Las movilizaciones del pasado 19 de septiembre, convocadas en respaldo al Gobierno del Cambio, permiten concluir que el ascendiente popular de Gustavo Petro sigue intacto. La cantidad y combatividad de los participantes son muestra del fervor con el que su pueblo le premia el verle mantener intacto su discurso de siempre, pese a las considerables menguas que le han sido infligidas a sus iniciativas, de las cuales van quedado solo algunas escazas realizaciones, y no tan profundas como él ha querido.
Pero, a pesar de tan entusiasta respaldo de sus seguidores, ello no es suficiente para afrontar el reto de 2026, porque escasamente daría para que se repitieran los resultados del 2022, año en que se logró ponerlo de inquilino en la Casa de Nariño y elegir el más elevado número de congresistas ajenos al establecimiento alcanzado hasta entonces, sin que como efecto hayamos logrado alterar, así sea mínimamente, el statu quo heredado del pasado.
Sin embargo, siendo tan desfavorable la anterior conclusión, lo es más en el caso presidencial, porque, así repitamos el caudal de votos obtenido en la primera vuelta de aquella elección, tal resultado no nos permitirá volver a Casa de Nariño. Recordemos que en ese entonces la cantidad de votos obtenida por cada uno de los candidatos participantes, incluido Rodolfo Hernández, estuvo lejana de la de Gustavo Petro. Esto los obligó a unirse a Hernández, de quien podría decirse que no era uno de los suyos, y ni siquiera así lograran superar a Petro en la segunda vuelta.
En esa segunda vuelta, el hoy presidente obtuvo 11 millones 291 mil votos, que no son los que propiamente podríamos considerar suyos, pues hubo allí dos millones 542 mil votos que no obedecieron a un incremento de su influencia, sino al reagrupamiento a su favor de igual número de electores interesados en evitar el triunfo de Hernández, un hombre carente de propuestas, pero sobrado en ordinarieces. La votación propia de Petro y sus fuerzas acompañantes es de ocho millones 542 mil votos, logrados en primera vuelta, contra la cual el establecimiento se pondrá en santa cruzada.
Consistente con lo anterior, si estamos haciendo lo mismo del 2022, a partir del 2026 tampoco lograremos lo que anhelamos. Al respecto de esto, cobra vigencia la ecuación 55 – 86 con que Gustavo Bolívar instaba al electorado progresista a conquistar las mayorías congresuales. Como consecuencia de no haber logrado ese propósito, hoy estamos corriendo con la suerte de no poder convertir en leyes las iniciativas de cambio pregonadas entonces.
Sin superar los guarismos del pasado, los resultados del futuro no serán mejores que los del presente.