El 30 de diciembre de 1999, cuando un juez de Bogotá lo envió a prisión por presuntos vínculos con el cartel de Cali, el excontralor general la República David Turbay dijo que el principal testigo en su contra no existía y que, en consecuencia, la firma estampada en su testimonio era falsa. Se refería a Guillermo Alejandro Pallomari, mencionado públicamente como contador de la organización dirigida entonces por los hermanos Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela.
Turbay fue entonces más allá. Insistió en que el “verdadero” Pallomari murió varios años atrás y sus restos se encontraban en un cementerio chileno. “Invito a los periodistas que me quieran acompañar, para mostrarles la tumba y para comprobarles que soy víctima de un montaje”, solía decir Turbay mientras se encontraba recluido en la Estación Segunda de Policía, sobre los cerros orientales de la ciudad.
Hoy, casi cinco lustros después, Turbay sigue aferrado a esa versión y espera que un recurso extraordinario contra su condena surta efecto ante las autoridades judiciales y su nombre sea reivindicado.
Según los archivos del Bloque de Búsqueda de la Policía –un cuerpo especial creado para perseguir a los Rodríguez- y los registros de Fiscalía, Pallomari sí existió y tuvo su oficina en el sexto piso de un edificio situado sobre la avenida cuarta de Cali. Esa oficina fue allanada y allí aparecieron valiosos documentos que revelaban las atenciones que el cartel había dispensado a varios dirigentes políticos y también sobre la financiación de la campaña.
En su libro Rehenes de la mafia (Intermedio Editores, 1998) el periodista Édgar Torres y exdirector nacional de fiscalías Armando Sarmiento recrean el episodio del allanamiento a las oficinas de Pallomari. En uno de sus apartes se lee: “Alto y fornido, el chileno enseñó su cédula de extranjería número 159664 al mayor y después, aterrado, con la frente perlada por el sudor, pero sin atreverse a poner ninguna resistencia, ordenó a su secretaria enseñar cuanto archivador o documento le fuese requerido”.
Entre ese cúmulo de información habría aparecido la prueba de un cheque por $49 millones girado a Turbay en mayo de 1994 por firma Exportcafé, empresa de fachada del cartel desde la cual fueron girados importantes recursos a campañas políticas.
La versión que Turbay ha defendido desde entonces consiste en que ese dinero corresponde al pago que le hizo su tío Antonio Turbay por la compra del predio La Arabia, en el corregimiento cartagenero de Arroyo de Piedra. En aquella época David Turbay aspiraba a ocupar una curul en el Senado.
La decisión que tome ahora la justicia será definitiva. Muy pocos creen que la existencia de Pallomari y su relación con las mafias puedan ser desvirtuadas, entre otras cosas porque si lo fuera se caería como un castillo de naipes todo el proceso 8.000 que mandó a la cárcel a varias personalidades del Congreso, de los órganos de control y de la clase política.
También le puede interesar: Ni con tutela ante la Corte David Turbay logra meter su foto en galería de Contralores