con las comisuras de su armadura oxidadas, y paralizadas por la pátina del tiempo. Es una mera carcasa carente de contenido, una protección barata que por debajo no alberga un corazón. Es la metáfora de la moral colectiva y las costumbres conservadoras, viejas y oxidadas, en las que fue criada Dorothy. El hombre de hojalata le pide a la niña que le ayude a encontrar al Mago de Oz para que este le regale un corazón y así poder amar al prójimo.

Pero el hombre de hojalata no puede moverse, porque sus articulaciones están paralizadas. Le pide implorante: Niña, tú que te has librado de las ataduras de la tradición y los prejuicios, ayúdame a superar este atascamiento. Pero Dorothy, ha de aceitar su propia moral conservadora, la cual aún no ha superado en realidad, y solo consigue aflojar las comisuras de la armadura con algunas gotas de humanismo políticamente correcto. En el fondo sigue siendo xenófoba, ensimismada, egoísta, y carente de un corazón bondadoso.

Finalmente se encuentran a un león muy peculiar. Es un león cobarde, a quien todo el mundo ridiculiza. El león, siempre que es cuestionado, solo sabe responder con rugidos de bellaquería; si alguien pone en duda su valor, no demuestra actos gallardos, sino que recurre a insultos y descalificaciones. Es un león tristemente célebre. Se siente el rey de la selva, pero no es más que un cobarde que se atrinchera en su autoestima frágil, para no tener que aceptar que nunca ha tenido una idea original, que no puede liderar algo que no sean animales pequeños, y que las demás especies del reino no hacen más que recordárselo. Le pide a Dorothy que le preste su apoyo moral incorruptible, para ir en busca del Mago de Oz.

Así es como los cuatro, por fin, tomados de los brazos, caminando juntos a pasos iguales, como cuatro facetas de una misma persona, cuatro seres que en realidad son solo uno, emprenden la ruta hacia la ciudad Esmeralda al encuentro del Mago de Oz.

En la puerta de la ciudad, los guardianes les dicen que para admirar las maravillas del Mago de Oz, deben colocarse unas gafas con lentes verdes. Una vez se las han puesto, todo en la ciudad Esmeralda es brillante, todo es revelador, todo es un descubrimiento. Los cuatro se sienten en presencia de una fuente inagotable de verdades que el mundo entero necesita saber, que todos envidiarían presenciar.

Cuando llegan ante el Mago de Oz, cada uno de ellos ve una cosa distinta: Dorothy ve una cabeza gigantesca, el espantapájaros ve una mujer hermosa que habla y piensa como él, el hombre de hojalata ve una bestia terrible, y el león cobarde ve una gran bola de fuego.

La cabeza gigantesca es la genialidad que Dorothy cree tener. La mujer hermosa que habla y piensa como el espantapájaros es el amor ideal del megalómano; la bestia terrible es la naturaleza conservadora de Dorothy cuando se contempla a sí misma; y la bola de fuego, representa la pasión incesante que caracteriza a las personas verdaderamente valientes.

El Mago de Oz está detrás de una cortina, la cuál, les advierte, no deben descubrir, so pena de perder el secreto de la sabiduría. Los cuatro se quitan las gafas, y se dan cuenta que todo lo habían estado mirando a través del filtro de los lentes, a través del sesgo de confirmación de sus prejuicios. Tienen entonces el valor de descubrir la cortina y se encuentran a un farsante, que premeditadamente los había estado engañando con una serie de trucos baratos de pirotecnia literaria.

Una vez se han sincerado los cinco, el Mago les enseña que no hay tal cosa como la magia y el camino fácil. Al espantapájaros le enseña que la mejor forma de tener un cerebro es educándose, y que esto requiere algo más que un esfuerzo superficial, o que incluso un par de horas de lectura, sino dedicación permanente, pero le reconoce y le alaba haber admitido su propia ignorancia, el primer paso hacia la sabiduría, y por ello le regala un diploma. Al hombre de hojalata, le enseña que el mejor corazón, el más virtuoso de todos, es el que practica la magnanimidad, que no está ni en el apasionamiento, ni en el odio, ni en la vanagloria, sino en la justicia: en apreciar las cosas por su verdadero valor, en no dejarse llevar por los impulsos, en ser milimétricamente cuidadoso en sus apreciaciones, y para ello le regala un reloj en forma de corazón. Al león cobarde, le enseña que el valor no se trae de nacimiento, sino que se gana con el esfuerzo, que no basta con que él se crea destinado a ser el rey de la selva, sino que debe ganarse ese lugar primero, que debe saber hacer méritos si quiere ser respetado, y que dicho respeto no es él quien se lo debe imponer a otros, ni mucho menos otorgárselo a sí mismo, sino que los otros deben dárselo a él, y para ello le otorga una medalla al valor, símbolo de la meritocracia.

A Dorothy le indica que la mejor manera de liberar a su tierra natal es viajando en un globo aerostático, símbolo de la simplicidad y el poder de la ciencia; pero que, para poder regresar a la realidad, debe primero quitarse las zapatillas, y dejar atrás la admiración de los enanos mentales, los que no distinguen pirotecnia barata, del talento verdadero.

Así termina la parábola del Mago de Oz. Es una metáfora del Trastorno Narcisista de la Personalidad. Según la cuarta versión del “Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales” (DSM IV), este cuadro clínico lo padecen personas que presentan un patrón perdurable de grandiosidad, sea en fantasía o comportamiento; una insaciable necesidad de ser admirados, y usualmente muy poca capacidad para sentir empatía hacia los demás. Las personas con este trastorno suelen creerse de suma importancia en la vida de otros, o tener una gran influencia sobre éstos. También presentan un comportamiento esnobista, y un trato desdeñoso y arrogante hacia quienes no les ofrecen pleitesía.

Para ilustrarlo tomaré la lista de síntomas que aparece en el DSM IV y lo contrastaré con algo que considero una prueba reina de que Fabio Andrés Olarte padece un trastorno narcisista de la personalidad. Me refiero a un artículo publicado en Las 2 Orillas, escrito por una tal Paula Larissa Manchego, titulado “Fabio Andrés Olarte, el revolucionario de seda”, nombre que, yo sostengo, fue un pseudónimo usado por el mismo Olarte.

Enseña la psiquiatría forense, que la mejor manera de delatar a los sociópatas y los narcisistas es alimentarles su ego. Cuando esto ocurre, sus defensas psicológicas bajan la guardia y no pueden resistir hacer gala de la vanidad interior de su pensamiento. Mi hipótesis es que tras haber escrito la nota ciudadana titulada “¿Alguna duda? Uribe sí es el gran colombiano”, Fabio Andrés Olarte se sintió tan orgulloso de su texto que no pudo resistir la tentación de escribir una nota sobre él mismo para regalarse los elogios exagerados que necesita su cuadro mental narcisista.

escribió él mismo por diversas razones: el autor se llama Paula Larissa Manchego, nombre que suena más al de una chica argentina que al de una joven de Sincelejo, como pretende ser, y que parece más salida de las fantasías de Olarte, quien precisamente estudia en Argentina. También la supuesta autora firma con una cuenta twitter que no existe. El texto, no solo posee la misma fraseología de los artículos de Olarte, y el mismo tono narrativo, sino que en algún lugar comete el error de hablar de sí en género masculino.

Finalmente, el hecho de que el texto, que pretende ser una crítica contra él (como estrategia de distracción) es en realidad un ditirambo de idolatría. Con el texto, Olarte buscaba varias cosas: adular sus infinitas perfecciones como Narciso en el lago, al tiempo que jugar a “manipular” a las masas: repetirá las críticas que le hacen para dar la impresión que es una persona que no le admira, al tiempo que se echa flores, que es en últimas el móvil psicológico de la farsa.

También la supuesta autora, que según no conoce personalmente a Olarte, exhibe un conocimiento sobre su vida que no son accesibles desde ninguna fuente documental, y que sólo él mismo podría saber.

Enumeraré los síntomas del trastorno, contrastándolos con citas del artículo supuestamente escrito por la sincelejana de nombre argentino:

1. Megalomanía, grandiosidad. Exagera la importancia de sus logros y sus talentos. Espera ser reconocido como superior sin haber cosechado éxitos extraordinarios.
• “decidí investigar a fondo la vida del joven que puso contra las cuerdas del ring al escritor Gustavo Bolívar”.
[Gustavo Bolívar nunca ha tenido ninguna controversia con él] • “... con un tono irónico majestuoso y con una particular capacidad de atraer al público…”
• “En su ciudad (Sogamoso), es la cabeza visible de la oposición al alcalde”. [¿Cabeza visible? ¿Un chico que tiene 2 videos en youtube?] • “De inmediato empecé a seguirlo en redes sociales, donde es una persona influyente para una gran masa de colombianos. En Twitter, por ejemplo, es común ver como muchas personas citan sus frases célebres. Mejor dicho, el personaje es toda una sensación”. [Para la fecha del artículo Olarte tenía aproximadamente 800 seguidores en Twitter, ahora tiene mil. En Facebook tiene apenas 69].
2. Le seducen fantasías de éxito ilimitado, poder, inteligencia, belleza y amor ideal.
• “Andrés sueña con ese cargo (alcalde de Sogamoso). Seguramente, después de años de trabajo, lo tendrá. No lo dudo porque es inteligente y tiene, particularmente, la capacidad de embrujar a la gente con su discurso”.
• “Me da miedo porque así, como él, han empezado personajes como el mismo Uribe”.
3. Se considera a sí mismo, especial, y que lo normal es que él se relacione con otras personas importantes y especiales, o instituciones prestigiosas.
• “A su corta edad está en todas. Lidera campañas en contra del maltrato a la mujer, alimenta indigentes, es un líder de la comunidad colombiana en Argentina, va a lanzar libro en diciembre”.
• “Incluso cuando lo han atacado desde medios tan importantes como la revista Semana, él se mantiene inmóvil”.
4. Necesita de admiración excesiva.
• “Probablemente es una de las mejores columnas de opinión que he leído en este país…”
[¿En este país? Eso suena a alguien que vive entre 2 países. ¿De las mejores? ¿Con Daniel Coronell, León Valencia, Alejandro Gaviria y Juanita León escribiendo? Ah, claro, sus iguales].
5. Desestima de tajo a quienes le critican, y considera que lo hacen simplemente por envidia.
• “Aunque usualmente tiene una respuesta repleta de odio, por algunos lectores, el muchacho no se detiene. Tiene una capacidad impresionante para superar las críticas”.
6. Muestra tendencias manipuladoras hacia los demás.
• ¿Qué mejor ejemplo que un artículo, escrito por ti mismo bajo pseudónimo, donde supuestamente vas a denunciar al “farsante” pero terminas indirectamente homenajeándolo con un sartal de alabanzas hiperbólicas?

Los siguientes síntomas no están relacionados con el artículo sino con el comportamiento de Olarte en redes sociales:

7. Tiene un sentido de su propia importancia fácilmente vulnerable. Muestra respuestas violentas, arrogantes y despectivas hacia quienes no reconocen su sentido de importancia.
• A Victor Alfonso Moreno Pineda, que ha sido panelista en programas serios como Hashtag International, le ha llamado en Twitter “un gordito acosador sexual que quiere ganar seguidores utilizando mi nombre”.
• A mí mismo, cuando le he planteado algunas de las cosas aquí consignadas, me ha llamado un “ser humano miserable, sin vida propia, que intenta utilizar mi nombre para ganar seguidores”. (Sí, igual que a Víctor, casi parece una respuesta automática. Les aseguro que si le objetan algo en Twitter, por más respetuosos que sean, les responde verticalmente y sin apelación con un insulto).
8. Carece de empatía. El reconocimiento en la comunicación suele ser unilateral.
• Revísense las cuentas facebook y twitter de Olarte y encontraréis que nunca entabla diálogo con nadie, solo se dedica a compartir los elogios de otros, a dar likes y favs a quienes le reconocen su sentido de importancia. Se comporta como una celebridad que tiene fans (mis lectores), no como un individuo que puede conversar con otro en igualdad de condiciones, cuando no sea Daniel Coronell, u otro de “sus iguales”.

Para terminar, me gustaría preguntarle a Fabio Andrés: Si es cierto que vas a publicar un libro en diciembre como anticipó “Paula Larissa”, ¿el tiraje de los ejemplares lo pagarás de tu bolsillo o alguna editorial argentina está deseosa de asumir los costos ante la perspectiva de ventas?

Te pregunto porque publicar un libro cuesta cualquier 50 millones de pesos, por muy barato, así que debes tener papás muy ricos (como también informó “Paula Larissa”) para darte esos caprichos. También porque, si es el caso que alguna editorial quiere asumir el costo de publicarlo, me pregunto si existe algún editor en el mundo que haya visto frases como

“La primavera cae sobre Buenos Aires y yo, inevitablemente, no puedo parar de recordar nuestro noviembre pasado”.

O como,

“El problema de Colombia es que tenemos memoria colectiva anal: recordamos, pero nos importa un culo. Palabras de Camila, en mi libro.”

y les parecieron un destello de originalidad y profunda sociología que no podían dejar pasar.

Descuida, Olarte. Recuerda: siempre puedes aferrarte a las zapatillas de rubí, y pensar que quienes te criticamos somos la bruja mala del oeste. Todavía estas a tiempo de hacerte un autoexamen, tratar de educarte como el espantapájaros, de madurar moralmente como el hombre de hojalata, de adquirir el mérito verdadero como el león cobarde, y de apoyarte en la verdad científica y no en la vanagloria, como Dorothy.

Ahora sí, puedes despedirte del reino de Oz: #DESPIERTAOLARTE

BONUS TRACK: Hablando de necesidad desesperada de llamar la atención, del espantapájaros cabeza hueca que ve en el Mago a Paula Larissa, y de la proyección psicológica en el reino de Oz (ver la doble moral en los demás) …

 

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