Millones de colombianos soñamos con este día: decirle expresidente a Juan Manuel Santos.
Han sido ocho años de espera interminable, aguardando el momento como un taco entre la garganta. Y ocho años en los que Santos descuidó por completo todos los temas de país, para dedicarse, por completo, solo a uno: la paz. Y le quedó mal hecha.
La economía colombiana va de mal en peor. Durante su Gobierno, incrementó la carga impositiva a las empresas, que hoy ronda el 75 % efectivo real, lo que ha generado que muchas se hayan ido o estén planeado hacerlo, en busca de otros países que tengan mejores condiciones, generando como consecuencia desempleo. Es decir, de cada 100 pesos, 70 se va en impuestos.
Pero no solo los empresarios se ven afectados. Los ciudadanos, como usted o como yo, también hemos sido afectados por este desgobierno. El aumento en 3 puntos del IVA, golpeó duramente a la clase media y baja, restándole a los ciudadanos la capacidad adquisitiva.
Ni hablar del derroche. Entre 2010 y 2014, Santos se gastó, solo en publicidad, 2.3 billones de pesos. Recibió de su antecesor una bonanza petrolera que no demoró en derrochar. Vendió patrimonios de la Nación, como Isagén, y hasta hoy, nadie sabe qué se hizo el dinero. El gasto en el segundo mandato no disminuyó, aumentó.
La corrupción no se queda atrás y en este Gobierno vino en forma de mermelada, que Santos repartió para comprar conciencias. Escándalos de corrupción como Odebrecht y el del Cartel de la Toga, están directamente relacionados con él. Su amigo y socio Roberto Prieto hoy está detenido por corrupción.
Esperemos que ahora que Santos ya no tiene poder, su amigo "cante" todo lo que sabe de él.
La salud, la educación y el deporte estuvieron de últimos en las prioridades del Gobierno. En estos ocho años, Santos disminuyó el presupuesto asignado a estas materias. Por ejemplo, para 2018, en deporte, estaba planeado un recorte del 62 % y para Conciencias uno del 42 %. Un país que no invierte en educación y en deporte está condenado a seguir en la pobreza.
En materia de seguridad retrocedimos a la Colombia de los años 90. Las Farc que no se desmovilizaron ahora las llaman disidencias o simplemente cambiaron de brazalete. El otrora extinto ELN revivió y se fortaleció y las bandas criminales pululan por todo el país. El oxígeno de todos estos grupos criminales son las más de 209.000 hectáreas de coca que deja como herencia Santos.
La democracia también resultó herida bajo su mandato. Santos acabó con la separación de los poderes públicos. En Colombia tuvimos un Congreso notario, una Corte Constitucional de bolsillo y el Ejecutivo todo, al servicio de satisfacer criminales. ¡Y qué hablar de criminales de lesa humanidad posesionándose como congresistas!
A lo único que le dedicó empeño, la dichosa “paz”, le quedó mal hecha. Los acuerdos de La Habana están llenos de impunidad y privilegios para las Farc. No tuvo en cuenta a las víctimas, y por el contrario, las revictimiza. No hay ni verdad, ni justicia, ni reparación ni mucho menos garantías de no repetición.
En definitiva, si por algo será recordado este Gobierno es por funesto. El legado de Santos dirá que se dedicó ocho años a beneficiar y complacer criminales mientras gobernó de espaldas a los ciudadanos honestos y trabajadores.
Por fin cesó la horrible noche de sus ocho años de funesto mandato, hoy por fin podemos decirle EX presidente. Pero que una cosa quede clara: Colombia no puede olvidar el daño que hizo. Un país que olvida está condenado a repetir su historia, y la historia, en el caso de Santos, debe juzgarlo por lo que fue: el peor presidente que ha tenido Colombia. Se fue, por fin.
@josiasfiesco