En estos días explotó una situación realmente aterradora: el New York Times publicó la información de la “posible” segunda versión de los mal llamados “falsos positivos” cuando el verdadero apelativo debe ser “masacres de Estado”. Es infrahumano que las masacres de Estado se dieron en los sectores más vulnerables de la sociedad, no hubo ni un solo muerto entre los sectores con capacidad económica. ¿Es que las personas mas vulnerables son, por definición, carne de cañón del Estado?
Aún más impactante que la misma publicación es el hecho real que algunos medios de comunicación colombianos tenían la información y aparentemente la engavetaron. Ese es el tema de la presente reflexión.
En Colombia se edita la revista Semana, una publicación muy antigua, que tiene columnistas de diversas tendencias políticas, dando la visión de una publicación pluralista. Esta revista es muy estimada por la población y cuenta con buena credibilidad.
Lo impensable es que la información suministrada por algunos miembros de las fuerzas militares al New York Times fue conocida previamente por Semana. ¿Qué pueden esperar los ciudadanos de cualquier país del mundo, de sus medios de comunicación, ante una situación como la dada? Creo que es elemental que esa información se haga pública, por el bien del país y sus habitantes.
Ahora bien, todo parece indicar que la junta editorial de la revista Semana ocultó la información y como cualquier niño de primaria “acusetas” se fue a la Casa de Nariño a informar al gobierno, obvio que recibió la orden de ocultarla.
¿Qué se puede inferir de este proceder? La respuesta deja un sabor amargo, salta al intelecto la idea de que Semana apoya las masacres de Estado, lo cual es impensable en un medio de comunicación como este, en el cual una gran mayoría de colombianos han depositado su confianza, es una traición a la buena fe de las personas. Es inconcebible que haya colombianos que pudiendo evitar este despropósito callen y no lo hagan público.
Desde mi óptica, Semana no tiene justificación. Sabemos que el presidente actual no funge como tal, que una gran mayoría de colombianos sentimos que está acéfalo el país, que el nivel de popularidad del jefe de Estado está por el suelo y que no hay gobierno; por ende, la ingobernabilidad está superando todos los días los parámetros permitidos. Si Semana pensó hacerle un favor al gobierno cometió un craso error, así no se ayuda a subir la imagen de un hombre que no da la talla de presidente y que cada día cae más y más bajo.
Por tanto, Semana tiene que darnos explicaciones a los colombianos. Semana no puede pasar de agache. Debe decirnos cuál es su verdadero compromiso con la información y con el pueblo, que no es ocultando información, siendo servil al régimen. El día en que los medios de comunicación entiendan que su verdadero compromiso es con la verdad, la ética, los ciudadanos y la independencia, ese día Colombia tendrá un mejor amanecer.
Como toda moneda tiene dos caras, lo bueno de la actuación desafortunada de Semana fue el hecho, para aplaudir, que ni más ni menos el New York Times, que es un diario de talla mundial con toda la credibilidad, publicó la información que se hizo viral en el redes y fue noticia en diarios internacionales, donde hay una comunidad que tiene los ojos puestos en Colombia a raíz del proceso de paz que se firmó con la extinta guerrilla de las Farc. También es bueno resaltar que en general gran número de colombianos ya no nos sentimos solos en manos de los depredadores de la paz y de la justicia en Colombia.
Semana debe pedir perdón a Colombia y empeñar su palabra en la no repetición.