En sus 25 años Fabián Puerta ha sobrevivido a todo: a los siete años, mientras soñaba con ser el más duro del ciclo montañismo, se rompió la clavícula, las costillas y la mano derecha. En el 2015, mientras calentaba en la pista para la prueba de Keirin, el tenedor de su bicicleta se le partió. Rodó por la pista del velódromo de Paris. Esa noche Sufrió un trauma craneoencefálico y se rompió el labio.
De todos los golpes se levantó y nada lo amilanó, ni los regaños de sus profesores del colegio por ser tan mal estudiante, la falta de plata para cambiarle un repuesto a su bicicleta, los codazos de sus inmensos rivales europeos para disputar un sprint, el descuido de la dirigencia deportiva cuando llegó a Río.
Se preparó como nadie para disputar la medalla olímpica en Keirin. Antes de partir a Río de Janeiro tuvo que soportar 24 horas de espera en el aeropuerto de Ríonegro. Un día después de que sus rivales estuvieran practicando en la pista de Rio, Puerta apenas llegaba al aeropuerto internacional de Galeao. Allí, en vez de encontrarse con los directivos colombianos, lo recibió un control antidoping sorpresa. A Puerta lo sacaron del aeropuerto y lo llevaron al otro extremo de la ciudad para realizar los exámenes que por supuesto salieron negativos. Estaba angustiado y estresado. 90 minutos después lo dejaban libre como si fuera un vulgar ladrón. Cuando quiso regresar a la Villa Olímpica y así por fin descansar, se perdió durante horas en un taxi. La situación era más que tensa: Fabián Puerta ni conocía Río de Janeiro ni tenía idea alguna del portugués. Sin embargo llegó y cuatro días después competiría en velocidad quedando eliminado en la segunda ronda.
Tenía rabia, él sabía que era más. En Río se sentía como en casa: su cuñado, Fernando Gaviria, estaba en la villa olímpica y lo más importante su esposa Juliana, la mujer de la que se enamoró mientras ambos representaban a Antioquia en las competiciones de pista. El lunes en la noche, después de que Fernando se quedara sin medallas en una competición en la que era favorito, Fabián Puerta decidió sacudirse la tristeza y salir a ganar en el Keirim.
Cuando nadie lo sospechaba, cuando nadie creía en él, aseguró el diploma olímpico en una competencia que parecía exclusiva de los ciclistas Británicos, alemanes o franceses. Para él no existen labios rotos, esperas largas en un aeropuerto o perderse en una ciudad que no conoce. Las ganas de victoria, es lo único que le corre por las venas.
