Salí de Colombia en 1971. Estuve por fuera del país hasta 1991 y aprendí dos valores muy importantes en la vida: uno, que la disciplina es superior a la inteligencia, y que mi inteligencia no servía de mucho si no tenía disciplina. Aprendí también a respetar el tiempo de los demás y a respetar mi propio tiempo.
Cuando volví por primera vez a Colombia en 1991 a trabajar en una universidad prestigiosa, los colegas colombianos me hicieron sentir un completo extraño, tanto que en dieciocho meses estuve de nuevo en el exterior.
Volví a trabajar en ese ambiente en donde la disciplina es uno de los valores que hacen que la sociedad progrese, sea asertiva y se desarrolle casi que por inercia. Luego estuve en otro país completamente opuesto en donde el tiempo no tiene ninguna importancia pero los acontecimientos sí, en donde la gente busca más estar tranquila que exitosa y allí me casé.
Deseoso de mostrarle a mi esposa las maravillas de mi país, fuimos a Colombia. Ella se sintió en su tierra, fue aceptada por la gente con grandes simpatías y trabajó en dos universidades como profesora de inglés. En ambas fue reconocido su talento como docente. Y fue considerada colombiana. Incluso en Bogotá alguien la confundió con una ciudadana de Soacha.
En cambio a mí se me consideró un extraño hasta el punto de que luego de haber hecho mi secundaria en Floridablanca, Santander, en la universidad en la que trabajé como profesor de inglés, la evaluación de mis estudiantes fue contundente: ese profesor no es colombiano, es muy exigente en que seamos puntuales y maneja su inglés muy bien.
Ahora que estamos de regreso a la tierra de mi esposa, hoy fue su primer día de trabajo como profesora de inglés. Se encontró con una compañera de sus clases de primaria que no la reconoció, y no la reconoció porque en su mente ya se había creado un estereotipo que los mismos profesores engendraron.
Desde la semana pasada cuando empezaron la inducción al nuevo año escolar, alguna persona del cuerpo docente dijo que mi esposa no era tailandesa sino filipina. No solamente es tailandesa sino que es tailandesa de pura cepa del nordeste de Tailandia y habla no solamente la lengua oficial, el tailandés, sino también el dialecto de su región, Isán. Cuando se encontró con los padres de familia, padres y madres, la gente tuvo una larga discusión sobre las raíces de la nueva profesora. Para un grupo ella es definitivamente filipina, porque en este colegio hay docentes filipinas, para otro grupo ella es china, porque su fisonomía les parece china, y para las personas que hablan el dialecto del nordeste del país, ella es tailandesa, es de Isán.
¿Cómo comunicarse con ella? Ése es el verdadero problema ¡Qué vaina ser de otra parte en la tierra en que se nació!