¿Existe la literatura "neutra"? Tribulación sobre la creación literaria

¿Existe la literatura "neutra"? Tribulación sobre la creación literaria

La literatura es testimonio. Si se acuerda que la literatura es, antes que nada, una forma de mirar el mundo. El autor mira y trata de explicarlo con sus textos

Por: Álvaro Claro
agosto 17, 2023
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¿Existe la literatura
Terminado de una vez por todas el siglo XX y enterrados en una esfera desconocida del capitalismo, la tecnología y la homogenización, sale del bosque la sombra del lobo que asusta y no permite hablar de poesía social contemporánea -porque a veces escritores y académicos son los primeros en evitarlo.
En las últimas décadas hemos visto sucederse con vertiginosa rapidez el ascenso de ciertas tendencias ligadas al Arte que hallaron una especie de triunfo con la impresionante simbiosis llevada a cabo con las acciones contradictorias del capitalismo.
De igual manera se desató y continúa padeciéndose una crisis ideológica, psíquica y social a la cual, por avatares nihilistas imperceptibles, no tiene ya sentido hacer ningún frente -al menos eso se escucha en los pasillos de la farra con los del gremio. Se sigue precipitando la crisis con su revés angustioso y desbordante que es la extinción de las condiciones fundamentales para habitar -en el sentido de detenerse y poder construir- el mundo.
La literatura, como efecto de lo anterior, podría transformarse en testimonio de una crisis. Claro está, si se acuerda que la literatura es, antes que nada, una forma de mirar el mundo. El autor mira y trata de explicarlo con sus textos, de expresar a los lectores lo que descubre o lo que aún no ha logrado comprender.
Una mirada a través de un ojo de pez con determinados ángulos, detonante de pequeñas descargas de energía provenientes de una fuente tan diminuta como el punto final de un libro inédito. Pero ese imperceptible punto -como este imperceptible esfuerzo por escribirlo- fue conformando, como los hilos de un camino junto a las palabras, un proyecto unitario que corrió paralelo a los latidos de quien las leía.
La escritura abrió otra percepción de la realidad, de los recuerdos, de los dolores o de aquellas omisiones como olvidos forzados que constituyen cierta inquietud existencial, o al menos una tribulación existencial, sobre la experiencia de ser en el mundo, desesperadamente en este mundo muerto por exceso de futuro.
La poesía irrumpe entonces como una sierra que rompe la efímera unión que sostiene lo que se percibe frente a lo que se escapa: avispa desquiciada que se introduce por la nariz, por los ojos y por los oídos directo hacia el cerebro y sin darse cuenta ya ha bajado también al pecho -que se infla como un paracaídas-, a las piernas -que tiemblan como en una maratón urbana- y a las manos -que se guardan pasivamente en los bolsillos cuando se sienten laceradas por el escalofrío de la especie humana.
De cualquier manera, más allá de los elementos reaccionarios del conservadurismo democrático, no deja de ser una aventura supeditar la poesía a una ideología determinada. Porque pierde la posibilidad de la flexibilidad, la ironía y demás alternativas explosivas con las que suele manifestarse. Aunque también se puede, aunque también debería intentarse.
Una voz heredera y a la vez desclasada de privilegios absurdos, manchada de tizne o de gasolina, que no mira con recelo a las fábricas ni al vuelo de los pájaros, que no aguanta las náuseas ante las cloacas pero también sabe sonreír ante los ocasos, que se nombra portadora de las voces que ya se fueron, pero no deja de regodearse en su subjetividad deconstruida; una voz que se piensa como una patria que desarma y sangra y resulta siendo una mañana con café caliente dentro de la cama; una voz anfibia, indeterminada e interminable, que va a donde quizás otros ya han ido, pero regresa siempre de un modo insospechado; un poema, en fin, que se sostiene en la tensión de ser claro al mismo tiempo que desaparece: una imprecación con delicadeza, un estruendo mudo.
Por fortuna resta una vida que, más que comprometida, parece estar contaminada: contaminada de una densa humanidad. Y su contaminación la hace virtuosamente amorosa. Porque no se escribe por mera entretención, para escapar al tedio o a una realidad ingrata. Se escribe por afectación, se escribe porque alguien quiere modificar esa realidad. Se escribe porque alguien quiere ser mejor y mejorar al resto. Este puto texto se escribe por generosidad. Se escribe por amor.
Ahí descansa indiferente pero inalterable el llamado compromiso. Esa necesidad de hacer preguntas, aunque complicadas, sobre la dignidad humana. Que apuntan hacia el encuentro de un nuevo día. Hacia otras formas de desplegarse. Y quizá lograr, igual que Paul Éluard, ''volver nuestro horizonte el horizonte de los que nos miran''.
Que se extingan todas las sombras. No existe neutralidad cuando se escribe.
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