Desde su primera aprobación, las vacunas para la COVID-19 han estado plagadas de polémicas. No tardaron en salir teorías conspirativas en las que se denunciaba que estos biológicos eran parte de una estrategia para controlar a la población. Incluso algunos llegaron a asegurar que de alguna manera con la inyección se estaban implantando chips localizadores.
En el último tiempo ha nacido una nueva controversia. Se han viralizado casos de accidentes cardiovasculares asociados a las vacunas. Además, se ha encontrado una relación entre las mismas y la aparición de una condición conocida como miocarditis o inflamación del tejido muscular del corazón.
Particularmente, un estudio está siendo utilizado por los antivacunas para desacreditar la que, hasta ahora, ha sido la mayor solución para la pandemia mundial más grave de la historia reciente. El problema es que solo se está considerando una parte de los resultados.
El estudio al que todos hacen referencia es el realizado por Anders Husby y otros en los países nórdicos (Suecia, Finlandia, Noruega y Dinamarca). Vea el estudio. En este se evaluó a 7.292 pacientes mayores de 12 años con diagnóstico de miocarditis para comparar los desenlaces de aquellos cuya condición era convencional con los que la tenían asociada con la vacuna contra la COVID-19 o con la propia enfermedad.
The article with our findings: "Clinical outcomes of myocarditis after SARS-CoV-2 mRNA vaccination in four Nordic countries" has just been published (with open access) in BMJ Medicine (@BMJMedicine) and below I give a short 🧵, describing our findings...
2/14— Anders Husby (@a_husby) February 3, 2023
Husby encontró que la proporción de pacientes que desarrollaron miocarditis a causa de la vacuna es mayor que la de los que la desarrollan por la enfermedad o por otras causas. Esto ha sido suficiente para que una gran cantidad de personas hayan pegado el grito en el cielo en redes sociales asegurando que “la vacuna es mortal” y que “nadie más debería inyectarse ese veneno”.
Sin embargo, pocos se tomaron el tiempo de leer todos los desenlaces del estudio. Aunque, en efecto, la vacuna hace que sea más probable desarrollar miocarditis, el impacto de esta condición es menos grave que en pacientes con COVID-19 o en aquellos en que la miocarditis no está relacionada ni con la una ni con la otra. Además, la miocarditis asociada a las vacunas tiene menos riesgo de desencadenar una insuficiencia cardiaca.
Un estudio diferente desarrollado por Maryam Kakovan y otros encontró resultados similares. Aquí el estudio. Se trató de una revisión de literatura en la que se evaluaron casos de accidentes cerebrovasculares asociados a las vacunas.
La conclusión fue que, si bien la vacuna para la COVID-19 tiene riesgo de generar accidente cerebrovascular isquémico, accidente cerebrovascular hemorrágico, trombosis del seno venoso cerebral y trombocitopenia trombótica, la relación riesgo-beneficio sigue siendo positiva.
Los autores aseguran que los pacientes pueden estar tranquilos, pero invitan a los profesionales de la salud a tener presentes estos eventos adversos.
Particularmente, la vacuna de la farmacéutica estadounidense Pfizer ha sido la más rodeada de polémica. Esto se acrecentó con el “Enlace de datos sobre seguridad de las vacunas” de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades.
Este informe encontró un riesgo potencial de presentar accidente cerebrovascular isquémico en los 21 días posteriores a recibir la vacuna de Pfizer en personas mayores de 65 años. No obstante, aseguran que no hay suficiente evidencia para considerar que hay un riesgo clínico real y que se necesitan más investigaciones.
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