Desplazarse un sábado por las calles bogotanas es una prueba a la paciencia bastante exigente. En verdad, la ciudad está cada vez más lejos de ser la Atenas que Peñalosa dibuja en sus discursos y que diseña en sus costosas maquetas. Gustavo Petro, su antecesor, tampoco hizo nada por el tema de movilidad. Ambos fracasaron y su desidia se evidencia a diario, especialmente este día, y deja, de paso, serios cuestionamientos sobre la competencia de estos dos señores para liderar una urbe de las dimensiones y complejidad de Bogotá.
Replantear el Pico y Placa fue promesa de campaña de las dos últimas administraciones, discutido en los debates de los candidatos y, pese a las promesas realizadas en tarima, es un grave problema que aún está lejos de resolverse. Ambos, Petro y Peñalosa, hablaron de desestimular el uso del carro particular, no obstante, la precariedad del sistema de transporte urbano hace de este objetivo un gran costal de palabrerío que pasa de gestión en gestión como un tema pendiente que con el tiempo empeora.
Transmilenio, creación del alcalde actual es un fiasco que con los años, al contrario de mejorar, deja al descubierto sus debilidades y falta de estudios en su diseño para su ejecución. El Sitp, por su parte, puesto en marcha por el burgomaestre anterior, demuestra falencias de planeación y su precaria administración posterior tienen al sistema al borde del colapso, sus deteriorados buses, azules y provisionales, están lejos de ser una solución organizada de transporte público masivo. En conclusión, la Petrópolis y la Peñacity, fracasaron en este particular y gracias a su falta de gestión, el caos se está apoderando de la ciudad semáforo tras semáforo.
Desconozco las razones por las cuales la administración distrital considera que el sábado se moviliza por la ciudad una menor cantidad de personas. Es verdad que muchas empresas no laboran este día, pero también es cierto que muchas otras sí lo hacen. Además, hay clases en universidades, los colegios ofrecen cursos extracurriculares a los que los estudiantes deben asistir, los niños son llevados a distintos espacios de esparcimiento y quienes no trabajan, aprovechan para realizar otras actividades y no necesariamente se dedican a pernoctar en sus casas.
Bogotá también existe el sexto día y así lo evidencian sus calles –que mucho más que en otros días– son desbordadas por la gran cantidad de vehículos. Transmilenio también se muestra esquivo a esta necesidad y disminuye la cantidad de rutas y a cambio ofrece otras que, por supuesto, no dan abasto a la gran cantidad de personas que hacemos uso de este servicio. ¿De dónde concluyen los expertos en movilidad que, por ejemplo, nadie se transporta del Portal Américas al Portal Suba el día sábado?
Semáforos con temporizadores desfasados, con errores de sincronización y lejos de ser inteligentes para calcular la cantidad de tráfico y asimismo aumentar o disminuir sus tiempos, carros sin ninguna restricción, buses, camiones, motos, gente por todos lados, así es la ciudad que en su sexto día no descansa y que se hace insufrible cada semana. Muy cerca estamos a que Bogotá sea la urbe en la que sus ciudadanos se quedarán inmóviles en sus calles viendo como sus vidas pasan, mientras que ellos, estáticos, permanecen detenidos en sus carros.
No queremos la demagogia del Alcalde anterior, pero tampoco queremos las fantasías del actual, quien visualiza en una maqueta, una metrópolis del futuro imposible de alcanzar si no se abordan con seriedad el tema de movilidad, como otros tantas problemáticas que están condenando a la capital del país en un ciudad sin rumbo, caótica y, quizás, también sin esperanza. Una gran mole de cemento que está pagando por sus errores del pasado, que sufre y no se descifra en el presente, y que ve como el futuro prometido cada cuatrienio está mucho más lejos.
Yo que carezco, al igual que el Alcalde actual, de un doctorado, ignoro si la solución sea extender el Pico y Placa hasta el sábado –se supone que la administración cuenta con los expertos para tratar ésta y otras complejidades– pero en todo caso, la ciudad que se supone es para todos, requiere una intervención inmediata y está urgida para que la alcaldía actual sea más honesta en su gestión, pues el día que ella se niega a reconocer lo sufrimos cada semana cerca de 8 millones de habitantes.