Cuando nos referimos a los abusos en cualquiera de sus manifestaciones casi siempre lo focalizamos en abusos sexuales cometidos a mujeres, hombres o niños indefensos. Aunque estos actos, que por supuesto no dudamos en condenarlos enérgicamente, son muy frecuentes, casi nunca nos ocupamos del abuso cometido por los políticos con sus electores. En esto Colombia es campeona y prolífica en casos sumamente aberrantes.
El abusador va hasta donde el abusado se lo permite. La conducta permisiva es el componente que perpetúa el abuso y hace que con cinismo se consolide en el tiempo. Con la permisividad se da patente de Corso para que quien se extralimita desarrolle sus instintos abusivos y protervos y al mismo tiempo se sobrepase al ejercer la facultad concedida en la confianza. El extendido abuso cuando no encuentra una respuesta firme que lo frene alienta y estimula al abusador a continuar abusando. Si de usted se abusa la primera vez, la culpa es del abusador, pero si le es permitido una segunda vez, la culpa es del abusado, ya que esto indicaría que no tomó las precauciones y correctivos debidos para que el hecho no se reiterara.
Cuando es todo un país víctima del abuso, como es nuestro caso con la politiquería y la corrupción, ponerle fin a esto depende exclusivamente de nosotros como sociedad. Que el abuso que comete la corruptela incrustada tradicionalmente en los entes gubernamentales siga o pare es nuestra responsabilidad. Si los dejamos solos, ellos no tendrán ningún inconveniente en seguir con sus prácticas. Reiterativamente seguirán por lo mismo.
En política el abuso se manifiesta de diferentes formas, pero el más común es el abuso de confianza. Abusar a quien confiere credibilidad y deposita una esperanza de un futuro mejor, incumpliendo lo prometido después de haber sufragado, equivale a engañar a todo un colectivo de personas que habían confiado en el candidato de sus preferencias. Abusar de las necesidades económicas de un elector y comprarle el voto es uno de los peores abusos. Allí se configura el más ruin de los abusos.
El llamado Partido Centro Democrático invita a profundizar en su revolución de consolidar el abuso y legitimarlo de manera descarada y cínica. Seguir insultando la inteligencia parece que fuera su propósito y su obsesión. Sus acciones rebozan la copa con sus provocaciones malintencionadas, que parecen actos pacientemente tejidos, deliberados y dirigidos en un claro objetivo: mantenernos divididos por siempre. Desafiar a todo un país, impedir a toda costa la reconciliación masiva de todos los colombianos, porque claramente no les conviene a sus intereses. Además, empecinarse en regresarnos a la guerra, sabotear la implementación de los acuerdos de paz, no aplicar el estatuto de la oposición con jugaditas, vender los activos de la nación, entre otras cosas, parece ser la consigna. Los suyos son abusos claramente antidemocráticos que deberíamos frenar con vehemencia.
Si se analizan aisladamente las acciones que obedecen posiblemente a un plan preconcebido del partido político mencionado vemos ostensiblemente que caen en abusos sistemáticos y reiterados. Ha sido abuso, tras abuso, de manera inveterada, sin ninguna consideración y respeto hacia el pueblo colombiano que en su inmensa mayoría desea la paz. Ellos conscientemente sabotean la implementación de la paz, dizque porque fueron elegidos para eso. Volver trizas los acuerdos es la consigna, apoyándose en el insoportable “no” del plebiscito. Ese fatídico 02 octubre 2016, donde el superfluo plebiscito les otorgó una pírrica victoria, conquistada precisamente con base en abusos y engaños a un pueblo desinformado, lo que posteriormente fue reconocido por el dirigente Juan Carlos Vélez Vélez. Esta es la génesis que hoy impide el desarrollo e implementación de los acuerdos.
Pero eso no es todo. El abuso de esta corriente política se extiende a buscar impunidad personal a Uribito y a no decretar caducidad sino liquidación al contrato de la Ruta del Sol para beneficiar a quienes colaboraron económicamente con la campaña y que de contera no queden inhabilitados para seguir contratando con el Estado. Lo anterior además de ponernos a todos a pagar la deuda de 1,2 billones socializando deudas; ir al rescate de Electrocaribe e Hidroituango; asistir por oportunismo mediático a la marcha por los asesinatos de los líderes sociales... en fin, un sinnúmero de abusos que terminaron por cansar a la gente.
De hecho, el último abuso fue cometido por Macías. La última jugadita fue un acto grotesco, cuya lectura tácita nos dice que hubo muchas más. ¿Qué tal eso de sabotear la intervención de la oposición, consagrada en un estatuto? Esta última hugadita no tiene comparación. Así mismo, sería ingenuo pensar que Ernesto Macías actúa solo, tampoco actúa de manera aislada e inconsulta. Ernesto Macías no es autónomo en sus acciones, en sus decisiones, ni en sus apreciaciones, Macías es manejado y las jugaditas que realizó son actos preconcebidos que obedecen a un comportamiento doctrinario, ideológico y programático. Así las cosas, los abusos continuarán y serán pan de cada día porque no saben hacer cosa diferente. ¡¡Basta ya!!