Bogota, 23 de octubre de 2016
Señor
Alvaro Uribe Vélez
Senador y ex presidente de la República
Señor Uribe.
Esta semana fui portavoz ante el presidente Juan Manuel Santos de una carta en la que le exigimos que cumpla con el mandato de paz para el cual fue reelegido. Después de leer la carta al presidente, decidí, a título personal y por primera vez, escribirle a Usted.
Desde luego que pensé desde donde hacerlo: cómo víctima que fui de su gobierno, cómo ciudadano que defiende derechos humanos y quiere paz para Colombia o cómo periodista que quiere cuestionar y saber que piensa en momentos en que se decide la suerte del país.
Me imaginé que si era lo primero, debería hacerlo desde el perdón. Y pensé, puedo yo perdonar a quien tanto daño me hizo? Es más, debo hacerlo público? Al final decidí que sí, señor Uribe, yo lo perdono, a Usted y a su gobierno que me persiguió, que interceptó de manera arbitraria mis comunicaciones, que me hizo seguimientos ilegales, que declaró a CODHES como "blanco" de acciones encubiertas (saboteo y desprestigio) y que me obligó al exilio.
Pensé que sí le escribía como un ciudadano comprometido con la solución política y negociada del conflicto armado, entonces debería decirle que sí, que el país está a punto de superar esta confrontación, que por primera vez en medio siglo las Farc y el Eln pueden abandonar la lucha armada y que después de este gran paso podemos empezar a reconstruir, en paz, este país del que hacen parte la guerrillerada, del que hacemos parte usted y yo, ellas, ellos y los demás, desde la diversidad y la diferencia, desde la dignidad y la identidad de ser humanos. Me dirán iluso pero en temas de paz y reconciliación sigo siendo terco. Podrían conversar, diga usted, Uribe, Petro, Piedad, De la Calle, Timochenko, Gabino, Marta Lucía, Feliciano, Richard, Claudia, Angela, Iván, De Roux y Robledo?
Podemos encontrarnos ciudadanos y ciudadanas que piensan distinto en plazas y parques a dialogar civilizadamente sobre el Acuerdo que se firmó y la paz que queremos. Será que podemos ponernos de acuerdo sobre el acuerdo para avanzar en la dejación de armas y la desmovilización que quieren y aceptan las Farc, sin imponer imposibles. Será que podemos blindar desde ya el diálogo que se inicia con el Eln? Será que podemos aceptar hoy lo que Usted propuso cuando era presidente, "justicia transicional y reformas constitucionales", para asegurar favorabilidad política a los guerrilleros que se comprometan a fondo y en serio con la paz? Podemos avanzar en un modelo agrario pensado desde la equidad y no sólo desde la concentración de la tierra, aprovechando lo que ya está acordado para modernizar el campo y restituir las tierras del despojo sin afectar, y en cambio sí reconociendo la propiedad privada? Es posible que saliendo del conflicto armado podamos profundizar la democracia, incluso para profundizar nuestras diferencias? Podemos hablar con franqueza y respeto, con sentido de país y sin odio, en medio de la diferencia?
El 2 de octubre ganó el No en el plebiscito y fuimos los primeros en reconocer ese triunfo. Es cierto, senador, perdimos el plebiscito pero no perdimos la esperanza, la misma que hoy se manifiesta en forma de movilización permanente, como corresponde en una democracia y como lo manda el artículo 22 de la Constitución.
Nos pusieron a refrendar lo que otros acordaron y perdimos. Como dice Petro, tal vez sea el momento en que debemos ir más allá del poder refrendatario y asumir un poder constituyente. Es decir, que después del acuerdo que queremos salvar, después de terminar el conflicto, se inicie un proceso constituyente de transformaciones que el país requiere para entrar, de verdad, en el siglo XXI. Parar lograr, ahí sí, una paz estable y duradera, una era de paz que sea el resultado de "acuerdos sobre lo fundamental" en asuntos como salud, educación, justicia y ordenamiento territorial.
También pensé, cuando iba a escribir la carta, que podía hacerlo como periodista que cuestiona el poder desde la información. Es más difícil, cuando Usted tiene la fórmula infalible de pasar por alto los cuestionamientos incómodos, "siguiente pregunta, amigo periodista". Pero permítame recordarle cómo comunicador social algo obvio, que la historia también se construye con hechos de grandeza. El presidente Santos le reconoció a Usted y a los ex presidentes de los últimos años su contribución al proceso de paz que terminó con el Acuerdo firmado el 26 de septiembre. Timochenko lo invitó a La Habana para dialogar sobre ese Acuerdo cuando aún no estaba firmado (y Usted no fue) Dentro de su grupo hay quienes están de acuerdo con avanzar en lo que ya está acordado, incluyendo modificaciones que gobierno y Farc ya estudian cómo parte del Nuevo Acuerdo.
Señor Uribe , Usted puede sumarse a la historia que hoy se construye y, claro, ser protagonista de esa historia en dos direcciones: oponiéndose a cualquier avance y llevando el país de nuevo al conflicto (quién sabe por cuantos años más) o ayudando a destrabar la crisis, sin fundamentalismo y con visión de paz, país y futuro.
Antes del plebiscito el presidente Santos dijo que si ganaba el No se acaba el proceso y la guerra llegaría a los centros urbanos. Hoy, cuando se buscan mecanismos para salvar el acuerdo, voces de su partido advierten sobre "golpe de estado" y amenazan con que "la guerra que no existe se va a volver real". Entre tanto, miles de personas reclaman, dentro y fuera de del país, en calles y plazas la paz como el bien público más preciado de la nación. Para bien o para mal, lo que Ud diga y haga será determinante para el futuro de Colombia.
Todo esto lo pensé y terminé escribiéndolo en forma de carta pública. No es fácil escribirle, señor Uribe. Hay quienes me dicen que hay mucho odio y mucha mezquindad en Usted y que hay que aceptar que su decisión es oponerse, bloquear y romper todo lo que se ha construido. Yo mismo he escrito y hablado, no sin rabia, a veces, de su intransigencia. Y aquí estoy, escribiendo la carta, al tiempo que recuerdo un poema en forma de oración, que más que santificar inmortalizó a San Francisco de Asís y que me enseñó mi padre: "donde hay odio que haya amor, donde hay ofensa haya perdón". Yo sé que el mundo no ha sido así, pero siempre me conmovió esa forma de pensar el mundo desde el imaginario católico.
Así que aquí está la carta, ojalá pueda leerla con tranquilidad en el Ubérrimo, nombre de la hacienda que inspiró el libro que escribí con Ivan Cepeda y lugar en el que Usted toma decisiones. Esta carta, como lo hacen los parlamentarios con frecuencia en el Congreso, es una constancia, sobre todo ante mi familia, (muchos uribistas) que dijeron que no me atrevía a hacerlo (no por lo que diga Usted sino por lo que pienso yo), y lo hice pensando en el perdón, en la reconciliación y en la la paz.
Los únicos sentimientos que me animan a despedirme de Usted en esta carta son los de consideración y respeto en la diferencia.
Del señor senador, atentamente,
Jorge Rojas R
