En el 2011 varios medios de comunicación, regionales y nacionales, cubrimos los paros de campesinos del Bajo Cauca Antioqueño, en el que defendían su necesidad de mantener los cultivos de coca frente a la ausencia del Estado y la falta de oportunidades reales para que pudieran tener rentabilidad en cultivos alternativos como el cacao.
“Dígame, periodista, qué hago si con la coca puedo comer y darle estudio a mis hijos, y con el cacao debo esperar cuatro años para poder tener un salario mínimo?” Me preguntó un campesino de Puerto Valdivia en esa oportunidad.
El colega Fabián Montoya, corresponsal de Caracol Noticias, se atrevió a decir en una de sus presentaciones desde esa región que: “Las huelgas campesinas estaban infiltradas por la guerrilla de las Farc y el ELN", lo que era absolutamente visible, pero que no todos lo dijeron, y ahí empezó su calvario.
Fabián Montoya empezó a recibir amenazas directas por haber evidenciado la verdad y, posteriormente en Caucasia, le tocó abandonar un evento público al que asistía, cuando se dio cuenta que estaban pasando cosas raras a su alrededor y que estaba en peligro.
Hay que recordar que en esa región fue asesinado el 'negro' Cervantes, en el municipio de Tarazá, el colega más amenazado del país y a quien la Unidad Nacional de Protección le había quitado la protección del Estado por considerar que su riesgo era ordinario, la misma zona donde otro colega, Leiderman Ortiz, vive en una casa blindada desde hace varios años por las denuncias que ha hecho en contra de actores armados ilegales en la región y donde hay, por lo menos, cuatro periodistas que tienen escoltas para su seguridad por parte del Estado colombiano.
Fabián salió hace siete meses del país, en silencio, por autoprotección y porque no confía en la justicia de este país en donde, por lo menos un ochenta por ciento de los casos de asesinatos a periodistas, para no hablar de sindicalistas o reclamantes de tierras, no ha llevado a capturas y aún peor a ser resueltas por la justicia, tal y como lo demuestran recientes informes de Reporteros Sin Fronteras, Colombia es un país con una impunidad rampante.
Por otro lado, para la Unidad Nacional de Protección en la mayoría de los casos las amenazas no generan riesgos extraordinarios que impongan responsabilidades de protección para el Estado Colombiano, y en caso en que después de un estudio de seguridad otorguen medidas cautelares, estas son un escolta, un chaleco y un teléfono, que no garantizan la vida de nadie. Esta es la situación que yo mismo vivo en estos momentos.
Ayer me llamo Fabián desde su exilio, desde ese destierro que viven tantos colombianos a los que la nostalgia y el dolor de patria se les revuelca cada segundo y les carcome el alma día a día. Era solo para saludarme, para saber cómo se vivió el domingo de elecciones, esas que el mismo cubrió tantas veces desde diferentes municipios de Antioquia.
Otros muchos periodistas, como Fabián Montoya, salen del país en silencio y tratan de reconstruir sus vidas en otras culturas y en medio del desarraigo permanente.