La nueva Administración que llega al poder propuso un Acuerdo Nacional, con el fin de generar un clima de unión en el país, después de una campaña, que contribuyó a aumentar aún más la polarización existente. Asume el cargo sin un mandato contundente y un país dividido en dos. La iniciativa es muy necesaria, pero los antecedentes que la preceden, justifica una pregunta legítima: ¿existen las bases creíbles para que no termine en otra gran frustración nacional?
También justifica otra pregunta importante: ¿podrá el nuevo mandatario dar el ejemplo, al mostrar con transparencia una voluntad de cambio a nivel personal, que le dé la credibilidad para liderar el cambio que le propone al país y atraer al 50% que no votó por él? Ver mis dos últimos blogs
Como resultado del rechazo a los políticos que lo antecedieron, el nuevo mandatario, ha generado en sus electores unas inmensas expectativas, muchas de ellas inviables y otras muy difíciles de cumplir, dada la situación económica, fiscal y política actuales. Los que votaron por el otro candidato, o se abstuvieron, representan el 71% del total de los votantes potenciales en el país. Todos ellos, tienen una gran desconfianza o escepticismo, de las verdaderas intenciones de Petro una vez posicionado como Presidente de Colombia.
Tanto las expectativas desbocadas de sus fans, como la desconfianza de sus detractores, tienen como telón de fondo una realidad que el nuevo mandatario no puede ignorar. Para gobernar, va a tener que contar con los partidos tradicionales, tan desprestigiados y golpeados en estas elecciones, que no van a querer estar fuera de las mieles del poder, como ya lo evidenciaron con su adhesión exprés al nuevo gobierno en las semanas anteriores.
Hoy el nuevo gobierno, enfrenta una coyuntura internacional adversa, unas condiciones muy complejas de las finanzas de Estado, unas expectativas desbocadas de sus fans, y hasta hace unas semanas, no contaba con una mayoría parlamentaria. Esta realidad obligó a Petro, a buscar unas alianzas iniciales con los políticos de siempre, contra los cuales orientó su campaña.
Pero estos tienen en sus manos la llave para facilitarle tramitar su agenda en el Congreso. Lo saben y él también, que “la mermelada” es el oxígeno que necesitan y que los vuelve muy maleables para acomodarse a la agenda del gobernante de turno. Ya lo demostraron en los gobiernos de Duque, Santos y Uribe y al diablo los principios, lo importante es el poder.
No habían pasado una semana de la elección, cuando Gaviria le ofreció a Petro el apoyo del Partido Liberal. El Partido Conservador dijo que no iba a estar en la oposición, tampoco el de la U ni Cambio Radical. La velocidad fue la constante con la que sucedió la adehéselo. La de los liberales, obedeció muy probablemente a acuerdos previos a la segunda vuelta, si Petro salía ganador. Los otros partidos no iban a quedar atrás, para sumarse al tren del nuevo acuerdo nacional. Vamos a ver que tanto aguanta esta adhesión.
Lo irónico del caso, es que son la misma clase política que la gente rechazó en las elecciones y contra la cual Petro montó su plataforma de CAMBIO, que entusiasmó a 11.5 millones de colombianos.
El análisis anterior obliga a hacer varias reflexiones de fondo que nos deben de invitar a un cuestionamiento de la validez y permanencia de este espectáculo de unidad. Esto me obliga a ampliar el análisis que hice en los últimos blogs, que fue atacado duramente por los fans de Petro en las redes sociales.
- ¿Cuál es el Petro que finalmente nos va a gobernar? Después de ir por el país en los últimos años, incendiando los ánimos y promoviendo la lucha de clases, para ganar la segunda vuelta, tuvo que moderar sus posiciones extremas para atraer a los votantes que quedaron huérfanos del centro del espectro político. O tal vez por qué sabía que si llegaba al poder tenia que lidiar con la realidad que no podía ignorar así tuviera que engañar a sus fans.
- Ya electo, se vio forzado a negociar con sus contradictores políticos que tienen la llave de la mayoría en el Congreso y contra los cuales despotricó durante meses, tachándolos de corruptos y responsables de todos los problemas del país.
- Pero siendo un viejo zorro, y durante 30 años parte de estos grupos de poder, aunque desde ideologías distintas, sabía que tenía que negociar. Y para hacerlo de una manera que no generaran una revuelta en sus huestes, propuso la idea de un gran acuerdo nacional. Buena idea, pero está basada en unos antecedentes muy endebles, que justifican el cuestionar la confianza y la permanencia en el tiempo de esta propuesta.
- La iniciativa de convocar un gran acuerdo nacional, que sea creíble y sostenible, implicaría varias cosas.
- Tener un verdadero sentido para dialogar, escuchar y encontrar las bases para construir un propósito común, una visión compartida, que cobije a todos los colombianos y no los intereses burocráticos a los están acostumbrados los políticos que hoy rodean a Petro.
- Reconocer las fortalezas que tiene la sociedad colombiana, como las bases necesarias para apalancar los cambios futuros.
- Desarrollar una cultura ciudadana basada en la corresponsabilidad, donde el sistema de educación es pieza fundamental para construir una verdadera democracia.
- El problema es que este acuerdo se busca hacer con personas que hoy no gozan de la credibilidad, respeto ni la confianza, de la mayoría de la población, porque dudan de sus verdaderas intenciones, como lo muestran los resultados finales de esta elección. Pero hay más.
- Los partidos que llegaron al Congreso llevan dos décadas de acomodo para disfrutar de la “mermelada” que los acostumbraron los antecesores de Petro. ¿Por qué vamos a creer que esta oportunidad no vamos a ver algo similar, un acomodo de intereses burocráticos, disfrazados bajo el ropaje de un acuerdo nacional? ¿Qué es lo que va ser diferente si son los mismos con las mismas? ¿Van a vender una vez más sus principios, si los tienen, por unos puestos para darle vía libre a la agenda de Petro sin nada más?
- Petro, Gaviria, y otros de los eventuales participantes de la clase política, que se sentarían en una mesa para construir ese acuerdo nacional, han demostrado con su ejemplo a lo largo de los años, una capacidad sobresaliente para dividir y no multiplicar,
- Si se sientan a tratar de llegar algún acuerdo, el problema es que la confianza va a ser la invitada que brilla por su ausencia. Los participantes vienen precedidos de unas dinámicas de mentiras, engaños, traiciones, odios e intereses mezquines. Tiene una flexibilidad demostrada para acomodar su marco ético a sus intereses, para lucrarse de las mieles del poder.
- Otro tema clave que está ausente, es la capacidad de ejercer el liderazgo para orientar una conversación genuina muy difícil, donde los intereses individuales se supediten a los colectivos.
- ¿Quién va a representar en ese “acuerdo nacional” a los millones de colombianos que son la mayoría, y que con nuestro voto o abstención, demostramos que ni Petro ni los partidos tradicionales tienen su confianza y no se sienten representados por ellos?
- Convencer a esa mayoría, de que no van a ver otra vez un espectáculo circense donde los intereses burocráticos y el lucrarse del Estado, estén por encima de los que beneficien y unan a una sociedad tan polarizada, requiere de un milagro que ojalá pudiéramos creer.
- Esta realidad le va implicar a Petro, manejar una tensión enorme de una agenda menos extrema y más realista de cambio, a la que generó creando unas expectativas desbordadas entre sus seguidores mas fanáticos que lo llevaron al poder.
- Esta realidad enfrenta a Petro con un reto que se puede volver en su contra: el descontento creciente de quienes lo apoyaron desde la extrema izquierda. Ya comenzaron a sonar los primeros truenos que anuncian una tempestad, como le está sucediendo a Castillo en Perú y Boric en Chile. Y como dice el dicho popular: “no hay cuña que más apriete que la del mismo palo”.
Pero lo que más me preocupa de la iniciativa de un posible acuerdo nacional es que no se ven por ningún lado, unos elementos fundamentales para hacer que esta iniciativa sea el primer paso de un real cambio en la cultura política del país. Y me explico.
Los desprestigiados dirigentes políticos que ahora se quieren subir al “acuerdo nacional”, son los responsables de haber llevado a nuestro sistema democrático a un punto tan bajo de credibilidad. Al final, el propósito que debe orientar este ejercicio de diálogo nacional propuesto por Petro, debería buscar recuperar la confianza, desde una diversidad de opiniones, de nuestra apaleada democracia para defender nuestra libertad.
Para hacer que este cambio sea creíble, es fundamental que quiénes lo impulsen, sean capaces de mostrar la capacidad de cambiar a nivel personal. Si no lo hacen, no tendrían la credibilidad, ni la autoridad moral, para convencer a los millones de colombiano que no son fans de Petro, pero que tampoco creen en los políticos tradicionales que hoy lo rodean.
Tendrían que demostrar que los anima un genuino interés e intención de transformarse para cambiar la cultura política de nuestro país. La historia nos muestra esta es una vara muy alta de superar. Pero lo más importante, este ejemplo de transformación sincera y real, requiere que Petro como nuevo jefe del Estado, lo entienda y esté dispuesto a demostrarlo con sus acciones. Por el bien de Colombia espero que lo pueda lograr. Se abren las apuestas sobre esta posibilidad. Ese si sería un gran CAMBIO que podría transformar nuestra realidad.
El cambio que se debe lograr en la dirigencia política también le aplica a la sociedad. Implica que, como ciudadanos, asumamos una actitud diferente de corresponsabilidad. Esto significa no esperar que alguien haga el milagro y dejarnos de quejarnos, para buscar incidir en nuestro entorno inmediato. Hay que asumir un papel más activo como actores y no de simples espectadores de la realidad que nos afecta y que podemos ayudar a cambiar.
Si ese fuera el verdadero propósito que animara el acuerdo nacional, es este espacio deberían estar presentes personas representativas de la sociedad colombiana incluyendo a quienes no votamos por Petro. Los acuerdos a los que se lleguen, no pueden hacerse a espalda de esa otra mitad.
Este comentario apunta a otro propósito del que nadie habla. Para entenderlo quiero recordar la propuesta del profesor James Robinson en su libro El corredor estrecho a quien he sitiado en otros blogs.
La tesis de este académico, que conoce a profundidad nuestro país, es que el desarrollo se logra, cuando el poder del estado y el de la sociedad, se fortalecen armónicamente con el fin de tener una capacidad de control reciproco, que además les permita colaborar. Ambas partes entienden, que se necesitan mutuamente, para enfrentar los difíciles retos que implica el desarrollo de un país en un entorno de cambio muy rápido, incierto y de gran complejidad.
Esta propuesta significa que, en el acuerdo nacional, debe de aparecer con fuerza la tesis de Robinson. Es necesario fortalecer al Estado, pero no de forma descontrolada. Especialmente en el caso colombiano, donde este tiene unas muy débiles capacidades de gestión y de presencia territorial.
El problema es que las propuestas de Petro agrandan el aparato de Estado, pero no dicen nada sobre como aumentar su débil capacidad. Pero también implica fortalecer la interlocución de la sociedad como actor y no como espectador. Este tema es invisible, pero absolutamente necesario, como base para construir el desarrollo del país, con énfasis desde lo local. Implica el fortalecer unas redes de veedurías ciudadanas y de redes de liderazgo colectivo, que ayuden a mover agendas de desarrollo territorial. El verdadero cambio cultural que Colombia necesita está ahí, no de la mano de los políticos de siempre.
Como un aporte para lograr lo anterior, un grupo de organizaciones y universidades, estamos impulsando unas iniciativas de diálogo, para lograr movilizar al sistema de educación superior, los empresarios y a otras organizaciones, alrededor de dos iniciativas muy ambiciosas. Con este esfuerzo, buscamos aportar a la construcción de ciudadanía y a la formación de liderazgos diversos, de donde surjan los nuevos dirigentes políticos, sociales y empresariales, que sean capaces de aportar al cambio verdadero que necesita el país.
Necesitamos personas que tenga la forma de manejar diálogos desde la diversidad y los desacuerdos, en un entorno en donde las diferencias no se vuelven personales y den patente de corso para aniquilar al contradictor como un enemigo, tal como se vio por parte de la campaña del hoy presidente electo y que muchos quieren olvidar. Vamos a ver que va a suceder con el acuerdo nacional y si este logra avanzar hacia una dinámica distinta. Estoy dispuesto a dejarme sorprender por el bien de nuestro país.