Estoy recién llegado del trabajo, tipo 7:15 de una noche calurosa, y el recibimiento que encuentro es una noticia de esas que le dan a uno rabia (no a todos nos la provoca lo mismo), tanto así que preferiría no verlas ni escucharlas porque son sinónimo de vergüenza.
¡Vándalos destruyen estaciones de Metrolinea en Bucaramanga!...Esa es la frase que pronuncian en el noticiero mientras ruedan imágenes de lo que había sucedido durante el día en medio de unas protestas.
¡Y es que para quejarnos estamos mandados a hacer! Si bien es cierto que el sistema no funciona como debería, también lo es que los usuarios no estamos poniendo de nuestra parte para que éste marche mucho más armonizado.
Muy frecuentemente ir en un bus articulado o un padrón es escuchar un concierto de groserías quejumbrosas en contra de las administraciones locales y regionales, los directivos de las empresas que manejan el sistema e incluso contra los conductores, que en la mayoría de los casos, no tienen la culpa. Pero es que cómo podemos hacer que todo fluya mejor si nosotros, como ciudadanos dignos y ampliamente cultos, no prestamos ni cinco de interés en la manera en que usamos el sistema. Y esto va no solo para los de mi ciudad bonita, también para el resto de usuarios del país.
Por ejemplo les menciono un par de casos.
Ese señor que permanece recostado deteniendo las puertas automáticas de la estación -esas que solo deben estar abiertas cuando la gente se baja o sube en los vehículos- arriesgando su vida y la de los demás pasajeros, exponiéndose a ser arrollado por un bus, es también la misma persona que busca la manera de usar el sistema sin pagar. ¡Y vaya usted a decirle algo!
Ahora refiriéndonos a las protestas, las personas participantes exigían más frecuencias en las rutas y más cobertura entre otras cosas, en pocas palabras, pedían un respeto justo por sus derechos como usuarios. Yo pregunto, ¿con qué autoridad moral exigen tal cosa si cuando usan el sistema lo hacen de una mala manera y, lo peor, siendo conscientes de ello? ¿Cómo quieren ser escuchados si la manera de “hablar” es rompiendo vidrios, tirando piedras y dañando el espacio público? ¿Acaso perjudicar los derechos de los demás significa restituir los suyos?
Entonces nos queda por hacer una autoevaluación honesta de qué tanto estamos siendo congruentes con lo que pensamos y hacemos. ¡Si usted exige respeto, es necesario que también lo dé!
Desde la ciudad bonita de Colombia y para todos ustedes.
Alejo