El universo es una inmensidad que nos supera. Su grandiosidad es tal que cuando miramos al cielo por la noche nos deja maravillados por la cantidad de estrellas que vemos en él. A pesar de esto, existe un hecho que quizás muchos no conocen: nuestro sol es una minúscula mota de luz en comparación con otros astros del universo.
El sol es una estrella promedio, su tamaño es de unos 1.392.000 kilómetros de diámetro, lo que representa el 109 veces el diámetro de la Tierra. Lo que nos lo hace parecer más grande es su cercanía a nosotros, ya que se encuentra a unos 149.600.000 kilómetros de distancia, aproximadamente. Aunque en realidad no es más que una pequeña pieza flotando en una galaxia que es 100.000 veces más grande que ella.
Sus planetas son comparativamente insignificantes. Los más conocidos son los cuatro planetas interiores -Mercurio, Venus, la Tierra y Marte- que están separados del sol por distancias de 0,4 a 1,5 veces la distancia Tierra-Sol. Los cuatro planetas exteriores -Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno- están separados del sol por promedios de 5 a 30 veces la distancia Tierra-Sol y son gigantes gaseosos, sin superficie rocosa definida. Además, hay otros planetas que giran alrededor de estrellas distintas al sol y que se denominan exoplanetas. Han sido descubiertos cientos de ellos y se siguen descubriendo con nuevas tecnologías.
En el universo, hay estrellas miles de veces más grandes y brillantes que nuestro sol. Por ejemplo, la estrella diamante más brillante conocida, la VY Canis Majoris, tiene alrededor de 30-40 veces el tamaño de nuestro sol. Por otro lado, también existen estrellas enanas, con un tamaño mucho menor que el sol. Las enanas rojas son la estrella más común del universo, representando alrededor del 70% de las estrellas en su conjunto.
En definitiva, aunque el sol y sus planetas son parte de nuestro sistema solar y son importantes para nuestra supervivencia, en términos de tamaño y relevancia en el universo, son solo una pequeña fracción de lo que es verdaderamente la vastedad del cosmos.
El universo es una infinitud de maravillas y nosotros podemos seguir descubriendo todo lo que hay en él, solamente observándolo como los microscópicos bichos chismosos siderales que somos ante semejante grandiosidad cada vez mayor.
Como posibilidad hipotética basada en la física, explorar el cosmos en persona podría tener implicaciones en la teoría de la relatividad y la dilatación del tiempo.
Debido a la enorme distancia y el tiempo que tardaría en viajar a otros planetas y sistemas estelares, si se comprueba que el ser humano pudiera sobrevivir al viajar a la velocidad de la luz, el tiempo experimentado por un astronauta viajando a velocidades cercanas a la velocidad de la luz se ralentizaría en comparación con el tiempo en la Tierra.
Por lo tanto, si el explorador podría viajar durante años luz en el espacio, en su regreso a la Tierra habría pasado mucho más tiempo del que experimentó durante su viaje. Esta teoría se conoce como paradoja de los gemelos.
La paradoja de los gemelos es un concepto de la teoría de la relatividad especial de Albert Einstein, que establece que si dos gemelos son separados y uno viaja a una velocidad cercana a la velocidad de la luz, cuando regrese a la Tierra, habrá envejecido menos que su hermano que se ha quedado en la Tierra.
Aunque los dos gemelos salieron de la misma edad, el hermano que viajó a velocidades cercanas a la velocidad de la luz habrá envejecido más lentamente y, por lo tanto, será más joven cuando regrese a la Tierra que su hermano.
Esto es paradójico porque, de acuerdo con la teoría de la relatividad, el tiempo no es absoluto y puede pasar más rápido o más lento dependiendo de la velocidad relativa del observador.
No obstante, además de parecer una pérdida de tiempo, explorar el cosmos podría brindarnos una nueva perspectiva del tiempo y su relación con la distancia y la velocidad, aunque viéramos ahora como un imposible los viajes estelares en persona, solo posibles en las producciones cinematográficas y literarias.